Varios informes advierten del colapso en materias primas y fuentes energéticas que origina la carrera tecnológica
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Si se agrupara el mundo electrónico en un solo país imaginario, la población superaría con creces la actual del mundo y la capacidad de contaminación sería la equivalente a dos veces Canadá o cinco veces Francia. Esta singular nación estaría compuesta por los 20.000 millones de dispositivos conectados (2,5 más que personas), pero si a móviles, ordenadores y tabletas se suman bicis y patinetes, electrodomésticos y el resto de los trastos digitales que van llenando los hogares, empresas y entidades, la cifra de cacharros asciende a 30.500 millones. Un estudio de la asociación de sostenibilidad Green IT cree que las reservas de materias y energía necesaria para su fabricación y uso se aproximan al colapso. Tres informes de consultoras coinciden, pero los expertos difieren en las soluciones. Unos abogan por materiales y fuentes alternativos y otros, como Green IT, por la sobriedad digital.
La conclusión de los distintos estudios es evidente y apremiante: no hay materiales ni energía para tanto dispositivo y tráfico en la red. Pero las soluciones previstas aún distan de ser eficaces: buscar nuevas fuentes de energía, nuevos materiales y hacer más eficaces los actuales.
La contribución del mundo digital, tanto en su fase de fabricación como en la de uso, al agotamiento de recursos y al calentamiento global ha superado al resto de parámetros y se sitúa, según Green IT, “entre los indicadores que tienen más peso”.
Además, acapara materiales finitos y fundamentales de los que también dependen otros sectores como la salud, las infraestructuras energéticas y la defensa, hipotecando la disponibilidad de estos para las generaciones futuras y la transición energética.
“La rapidez con la que crece la demanda de estos recursos, su distribución geográfica, la falta de sustitutos adecuados y asequibles, y su importancia para la economía global, los convierte en elementos de dependencia entre naciones, tensión geopolítica y herramientas de guerra comercial”, advierte el informe sobre materiales y materias primas críticas de la Oficina de Ciencia y Tecnología del Congreso.
Y por si fuera poco el impacto de equipos, televisores, teléfonos inteligentes y objetos conectados, ahora se suma, según advierte la investigación de Green IT, “el ascenso meteórico de la inteligencia artificial (IA) generativa”. “En un corto periodo de tiempo, ya es perceptible. Solo los servidores configurados para IA suponen entre el 1% y el 5% de los impactos del mundo digital en función de los indicadores (4% de las emisiones de gases de efecto invernadero).
Dan Karpati, responsable de IA en la multinacional de ciberseguridad Check Point, considera que “la adopción de esta tecnología se está acelerando a un ritmo sin precedentes”. ChatGPT alcanzó los 100 millones de usuarios tan solo 60 días después de su lanzamiento y ahora cuenta con más de 3.000 millones de visitas mensuales. A él se ha sumado la china Deepseek y, antes, Claude, Gemini o Midjourney, entre otras aplicaciones. El 92% de las grandes empresas ya la han integrado en sus flujos de trabajo, un negocio que, para 2033, alcanzará los 141.000 millones de dólares.
Karpati admite que esta carrera impulsa un enorme aumento de recursos y de energía necesaria para respaldarla. “La magnitud de la presión impulsada por la IA sobre los recursos naturales se sentirá en 2025″, advierte.
Las centrales de computación se han duplicado en solo diez años, de acuerdo con McKinsey, y las previsiones, según advierte el investigador de Check Point a raíz del Deloitte projects energy consumption, apuntan a que en los próximos 10, la energía necesaria para mantenerlos activos () equivaldrá a la que requiere India, el país más poblado del mundo. Goldman Sachs Research añade que la demanda de energía de los centros de datos crecerá un 160% para 2030 y que la IA representará aproximadamente el 19% en solo tres años a partir de ahora.
El responsable de IA apunta como solución a la innovación, como centros de datos subacuáticos para reducir las necesidades térmicas, o la energía nuclear, según señala al apuntar la búsqueda de centrales de estas características por parte de las grandes multinacionales.
“Los humanos son inteligentes para adaptarse, por lo que, si hay alguna anomalía, encontrarán otras soluciones creativas. Conseguiremos chips [procesadores] eficientes, moveremos las cargas de trabajo a donde menos se consume, optimizaremos los algoritmos de entrenamiento…”, defiende.
Todo lo contrario opina Pablo Gámez Cersosimo, máximo responsable de Naturally Digital, una organización especializada en sostenibilidad, comportamiento humano, ética y bienestar digital. Para el autor de Depredadores digitales (Círculo Rojo, 2021), esta forma de pensar es “pensamiento mágico digital”, que consiste en la ingenuidad de continuar con el problema con la esperanza de encontrar una solución, “con una fe ciega en la tecnología”.
Gámez Cersosimo se alinea con las soluciones que propone Green IT, dirigidas a todas las capas de la cadena (de fabricantes a usuarios) y que se resumen en el concepto de sobriedad digital: moderar los usos, reducir los equipos y hacer que estos duren más.
“Las nuevas formas de tecnología, que se caracterizan por un alto consumo energético y una enorme huella hídrica y contaminante, son sistemas que nos están llevando a una morfología digital qué necesita recursos finitos para poder existir y para poder funcionar. Esto está sucediendo en el contexto de la crisis climática y en la pugna por la supremacía digital”, explica el investigador en referencia a las inversiones de más de 700.000 millones de euros solo en los programas de IA de Estados Unidos (Stargate) y Europa.
Gámez alerta de la “voracidad” de los dispositivos, que exigen cada vez más recursos y generan una mayor huella, y de los efectos rebote, que incluyen la generación de envases, basura electrónica o la obsolescencia programada, la muerte fijada del aparato ya desde su concepción por desactualización, ineficacia o caducidad de los componentes.
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La eficiencia es una carrera en la que están implicadas las principales empresas como parte de la solución. Un ejemplo reciente es Ericsson, que ha presentado innovaciones para redes programables de alto rendimiento que mejoran la eficiencia mientras reducen el consumo de energía hasta en un 30% y la huella de carbono incorporada hasta en un 50%.
Sin embargo, Gámez desconfía de esta solución y recuerda la maldición planteada por William Stanley Jevons hace dos siglos: a medida que mejora la eficiencia en el uso de un recurso, aumenta su consumo en vez de reducirse. “Nos estamos moviendo a una dimensión desconocida”, concluye.
EL PAÍS