La crisis de la pesca en Senegal impulsa los cayucos hacia Canarias

No todos los migrantes que viajan en los cayucos que salen de Senegal hacia Canarias son pescadores, pero sin ellos y sus embarcaciones la intensa llegada de jóvenes a Gran Canaria, Tenerife o El Hierro no sería posible. Desde hace más de dos décadas, la pesca artesanal, de la que vive un 3% de la población, atraviesa una profunda crisis debido a la sobrepesca, las prácticas ilegales, la opacidad y la falta de gestión. Las especies más rentables y presentes en la dieta del país escasean cada vez más y la emigración irregular emerge tanto como una alternativa para los jóvenes como un negocio para los propietarios de cayucos de pesca. Un amplio informe de la ONG Enviromental Justice Foundation (EJF) publicado este martes establece el vínculo entre ambas realidades.
La pesca tradicional tiene una importancia capital en Senegal, no solo económica. Sus capturas representan el 68% de los alimentos de origen animal ingeridos por la población, según el citado informe, y, además, tiene un fuerte anclaje con las costumbres y la propia identidad de las comunidades costeras. No en vano, el plato nacional que se consume casi a diario, el thieboudienne, se sustenta en el pescado. Sin embargo, en los últimos años su consumo ha caído de unos 29 kilos por año y persona a unos 18. La escasez de las especies pelágicas tradicionales en el mercado local y su subida de precios es consecuencia directa de la sobrepesca, sobre todo industrial, que exporta a los mercados asiáticos y europeos, y del uso de técnicas prohibidas o muy agresivas, como el arrastre.
La gran paradoja es que en las aguas de Senegal se pesca cada vez más, pasando de unas 420.000 toneladas capturadas en 2010 a unas 530.000 en 2019, según este informe. Sin embargo, no son los cayucos artesanales los responsables de este incremento sino los grandes barcos de procedencia china, turca o europea y que pescan bajo bandera senegalesa con licencia nacional. “Las cifras de capturas no han descendido, pero sí las tallas, es decir, la biomasa. Casi todas las especies están en situación de colapso”, asegura Bassirou Diarra, ingeniero de Pesca y coordinador de la EJF en Senegal. “Es verdad que la actividad artesanal también ha crecido [oficialmente hay unos 17.000 cayucos, pero las estimaciones más realistas hablan de 22.000], pero el impacto de la pesca industrial es muy superior”, añade.
Las cifras de capturas no han descendido, pero sí las tallas, es decir, la biomasa. Casi todas las especies están en situación de colapso
Bassirou Diarra, ingeniero de Pesca y coordinador de la EJF en Senegal
El informe concluye que la pesca industrial es la principal responsable de la sobrepesca. Pero, ¿quiénes son los culpables? Hace un año, las nuevas autoridades senegalesas hicieron pública la lista de pesqueros industriales autorizados. Y la información que contenía era más que reveladora. En total había 151 barcos autorizados, de los cuales 19 eran atuneros que operaban bajo el marco de los acuerdos de la Unión Europea y que ya no están tras la no renovación de dicho marco legal a finales del año pasado. Precisamente Bruselas decidió romper el acuerdo debido, según las autoridades europeas, a que Senegal era un “país no cooperante” en la lucha contra la pesca ilegal con numerosos déficits en “los sistemas de seguimiento, gestión y vigilancia” de los barcos senegaleses y extranjeros.
Sin embargo, el problema de la sobrepesca recae sobre el resto: 132 barcos con bandera senegalesa de los que, en realidad, el 45% están en manos extranjeras, sobre todo chinas y españolas, de los que un centenar han accedido a estas aguas en los últimos cinco años. “El problema de fondo es la falta de gestión del sector y la opacidad. Nuestra pesca procede del sistema colonial en el que lo importante era producir y producir sin control. La misma noción de gestión del recurso no aparece hasta 1998, cuando se empezó a hablar de la importancia de introducir medidas correctoras. Dos ejemplos: muchos artesanales usan redes prohibidas de plástico, como el monofilamento, y el arrastre de los grandes barcos está autorizado pese a los enormes daños que provoca”, añade el experto.
Prácticas ilegalesLa falta de control efectivo sobre la actividad de los barcos industriales, revela el informe, provoca que muchos de ellos lleven a cabo prácticas como uso de redes modificadas, incursiones en zonas reservadas para los artesanales, captura de alevines o inmaduros, cambio de nombres para evadir los registros o apagado de los sistemas de tracking (que monitorizan en tiempo real su ubicación o ruta), así como descargas en alta mar. Solo entre enero y julio de 2024, las autoridades senegalesas interceptaron 24 barcos por la comisión de algunos de estos delitos, lo cual revela la extensión de las prácticas ilegales.
“El Gobierno ha vendido todo el mar a los grandes barcos”, asegura el emigrante y expescador Idrisa Seye en una entrevista publicada en el informe de la EJF. “Algunas veces podías estar pescando en una zona y de repente te veías rodeado por seis o siete barcos. Pueden engancharse fácilmente en tus redes y llevárselas consigo. Cada captura que se supone que ibas a hacer, se la llevan esos barcos. Y pescan el día entero, de día y de noche. Nunca paran. Así que todo el pescado que se supone que nosotros debíamos pescar, se lo llevan ellos por la noche. O si dejas puestas tus redes por la noche, regresas y ves que se lo han llevado todo. Se alejan con tus redes”, protesta.
El Gobierno ha vendido todo el mar a los grandes barcos
Idrisa Seye, expescador senegalés
En Kayar, uno de los principales puntos de pesca del país, reina la desolación. Los propietarios de cayucos se lamentan de que la mayoría de los jóvenes se han ido a la emigración y de que apenas quedan tripulantes. La situación es idéntica en Saint Louis o Mbour. Nafi Kebé, transformadora de pescado en Bargny, describe la situación. “No hay nada más frustrante para un joven que sabe que tiene que ayudar a su madre que acabar siendo ayudado por ella. Estos chicos dependen de su madre para sus gastos cotidianos. Todos dependemos del pescado, pero ¿cómo vas a ayudar a tu madre si el mar no tiene pescado? Nuestros hijos solían volver con muchas capturas, pero ahora pasan hasta 15 días en el mar y no cogen nada. Eran nuestro sostén, pero ahora nosotras los ayudamos a ellos”, explica.
El nuevo Gobierno senegalés, reconoce la EJF, ha dado pasos hacia una mayor transparencia con la publicación de la lista de barcos que operan en aguas senegalesas, pero aún queda mucho por hacer. La fundación considera prioritario restaurar las poblaciones de pescado mediante la erradicación de las prácticas ilegales merced a controles más efectivos, lo que incluye sanciones más duras para quienes se salten la ley. A su juicio, la pesca artesanal debería contar con zonas reservadas más amplias. Por su parte, la fundación pide a la Unión Europea que retome su colaboración con Senegal para permitir que las pesquerías sean sostenibles.
“Los migrantes se van a Europa por razones diversas, pero los pescadores tienen un peso enorme en el fenómeno de los cayucos. La mayor parte de los jóvenes que se dedicaban a esta actividad se ha ido o piensa en hacerlo y esto se debe a que el mar ya no les da su sustento. Las autoridades tanto de Senegal como europeas deben trabajar juntas para proteger esta actividad, para que haya una mejor gestión y transparencia. Tenemos que proteger a las comunidades costeras. A mi juicio ha habido tanto falta de voluntad política como escasez de medios”, concluye Bassirou Diarra.
EL PAÍS