'Hemos bailado canciones sobre feminicidios sin darnos cuenta': Vivir Quintana, la cantante mexicana

En diciembre de 2013, la joven Yakiri Rubio fue secuestrada por dos hombres que la condujeron a un hotel para violarla. Después de ultrajarla, uno de ellos intentó asesinarla. En el momento, mató a su agresor en defensa propia; sin embargo, la acusaron de homicidio calificado y la encarcelaron.
En esta historia se basa La nochebuena más triste, de Vivir Quintana, una cantante mexicana que presta su voz a aquellas mujeres que, por violencia de género, ya no pueden alzarla.
Fue mi inocencia y mi cuerpo
La valentía de mis huesos
Dice esta composición que hace parte del último álbum de la artista llamado Cosas que sorprenden a la audiencia, en el que cuenta, a través de 10 composiciones, las historias de mujeres que fueron privadas de su libertad por defenderse de sus agresores. Estos mensajes fuertes, acompañados de una música regional con la lírica popular de México, o folk regional.
Esta artista se ha convertido en la cara y la melodía de la lucha feminista en manifestaciones, como las del 8 M. En especial, porque es la autora de Canción sin miedo, un himno que denuncia feminicidios, que se viralizó por WhatsApp y que nombra a mujeres que fueron asesinadas a causa de este delito en México.
Una de ellas es Ingrid Escamilla, una joven de 25 años originaria de Puebla que fue brutalmente asesinada en febrero de 2020 en la Ciudad de México. Fue asesinada por su novio. En la canción también se menciona a Valeria, una niña del Estado de Morelos, también víctima de feminicidio.
"Esos nombres son un símbolo. No solo son personas, son nombres que nos incluyen a todas", cuenta Quintana, quien habló con EL TIEMPO sobre su carrera, cómo fue construir este disco y cómo la afecta tratar un tema que da tanta desesperanza.
¿Qué significa Mon Laferte para usted?México y Chile unidos. También fue por la misma intención de cantar por las mujeres. Nos dimos cuenta —sobre todo Mon— de que teníamos una afinidad: a las dos nos preocupaban los contextos sociales que viven las mujeres en nuestros territorios.
Yo estaba trabajando —y sigo haciéndolo— con mujeres privadas de su libertad física. Mon también lo hacía en Valparaíso. Eso nos conectó muchísimo. Y cuando te une algo así con otra compañera, entiendes que pueden hacer proyectos juntas, levantar voces más fuertes.
Mon hizo conmigo un ejercicio grande de sororidad. Me dijo: "Quiero que hagas esta canción, pero también te presto el escenario para que la difundas". Es una mujer que admiro mucho, y que ahora tengo la dicha de llamar amiga. Hemos pasado fechas importantes juntas.

Vivir Quintana Foto:Cortesía
Cuando me senté a escribir, con tan pocas horas, pensé: ¿de qué quiero hablar? Y era algo que ya habíamos platicado juntas: el feminicidio. Más que hablarlo, era denunciarlo. Pero también era regalar una canción para todas. Que no fuera centralizada, sino que abarcara la lucha de todas, reconociendo que son luchas diversas, pero nos une el mismo deseo de que haya visibilidad, que la justicia no sea un camino inalcanzable. Especialmente para las mujeres que han vivido procesos tan dolorosos.
¿Recuerda su primer pensamiento al entrar a un centro penitenciario de mujeres?Pensé que no cuidamos nuestra libertad. A veces creemos que quienes estamos afuera somos buenas y que quienes están adentro son malas, y eso es totalmente erróneo. Vivir en un país donde la justicia no tiene buen camino es estar en un lugar donde la libertad no está asegurada. Hay que cuidarla.
En Canción sin miedo menciona nombres como Ingrid, Esther, Teresa. ¿Son mujeres que conoció?Más allá de conocerlas personalmente, con sus nombres deseaba expresar que a cualquiera de nosotras nos puede pasar lo que les ocurre a ellas en la histora. Cuando escribí esa canción, el feminicidio de Ingrid Escamilla estaba muy presente. También el caso de Valeria, una niña del Estado de Morelos. Esos nombres son un símbolo. No solo son personas, son nombres que nos incluyen a todas.
Algo que sorprende de sus canciones es el contraste entre el mensaje y el ritmo. Algunas son muy animadas, pero la letra es durísima. ¿Cómo fue hacer las paces entre la música y la letra?Fue entender que a muchas mujeres privadas de libertad les dicen que ya no merecen el gozo ni la alegría. Y eso no es cierto. Ellas también tienen derecho a la comunicación, a la música, a la belleza, al gozo.
Hemos bailado canciones que hablan de feminicidios sin darnos cuenta. Entonces, ¿por qué no hacerlo desde otro lugar? Esto era decirles que, aunque pasaron por cosas muy difíciles, tienen derecho a defenderse y también a la alegría.
Uno de los productores me decía: “Me siento culpable bailando esta canción”. Y yo le respondí: “¿Y por qué no te sientes culpable bailando otras que son peores?”. Nos sorprende que una mujer se defienda, pero no nos sorprende el feminicidio diario. Nos sorprende que una mujer cante su historia, pero no que una madre buscadora sufra sola.

Vivir Quintana Foto:Cortesía
Esa canción la hice así porque la mujer que inspiró la historia me dijo que en la cárcel rezaba mucho con sus compañeras. Me dijo: “En la cárcel fue donde más fe encontré”. Entonces quise empezar la canción así, como haciéndole honor a esa experiencia espiritual. Cada canción de mi último disco, Cosas que sorprenden a la audiencia, es una historia que refleja cómo vivió y vive una mujer.
¿Cuál fue la primera canción que escribió del álbum?Las cosas que sorprenden a la audiencia, que es la última del disco. Esa fue la primera. Surgió después de ver una entrevista en Facebook, hace más de diez años. Una mujer decía: “Denuncié muchas veces que mi esposo me hacía daño. Nadie me escuchó. El día que me defendí, todo cambió”.
Los comentarios eran brutales: “Ojalá la maten en la cárcel”, “¿Por qué no denunció más?”. Pero al final, ella decía: “Ni sufro de conciencia ni muero de tristeza, son cosas que sorprenden a la audiencia”. Y de ahí nació todo.
El 8 de marzo en México es una fecha muy fuerte, porque es el día en que las mujeres salen a gritar por sus derechos. ¿Cómo es ser un rostro visible de la lucha feminista?Es muy especial. Me doy el chance de compartir con las mías, de unirnos por una sola lucha. Pero sí, ser una cara visible es fuerte. Porque lo que digo tiene peso. Y sé que muchas veces soy la amiga a la que todas quieren contarle su historia. Es un proceso de escucha, pero también de entender que todas somos diferentes y que, aunque nos atraviesan violencias similares, también nos conecta la resistencia.
Y hay que hacer activismo desde el autocuidado. No puedes decirles a las morras “no estás sola” si tú llegas a casa sintiéndote sola. Hay que ser congruente entre lo que dices y lo que vives, en lo público y en lo privado.
Este álbum también es contestatario, pero algunas canciones pueden parecer desesperanzadoras. ¿Cómo balancear la denuncia sin quitar la esperanza?Es difícil. Pero siempre les digo a las compañeras: hay que esperar a que las cosas cambien. Afuera hay gente a la que le importa. No soy la única. Mi equipo, incluso la disquera, me ha acompañado a las cárceles.
En México, las mujeres en prisión son las más abandonadas. Casi el 80% no son visitadas. Los hombres sí, pero ¿por quién? Por mujeres. En cambio, cuando una mujer delinque, es castigada más allá de la justicia, porque se espera que seamos buenas, madres, dulces. Y si no cumplimos eso, nos abandonan.
¿Cómo cree que estas mujeres de las que habla en el álbum perciben el hecho de haber asesinado a otra persona?Ellas no lo hicieron porque quisieron. Hay una diferencia entre un feminicidio y una legítima defensa. Cuando le preguntas a un hombre por qué mató, suele responder: “Porque era mía”. Pero cuando le preguntas a una mujer que se defendió, te dice: “Fue mi último recurso. No quería hacerlo”.
Muchas ni siquiera saben en el momento que su agresor murió. Se enteran después. No es premeditado. No es venganza. Y no les pregunto cómo se sienten, porque eso sería revictimizarlas. No se trata de revivirles el horror. Les digo: “Tú no eres lo que te pasó”.

Vivir Quintana Foto:Cortesía
Voy a terapia. Tengo una terapeuta que me ayuda a aterrizar las emociones. Y también trato de recordar que yo no soy la salvadora de nadie. Si me pongo en ese lugar, me vuelvo egocéntrica. Estoy aquí para escuchar, acompañar, y seguir aprendiendo.
María Jimena Delgado Díaz
eltiempo