Una ruta por el Japón tradicional: las mejores paradas de un viaje en el tiempo

¿Alguna vez Japón ha dejado de estar de moda? Seguramente no, ya que el país sigue siendo uno de los países más visitados del mundo: alrededor de 36 millones de personas lo visitaron el año pasado, según fuentes oficiales. Su cultura y tradiciones son muy llamativas en un mundo que evoluciona sin parar. Japón reúne modernidad, sí, pero también ha sabido conservar sus raíces y tradiciones. Desde los templos budistas de Nara y los hanamachi de Tokio a los caminos espirituales como el de Kumano Kodo; de pueblos y aldeas que desafían al paso del tiempo, como Ainokura, patrimonio mundial de la Unesco a los tradicionales combates de sumo y la típica ceremonia del té o del kintsugi, el arte de la reparación.
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En Osaka puedes hacer un viaje a la antigüedad desde su Museo de Historia, que se encuentra justo frente al castillo de la ciudad. El museo permite conocer desde el antiguo palacio Naniwa-no-Miya hasta el templo Honganji, perteneciente a la época medieval de Osaka, así como los periodos más prósperos de la ciudad, desde el periodo Edo (1603-1867), cuando la ciudad era conocida como la cocina de la nación, hasta la era moderna.
La fortaleza es también un ejemplo de la tradición y de otra arquitectura, ya que perdura entre rascacielos, y ha sido testigo de las sangrientas luchas de poder que condujeron al inicio de la era Edo en 1603. Aunque su historia se remonta a 1583, la torre principal, que es el icono del castillo, se reconstruyó en 1931. Visítalo en primavera, sus jardines en flor son una maravilla.

Matsue es la ciudad más grande de la prefectura de Shimane; una ciudad fortificada y rodeada de agua, de ahí que cruzar sus canales sea una de las actividades más recomendables. Si por algo destaca es por la relación que mantiene con las deidades de Japón a las que se les atribuye la creación de sus islas. En el siglo VIII, la zona donde se encuentra Matsue en la actualidad era el centro del gobierno de la región de Izumo; muchos santuarios de la zona son anteriores a esa época y están vinculados a esos mismos dioses. Destacan, por ejemplo, los de Yaegaki, Kumano Taisha y Suga, y cerca del santuario Iya se encuentra Yomotsuhirasaka, la mítica entrada a Yomi, el inframundo.
El gran santuario de Izumo Taisha es también un lugar ancestral: se trata de un complejo de templos dedicado a Ôkuninushi, el dios de la buena fortuna y del matrimonio, localizado a unos 30 kilómetros de Matsue. Es el segundo recinto sagrado más antiguo de Japón; su historia se remonta al tiempo de los dioses y aparece ya citado en el Kojiki, el relato histórico escrito más antiguo del país (año 712).
De Matsue destaca sobre todo su castillo, que es el tercero más alto y el sexto más antiguo dentro de los 12 castillos originales de madera que aún existen en Japón. Si pasas la noche en Matsue, puedes dormir en un ryokan, un hotel tradicional japonés. Sus orígenes de hospitalidad podrían remontarse al siglo VIII.

Koyasan es uno de los lugares más sagrados de Japón, debido en parte a que el monje Kükai, fundador del budismo shingon, estableció el centro político y religioso de esta corriente budista hace 1.200 años. Se recomienda conocer el templo Okunoin y su hermoso cementerio, el más extenso del país. Es un lugar muy característico, principalmente porque allí se encuentra el sepulcro del monje Kükai.
Ni se te ocurra olvidar tampoco el templo Kongobuji, el principal del budismo Koyasan Shingon, escogido por Kükai para la enseñanza del budismo shingon tras su regreso de China. Este templo forma parte de la lista de patrimonio de la humanidad de la Unesco.

Sin duda en un viaje al Japón más ancestral no podría faltar una parada en Nara, el lugar donde se encuentran más templos y santuarios sagrados. En muchos de ellos, además, se han cultivado desde hace años preciosos jardines que sorprenden a cualquier viajero, sobre todo en la temporada de los cerezos en flor. De Nara, destaca el famoso parque de Nara con los curiosísimos ciervos sika, también el templo Todaiji, que alberga la estatua de bronce de Buda más grande del mundo, y el monte Yoshino, patrimonio mundial de la humanidad y punto de referencia de varias rutas de peregrinaje.

Kioto sigue siendo el principal centro religioso y artístico del país, conservando áreas con templos, casas y comercios tradicionales. Uno de ellos es el templo de Kinkakuji, construido para el Shogún, y conocido también como Pabellón Dorado por las láminas de metal que lo recubren. Otro de sus lugares míticos es el templo Ryoanji, con su característico jardín seco o de rocas, y el templo Kiyomizu-dera, templo del agua con sus tradicionales y pintorescas calles aledañas repletas de comercios.
Los barrios de las geishas figuran siempre en la lista de los viajeros que se interesen en la ancestralidad, las casas dedicadas a formarlas existen desde el siglo XVIII. En Kioto quedan cinco distritos geiko (hanamachi) importantes. Cuatro de ellos se encuentran en el distrito Gion o sus alrededores, en el centro de Kioto, mientras que el quinto, Kamishichiken, se encuentra cerca del santuario Kitano Tenmangu.
Si estás en la ciudad no puedes dejar pasar la oportunidad de experimentar una auténtica ceremonia del té, un ritual de hospitalidad que se remonta al budismo zen. Según la oficina de turismo de Japón, el año 815, cuando, tras su regreso de China —donde el té ya se consumía desde hacía más de un milenio—, el monje Eichu se encargó de preparar personalmente un sencha para el emperador Saga.
El chanoyu o sado, como se lo conoce en Japón, es un arte que se lleva a cabo en las reuniones informales, chakai, o en las más formales, las chaji.

Tokio es inmenso y muy moderno, así que ¿dónde deberíamos dirigirnos si queremos apreciarlo de manera tradicional? Pues bien, se puede empezar yendo al Museo Nacional, ya que cuenta con algunas de las colecciones más antiguas del país y más numerosas, con más de 120.000 obras. Fue fundado en 1872 y alberga verdaderas joyas, sobre todo de los samuráis y del periodo Edo. Es un buen lugar para disfrutar de un combate de sumo, el deporte nacional de Japón. Anualmente se celebran unos seis torneos que suelen durar unos 15 días, en los meses de enero, mayo y septiembre. El lugar más popular para verlos es el estadio de sumo de la ciudad, el Ryogoku Kokugikan.
La tradición también te espera en el emblemático templo Sensoji y la zona de Nakamise, cuyas persianas metálicas están pintadas con murales escénicos, algunos de los cuales representan la historia de Sensoji. Si te interesa la vida en los barrios, visitar Asakusa es seguramente el más conveniente para viajar en el tiempo, ya que conserva comercios tradicionales y templos, como el ya mencionado de Sensoji.

Principalmente es reconocida por sus templos, que están declarados patrimonio de la humanidad por la Unesco. El más famoso de ellos es el Toshogu; mausoleo del Shogún Tokugawa, cuya arquitectura, decoración y grabados lo convierten en uno de los más espectaculares de Japón (y también de los más lujosos). Nikko es una ciudad entre montañas con una arquitectura y un entorno natural que hay que ver, con su parque nacional, sus templos y santuarios.
Por su parte, el santuario Futarasan-jinja, del siglo VIII, está dedicado al culto de las tres montañas sagradas de Nikko. Allí es imprescindible hacer senderismo: una de las caminatas más agradables es la que atraviesa el puente Shinkyo, que forma parte del santuario de Futarasan-jinja, también declarado patrimonio mundial.

A menos de una hora desde Tokio, se encuentra una de las postales más bellas del país: el templo Kotokuin, el famoso Daibutsu impertérrito desde hace 1.000 años entre las montañas y el Pacífico. A pocos pasos de allí, el Hasera Temple lleva a la tierra misericordiosa de Kannon. Kamakura fue antaño la capital política de Japón y actualmente es conocida por sus playas y también por los templos, aunque, especialmente, lo es por albergar la estatua de bronce del Gran Buda. El Buda Amida mide 11 metros de altura y pertenece al siglo XIII, fue restaurado durante el periodo Edo; y hoy en día es el lugar más visitado de Kamakura y también el segundo Buda sentado más grande del país.
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