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Las patatas bravas que tienes que probar sí o sí en Zaragoza: en un bar de barrio mítico desde hace décadas

Las patatas bravas que tienes que probar sí o sí en Zaragoza: en un bar de barrio mítico desde hace décadas

En una ciudad donde abundan los bares con solera, hay algunos cuya fama se sostiene no solo por la tradición, sino por lo que siguen sirviendo en la barra cada día. Y si hay una tapa que levanta pasiones en Zaragoza, esas son las patatas bravas. Por eso, cuando un jurado especializado decide premiar el cocinado de un plato tan popular, el nombre del local empieza a sonar más allá del barrio.

Es justo lo que ocurrió en la última edición del concurso Zaragoza Brava: aunque el premio principal se lo llevó Foodverzo Street Food, que también es muy recomendable para degustar este típico plato, otro bar (que de hecho tiene reseñas aún mejores en plataformas como Google) obtuvo el también importante reconocimiento de mejor calidad y cocinado de la patata.

Se trata del Bar Cervino, un establecimiento del barrio de La Almozara que lleva más de 40 años despachando tapas, vermús y raciones. Fundado en 1979 por Juan José Navarro, este local fue testigo del crecimiento de la zona, primero como bar de diario y después como referente informal de cocina tradicional. Desde noviembre del año pasado, tras la jubilación de su propietario, el bar ha pasado a una nueva gerencia, que ha mantenido la carta y el espíritu del negocio, incluida su famosa ración de bravas.

El reconocimiento a mejor calidad y cocción de la patata es un testimonio de lo equilibradas que son: crujientes por fuera, tiernas por dentro, sin exceso de aceite y con una salsa que respeta el sabor de la fritura. El jurado valoró el punto de cocción por encima de florituras, en una cata a ciegas que comparó propuestas de más de 25 bares de Zaragoza y su provincia.

Una barra sin pretensiones y con clientela fiel

Más allá del premio, lo que sostiene al Cervino es su clientela habitual: vecinos del barrio, gente que trabaja por la zona y visitantes que han oído hablar de sus tapas. Además de las bravas, sirven montaditos, bocadillos, raciones de ternasco, albóndigas y tortillas. Pese a la jubilación de su fundador, la esencia se mantiene.

Después de todos estos años, el bar ha sabido mantener el alma de lo que lo hizo famoso: comida de verdad, trato directo y bravas que, tras su reconocimiento, ya no necesitan presentación. El premio solo ha confirmado lo que muchos sabían desde hace tiempo: hay que venir, sentarse en taburete y pedirlas.

El Confidencial

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