Cuando solo tú puedes perder las elecciones

Es raro que en un encierro el toro que encabeza la manada se dé la vuelta para embestir a los corredores. Pasa más con los toros rezagados. Pero no con el que va primero.
Llevo desde pequeño siguiendo cada mes de julio los encierros de San Fermín. Una tradición familiar que nos inculcó mi padre, no sé muy bien por qué. A veces pienso que era para que nos levantásemos temprano aquellas primeras semanas de vacaciones escolares. Ahora, aunque ya no vivimos juntos, mantenemos la tradición y comentamos la jugada ante la sorpresa de personas que se han ido incorporando a nuestra vida. ¿Tú te levantas a ver el encierro? Pues sí. Y me intento justificar, porque este tipo de salvajadas no tienen la aceptación que tenían en los ochenta. Y sí, siempre mejor un encierro que una corrida, pero qué necesidad hay de pasear a los toros desde los corrales hasta la plaza, persiguiendo a cientos de mozos que asumen el riesgo de pegarse un buen susto a cambio de hacer la carrera de su vida delante de un morlaco?
Con el tiempo he ido reconociendo corredores que son auténticos atletas. Últimamente lucen camisetas de equipos de fútbol y así se distinguen entre la multitud. Betis, Atleti, Athletic Club, Llevant, Barça, Valladolid. España de norte a sur, de este a oeste, perseguida por un toro que tiene prisa por llegar a la plaza y que le dejen en paz.
Los encierros cada vez son más cortos y limpios. En dos minutos y medio se lo ventilan. Había llegado a ver encierros de 12 y 15 minutos, cuando todo estaba menos reglado, cuando los coches no tenían cinturón de seguridad y se fumaba en los aviones.
Los comentaristas, tras la carrera, analizan los momentos más espectaculares como quien revisa un penalti en el VAR. Pocos espectáculos acaban con un médico dando el parte de heridos. La tele en San Fermín ha normalizado esa imagen del galeno rodeado de micros hablando de heridas por asta de toro o politraumatismos por caídas.
Feijóo actuó de toro rezagado, que se da la vuelta para embestir, a costa de prostíbulos, lo que sea...En el congreso del PP, mientras el PSOE se desangraba por una cornada con varias trayectorias, vimos a la manada unida. Todos a una, que es lo que pasa cuando el poder está cerca. Ni la presidenta Díaz Ayuso, ni los dos expresidentes, Aznar y Rajoy, mucho más aplaudido el primero que el segundo, quisieron amargar el camino que le queda a Núñez Feijóo. Eso sí, Aznar no pudo evitar lanzar su nueva consigna: de “el que pueda hacer que haga” hemos pasado a “el que pueda ser encarcelado que lo sea”.
Feijóo fue el más elegante de su partido. Tenía unos aires de presidenciable que no cabían en Ifema. Aires centristas, atrápalo todo, como el Aznar del 96.
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Pero al cabo de dos días, algo pasó. En el debate sobre el caso Cerdán en el Congreso, Feijóo quiso ser el más duro. El domingo doctor Jekyll y el miércoles Mister Hyde. Feijóo llegaba a ese debate como claro aspirante a la presidencia de la Moncloa, aunque no la consiga ahora. Es el toro que encabeza la manada. Hacía tiempo que alguien no tenía tan a su alcance llegar a la cima, viendo como los socialistas actualizan cada cinco minutos las webs de la prensa de derechas, a ver hasta cuándo la UCO los mantiene con vida.
Pero Feijóo actuó de toro rezagado, que se da la vuelta para embestir, a costa de saunas, prostíbulos y lo que haga falta. Suenan feas según qué palabras en boca de alguien que ya se ve presidiendo el país. ¿Por qué lo hizo pudiendo dejar ese trabajo a su subalterno Tellado? Porque cuando uno ya se ve llegando el primero, entrando en la plaza como toro ganador del encierro, cuando uno es el gran favorito, hay un escalofrío que le recorre la espalda. Solo tú puedes perder. Y eso tiene que dar mucho miedo.
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