Nuevos derechos de los pasajeros de la UE: Por favor, no provoquen más frustración a los pasajeros molestos

Bruselas. El avión no llega a la terminal a tiempo, la tripulación está enferma o el vuelo tiene overbooking: quien quiera volar de vacaciones a menudo necesita nervios de acero. Pero, según los deseos de los Estados miembros de la UE, en el futuro los pasajeros serán compensados con menos frecuencia por este estrés. En lugar de recibir una compensación por un retraso de tres horas, como ocurre actualmente, la compensación solo se pagará después de cuatro o incluso seis horas, dependiendo de la distancia al destino. Una vulneración de los derechos de los pasajeros que, con razón, suscita preocupación por la falta de sensibilidad de los gobiernos europeos.
Si este cambio entra en vigor, tendría consecuencias de gran alcance: aproximadamente el 30 % de los pasajeros se ven afectados por retrasos, y la tendencia va en aumento, la mayoría de entre dos y cuatro horas. Por lo tanto, una gran proporción de viajeros perdería vuelos en el futuro.
El plan de los Estados miembros de la UE representa un retroceso en la protección del consumidor. El objetivo declarado de aliviar la carga de las empresas no debe resultar en que los viajeros se queden atrapados en salas de espera y cabinas de avión durante horas sin siquiera tener derecho a una compensación. Sobre todo porque las aerolíneas europeas han vuelto a generar miles de millones de dólares en beneficios desde el fin de la pandemia de coronavirus.
Las aerolíneas argumentan que no suelen poder conseguir vuelos de reemplazo en tres horas. Por lo tanto, los pasajeros suelen renunciar a un vuelo adicional, ya que de todas formas deben recibir una compensación. Sin embargo, se desconoce si esta práctica cambiará con plazos de compensación más largos. El peligro es que los pasajeros pierdan vuelos con más frecuencia y las aerolíneas tengan que pagar con menos frecuencia.
Menos consecuencias financieras implican menos incentivos para que las aerolíneas inviertan en puntualidad. Las aerolíneas que no temen penalizaciones severas por retrasos no invertirán en tripulaciones de reemplazo, aviones de reserva ni en una mejor gestión de crisis. En cambio, la eficiencia cuenta a cualquier precio, a costa de los pasajeros.
Es especialmente lamentable que la UE, precisamente la pionera mundial en protección del consumidor, esté ahora desmantelando estas normas tan duramente conseguidas. Los derechos de los pasajeros aéreos se han considerado un modelo mucho más allá de Europa. Su debilitamiento transmite un mensaje fatal. El mensaje a los ciudadanos no debe ser: cuando se trata de los intereses de las grandes corporaciones, los derechos de los consumidores quedan relegados a un segundo plano.
Ahora le toca al Parlamento Europeo defender las normas probadas y rechazar rotundamente la propuesta de los Estados miembros. No puede aceptar que se sacrifiquen los derechos de los consumidores en aras del lucro de las aerolíneas. Quien permita que se reduzcan hoy las reclamaciones de compensación abre la puerta a nuevos recortes. Si Bruselas no quiere perder la confianza de los ciudadanos, haría bien en reforzar sus derechos en lugar de desmantelarlos.
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