Olegario Moguel Bernal: Pongamos las barbas a remojar

El asesinato de dos funcionarios con cargos relevantes en el gobierno de Ciudad de México eclipsó otras noticias de la semana en el país, entre ellas algunas lanzadas ex profeso para desviar la atención, pero lamentablemente también las que laceran el tejido social, como el asesinato de siete jóvenes en Guanajuato. El seguimiento a la noticia del accidente del Cuauhtémoc en el puente de Brooklyn, donde murieron dos jóvenes marinos, también quedó eclipsado a causa de la noticia en CDMX. La suspicacia periodística y la falta de credibilidad de la población en la clase política hacen imposible ignorar que, al día siguiente del asesinato de los funcionarios, la CNTE impidió, convenientemente, el paso a los periodistas, pseudoperiodistas y paleros que asisten a la conferencia matutina que da la presidenta todos los días. El bloqueo dio pie a un informe sin preguntas, sin cuestionamientos, sin interrogantes incómodas, sin explicaciones… Tampoco fue casual que, cuando la noticia estaba en la cúspide y las redes sociales se incendiaban con los videos de la ejecución y las conjeturas de todo tipo —muchas infundadas, la mayoría sin sustento y muchas más de mala leche—, Televisa soltara una bomba periodística contra Julio Scherer Ibarra, exasesor jurídico de la presidencia en tiempos de AMLO. La entrega revela una red de extorsión capitaneada por el hijo del desaparecido periodista Julio Scherer García, desde su cargo de consejero jurídico de la Presidencia de la República en el impoluto sexenio anterior. Imposible que Televisa lance una bomba como esa sin conocimiento —sin consentimiento— de Palacio Nacional. Imposible que AMLO ignorara lo que denuncia la pieza periodística. ¿Qué hay detrás de esa entrega? ¿Un distanciamiento de Claudia Sheinbaum con su antecesor y mentor, cuya imagen irá gradualmente debilitando a golpe de revelaciones periodísticas? Revelaciones que, si bien no lo acusan directamente, hacen que hasta el más lerdo conjeture que una maquinaria de extorsión como la que se denuncia no podría existir sin el aval del tabasqueño. Después de todo, no se movía una hoja en su administración sin que él supiera. Acaso esta hipótesis sea acertada. De ser así, AMLO estaría detrás de las movilizaciones de la CNTE haciendo lo que ambos saben hacer: tomar avenidas y entradas al aeropuerto, mostrando músculo para movilizar masas e incendiarle el país a la doctora, en caso de que pretenda renegar de él. ¿Tiene alguna relación la denuncia contra Scherer con la proximidad de la elección judicial? Es probable. Todo encaja en el mundo jurídico. ¿O simplemente es la vieja caja china para desviar la atención del gravísimo suceso que significó el asesinato a sangre fría de dos funcionarios, entre ellos la que era brazo derecho de la jefa de gobierno? No fue fortuito cometer el crimen justo en el momento de la conferencia matutina, para que todo el país presenciara en vivo —y luego repetida ad infinitum en redes— la reacción descompuesta de la presidenta al conocer la noticia. La conferencia de prensa es cotidiana, mas no por cotidiana la de ese día carecía de carácter especial. La atrocidad se cometió cuando, ante las cámaras, estaba el gabinete de seguridad en pleno, momento propicio para ver la reacción de todos, en especial de la presidenta y del secretario de Seguridad García Harfuch, a quien las cámaras siguieron hasta la llamada telefónica que hizo tras bambalinas. Estos elementos advierten que el mensaje no fue contra la jefa de gobierno Clara Brugada, o no solo contra ella: fue para el poder federal en pleno. Después de lo ocurrido, cualquier anuncio triunfalista sobre mejoras en materia de seguridad, como hace cada semana el gabinete en la materia, carecería de toda validez. El de Ximena Guzmán y José Muñoz fue un crimen que sacudió a Ciudad de México. Llama la atención cómo los comentócratas capitalinos se escandalizan por la llegada del crimen organizado, porque “eso no existía en su ciudad”. Siendo fieles a Campoamor, diremos que “todo es según el color del cristal con que se mira”. Desde estas latitudes vemos con extrañeza esas declaraciones, pues desde el Mayab la CDMX se ve hace años como un polvorín, donde imperan el cartel de Tláhuac, la Unión Tepito, el crimen desorganizado, robacoches, asaltacombis —aquellos del famoso “ya se la saben…”— y demás hampones que actúan cotidiana e impunemente en esa ciudad. Por eso extraña que lo ocurrido en la calzada de Tlalpan se vea como algo que “no sucedía aquí”. Concedamos, sin embargo, que no había asesinatos de funcionarios, al menos no tan evidentes ni a plena luz del día, ni en una de las avenidas más transitadas, abiertas y visibles de la ciudad. Entonces la preocupación es válida. Está sucediendo algo en materia criminal que no acontecía en esa ciudad tan caótica. Pongamos las barbas a remojar.—Mérida, Yucatán Correo: [email protected] @olegariomoguel *Director de Medios Tradicionales de Grupo Megamedia
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