Otro caso de un eventual riesgo hídrico catastrófico

Las graves inundaciones registradas en Bahía Blanca y, durante los últimos días, en distintas zonas del norte bonaerense son otro serio llamado de atención sobre las debilidades de la infraestructura para neutralizar exigencias extraordinarias de la naturaleza. Debe reconocerse, además, que la magnitud de esas precipitaciones ha sorprendido a los medios técnicos especializados. Cualquiera sea el posicionamiento científico frente al cambio climático, parece necesario revisar la aptitud frente a las grandes crecidas de obras e instalaciones existentes y los criterios futuros para el diseño de las nuevas.
Es oportuno y necesario reclamar la atención pública y del Gobierno sobre una situación existente de eventual riesgo catastrófico. Nos referimos a las represas existentes en el curso del río Neuquén, a lo largo del cual se construyeron importantes aprovechamientos hidroeléctricos que, además de generar energía, cumplen la función de regular el caudal y amortiguar el efecto de crecidas extraordinarias. Nos referimos al complejo Cerros Colorados-Portezuelo Grande-Planicie Banderita y Loma de la Lata. Los beneficios de esta regulación han hecho posible el desarrollo urbano y del riego en el valle del río Neuquén y por extensión en el valle del río Negro. También les ha dado protección contra inundaciones a localidades como Añelo, que es el centro operativo y logístico del yacimiento de Vaca Muerta.
Los registros hidrométricos históricos que estaban disponibles en el tiempo de construcción de esas obras hidráulicas llevaron a proyectarlas para resistir crecidas del río Neuquén de hasta 11.500 metros cúbicos por segundo. En aquel momento se estimó que la probabilidad de que en el futuro se superase ese caudal era prácticamente nula. La enorme gravedad de las consecuencias que ocasionaría el colapso de alguno de esos diques sobre vidas y bienes no daba espacio para dejar ningún margen de probabilidad a que se superara la crecida de diseño. Pero la realidad de estos últimos años ha mostrado que lo que era absolutamente improbable en los años sesenta, cuando estas obras fueron construidas, hoy ya es factible. El 12 de julio de 2006 el caudal llegó a 10.347 metros cúbicos por segundo. El dique de Portezuelo Grande, que fue diseñado para evacuar 11.500 metros cúbicos por segundo, estuvo a menos de cinco centímetros de desbordar sobre el coronamiento y producir su colapso. De haber ocurrido, el drama hubiera sido inenarrable.
Es oportuno y necesario reclamar la atención pública sobre una situación de eventual riesgo catastrófico, como el de las represas existentes en el curso del río Neuquén
Los cambios climáticos observados en los últimos años exigirían trabajar hoy con una crecida de diseño sustancialmente mayor. Los estudios que se vienen realizando desde hace algunos años dicen que la solución más aconsejable es construir una presa sobre el río Neuquén, aguas arriba de Cerros Colorados, con una capacidad de embalse suficiente para amortiguar los picos críticos de crecida. Esa sería la presa de El Chihuido, que ya cuenta con estudios y la documentación necesaria para ser licitada. Contaría con una central con 640 megavatios de potencia. En 2001 el Organismo Regulador de Seguridad de Presas (Orsep) y la Autoridad Interjurisdiccional de la Cuenca (AIC), apoyados en la opinión de expertos, determinaron que Portezuelo Grande era incapaz de resistir la crecida máxima probable ya entonces pronosticable. Una presentación judicial llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que convalidó el fallo del Juzgado Federal de General Roca e intimó al Estado a “realizar las obras necesarias para garantizar la seguridad de la presa Portezuelo Grande, integrante del Complejo Cerros Colorados emplazada sobre el río Neuquén, ampliando su capacidad para que resista una crecida máxima probable (pico instantáneo) de 14.520 m3/segundo”.
La obra de El Chihuido fue licitada a fines de 2014 y preadjudicada a uno de los tres grupos que presentaron ofertas. Las condiciones de la licitación obligaban proponer su propia financiación en una concesión por 20 años. Esto no fue logrado debido a las difíciles condiciones macroeconómicas y la falta de seguridad jurídica de entonces.
En 2018, la Cámara de Diputados de la Nación declaró de interés nacional varias presas sobre el río Neuquén, prioritariamente la de El Chihuido, aunque nada ocurrió. Hoy continúa existiendo un riesgo evidente. La Academia Nacional de Ingeniería ha presentado al gobierno nacional un documento que sustenta esa conclusión con el pedido de encarar lo antes posible la concreción de esta obra.
La premisa establecida por el presidente Javier Milei de limitar al máximo el uso de fondos estatales para la obra pública se debe conciliar, en casos de necesidad impostergable como el de El Chihuido, con un urgente e inteligente armado de condiciones que convoquen perentoriamente ofertas de ejecución y operación con financiamiento y capital privados. La sola importancia de la supresión del riesgo sobre las inversiones y operación de Vaca Muerta debería ser por sí sola una base económica para financiar el proyecto. Pero es la eventualidad de consecuencias humanas catastróficas la razón por la cual esa obra no debe ser demorada.

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