Así bailan las futuras estrellas de la danza: el Ballet de la Ópera de París presenta en España su cantera

Son tan jóvenes que hace falta esperar a que suene la música para comprobar su habilidad. Relevés precisos, entrelacés bien dibujados y pirouettes de quien lleva haciéndolas durante años. Bailan mientras atienden como soldados las órdenes de sus directores, que les corrigen amablemente cuando detectan alguna imprecisión. “Tarde, vas siempre tarde”, le dicen a uno de ellos, que no tiene más remedio que sonreír ante las miradas cómplices del grupo. “No la empujes, parece que la estás empujando”, reclaman a otro. Es un grupo homogéneo de bailarines espigados, musculosos, que no superan los 25 años —algunos apenas rozan la mayoría de edad—, pero que ya llevan a sus espaldas un apellido imponente en el mundo de la danza, el del Ballet de la Ópera de París. Con un matiz: son parte del recién fundado Junior Ballet, un paso previo a la compañía puntera en la élite de la disciplina. Ensayan en el escenario que el festival de los Veranos de la Villa monta en el patio central del Centro Cultural Conde Duque de Madrid, donde actuarán este 29 y 30 de julio antes de viajar a Santander el 1 de agosto.
Uno de los que corrige a los jóvenes es el español José Carlos Martínez, antigua estrella de esa formación y director de la compañía principal desde 2022, tras su etapa al frente de la Compañía Nacional de Danza de España entre 2011 y 2019. El proyecto puesto en marcha por Martínez, un modelo extendido en muchas de las grandes compañías de ballet del mundo, reúne a 18 bailarines de entre 18 y 23 años, de siete nacionalidades distintas. Son aventajados en lo suyo, sin duda. Reaccionan como esponjas a los comentarios y se adaptan de inmediato a las indicaciones. Todos tienen formación en las mejores escuelas del mundo y llegaron a la compañía después de un proceso de audiciones donde participaron cerca de 1.000 jóvenes. Aunque la idea principal de Martínez es crear un vínculo entre la compañía estelar y la propia escuela de la Ópera —fundada en 1713 por Luis XIV, una de las más prestigiosas canteras de danza del mundo—, de donde han salido 12 de los 14 étoiles (estrellas, en francés) que tiene hoy la formación principal.
“Tenía que existir una transición más suave antes de llegar a la vida profesional. Es una etapa importante. Este es el momento donde estás buscando el primer contrato profesional, pero a la vez estás terminando de desarrollarte físicamente y sigues aprendiendo”, explica. También es una oportunidad excelente para que puedan “formarse en la escuela francesa” y terminar como profesionales, que sepan cómo funcionan las cosas dentro de la compañía parisina.

A los jóvenes, que inauguraron este proyecto en otoño del año pasado, les ofrecen un contrato de “profesionalización” de dos años donde combinan aprendizaje con trabajo de élite. “Tienen una serie de clases, de distintos tipos de danza, de historia de la danza... Y luego viven experiencias con los coreógrafos, con los maestros de baile, los repetidores que montan los ballets del repertorio de la Ópera de París. Aprenden todos los ballets y pasan así los cuatro primeros meses antes de montar el espectáculo”, añade el director. También colaboran en proyectos puntuales con la compañía estelar. Este año, por ejemplo, fueron parte del cuerpo de baile de la producción de La bella durmiente. “Es prácticamente como un contrato con la compañía, pero con esa parte de formación”.
El gran objetivo de todos ellos, explica el valenciano de 22 años Santiago Sales —uno de los dos españoles del Junior—, es quedarse en la compañía sénior al terminar los dos años: “Esa es la idea del Junior Ballet, o entrar en la Ópera o en alguna otra muy buena compañía. Aunque todos queremos quedarnos en París”. Su vida formal en la danza empezó con ocho años en el conservatorio de Valencia, luego llegó a la escuela de París y en 2023 se convirtió en bailarín supernumerario de la agrupación. Como todos sus compañeros, ha dedicado su vida entera a la disciplina, porque para estar donde están no hay alternativa posible. “Realmente es increíble cuando te dicen que vas a venir aquí. De este mundo profesional lo que más me gusta son todas las oportunidades que tenemos de bailar cosas tan diferentes y de aprender tanto”, cuenta.
Pero probar las mieles del elitismo en su disciplina y el glamur de representar a la agrupación centenaria implica también dosis elevadas de exigencia. “Ghislaine Thesmar [reconocida bailarina francesa]”, expone Martínez, “dijo alguna vez que la Ópera de París es una máquina donde si no eres fuerte, no puedes estar”. Por eso, además de buscar a bailarines con talento, la característica que más le importa a la hora de seleccionar es la fuerza mental: “Alguien que necesita más esfuerzo para conseguir las cosas, pero que está ahí, a tope, puede conseguirlo. En cambio, por más talento que tenga, si no está fuerte mentalmente no puede asumir la carga y todo el trabajo que requiere”.
Esa ha sido una de las grandes pegas que en tiempos recientes se le ponen a la formación de bailarines. Las enormes exigencias físicas (mantener el peso, desarrollar el cuerpo, lesiones constantes derivadas de esfuerzos mayúsculos), la innata competencia para sobresalir y la exigencia mental que conlleva la perfección, pueden afectar notablemente a la salud mental de los jóvenes. La nueva compañía, más allá del psicólogo de base —y el enorme equipo médico de la Ópera, desde una veintena de fisioterapeutas hasta un ginecólogo—, no incorpora ningún mecanismo adicional para garantizar una buena salud mental. Pero el director reconoce tener el tema en la cabeza. “Creo que ese es mi reto ahora. Hacer que los bailarines puedan evolucionar, pero teniendo en cuenta esos factores que antes se tenían menos en cuenta. Es importante saber cómo llevarlo. Ver cómo puedes llegar a la excelencia sin desaparecer detrás, sintiéndote bien, es mucho más interesante”.

Su pupilo español recurre al apoyo de su familia y de sus compañeros: “No somos todos iguales, pero todos vivimos un poco lo mismo, entonces podemos ayudarnos mutuamente. Yo creo que hablando, incluso hablándose a sí mismo, mandándose mensajes positivos, es como se lidian mejor las cosas”. Pero para él, que charla tranquilo y reconoce llevar bien la presión, lo que más le aporta la compañía es la experiencia. “Las primeras veces que actuamos había un poco más de nervios, pero ahora cada vez que salimos al escenario vamos a disfrutar. También es de lo que se trata, de aprender a estar en el escenario. Así que yo creo que hemos aprendido a controlar los nervios y a salir contentos”, explica.
Para que pisen ese escenario, Martínez combina “cosas del repertorio, porque hay que ver cómo funcionan en eso”, y coreografías “creadas específicamente para ellos”. De ello surge el programa con el que llegan a España, después de pasar por Grecia, Alemania o Reino Unido. Bailarán clásicos del repertorio de la Ópera de París, como Allegro Brillante, de George Balanchine, y otras piezas creadas para jóvenes como Mi Favorita, del propio Martínez.
Al valenciano Sales le alegra volver “a bailar en casa” y en presencia de su familia, antes de seguir su camino fuera. El director lo deja claro: “El trabajo en España en formación yo creo que está muy bien. Salen muy buenos bailarines españoles que están bailando en todas las compañías del mundo. Luego, si comparas a nivel profesional Francia y España, no hay mucha comparación. Nada más que hay que ver lo que es la Compañía Nacional y el Ballet de la Ópera de París. Esta son 154 bailarines más 18 de la compañía joven. Más de 360 años de antigüedad, dos teatros como sede. Es totalmente una liga diferente. A nivel de compañías profesionales el panorama es muy triste, es decir, hay muy poca cosa”. El futuro está allá fuera.
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