Con canas, achaques y calvicie: el espíritu de la movida regresa 40 años después
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Les han salido arrugas, padecen achaques varios, casi todos peinan canas, raro es el que no sufre las inclemencias de la calvicie, muchos son abuelos, hay incluso quien utiliza un sonotone. Pero hace 40 años eran lo más de lo más: los más modernos, los más transgresores, los más osados, los más artísticos. Hablamos de gente como Alejo Stivel (del grupo Tequila), Teo Cardalda (Golpes Bajos), Alberto García Alix, Álvaro Urquijo (Los Secretos), Paco Clavel, Coque Malla (Los Ronaldos), Joaquín Rodríguez, (Los Nikis), Ana Curra (Parálisis Permanente), José Luis Moro (Un Pingüino en mi Ascensor)... Entre abrazos, frases (no siempre sinceras) del tipo “qué bien te veo” y palmaditas en la espalda, todos ellos se reencontraron ayer en la inauguración de La Movida, juventud y libertad. 1977-1986, la exposición que rinde homenaje a esos años de efervescencia cultural y que hasta el 20 de julio se puede visitar en la sede en Madrid de la Sociedad General de Autores y Editores, la SGAE.
Comisariada por otro de los nombres míticos de la movida -Sabino Méndez, autor de muchos de los temas de Loquillo- la muestra repasa a través de numerosos objetos la explosión de creatividad que se vivió a partir de muerte de Franco en noviembre de 1975 y en el inicio de la Transición, cuando una juventud sedienta de libertad abanderó una subversiva y muy frenética revolución cultural (o más bien contracultural).
Los precursores de la movida fueron grupos como Tequila o Burning, que hicieron de puente entre el rock más clásico y las corrientes pop que estaban emergiendo. Y cuando llegó la movida propiamente dicha, aquello fue una locura que rápidamente se propagó a todas las expresiones artísticas -música, plástica, cine, fotografía, moda, diseño…- y que aunque tuvo su epicentro en Madrid, pronto se extendió por otros muchos puntos de la geografía española.
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“La exposición no hace interpretaciones ni valoraciones ni entra en el terreno de las manipulaciones políticas sobre la movida, que también las hubo. Pretende ser un muestrario, un índice, de lo que fueron aquellos años para que el que venga a verla pueda juzgar por su cuenta”, explica Sabino Méndez.
Ahí están las cámaras de Super 8 con las que Pedro Almodóvar filmó sus primeros cortos, el cuaderno de Telefónica en el que siendo funcionario de esa empresa escribió el borrador del guion de El gran chasco, precursora de Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, su primer largometraje. Está la partitura original de Bernardo Bonezzi de Mujeres al borde de un ataque de nervios y, en concreto, de la famosa escena en la que Julieta Serrano obliga a punta de pistola a un rocker (Ambite, el bajista de Los Pistones) a llevarla al aeropuerto en su Harley-Davidson mientras Carmen Maura la sigue a bordo del mambo-taxi. Están las letras manuscritas por Antonio Vega de algunas de sus canciones más conocidas, como por ejemplo El sitio de mi recreo. Hay fotografías de Ouka Leele, de Alberto García-Alix, de Pérez-Mínguez..
Hay portadas de discos, pósteres de grupos y anuncios de conciertos, a través de los cuales están representados una treintena de grupos emblemáticos de aquel periodo, incluidos Alaska y los Pegamoides, El Aviador Dro y sus Obreros especializados, Gabinete Caligari, Nacha Pop, Parálisis Permanente y Hombres G, entre tantos otros Está la guitarra de Jorge Martínez, de Los Ilegales; la de Emilio J. López, de Los Elegantes, la primera guitarra que tuvo David Summers, de Los Hombres G.
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Hay cuadros de Ceesepe, de El Hortelano, de Carlos Berlanga, de Guillermo Pérez Villata… Muchas revistas, muchos fanzines. “No existían las redes sociales, nos informábamos a través de las revistas y de los fanzines, que por lo general consistían en unas fotocopias grapadas y que se distribuían en los locales y bares que frecuentábamos”, explica Sabino Méndez.
Y, por supuesto, no falta la ropa, porque el look, la imagen, era uno de los principales signos de ruptura con lo establecido que supuso la movida. En la exposición de la SGAE hay desde un mono industrial de Aviador Dro hasta la camisa que Edi Clavo lucía en el primer disco de Gabinete Caligari, pasando por un par de coloridas chaquetas de Tino Casal, un elegante esmoquin de Loquillo, un abrigo de Alaska diseñado por uno de sus estilistas de cabecera, Antonio Alvarado; la camisa que Bernardo Bonezzi, el líder de Los Zombies, llevaba en el vídeo de Groenlandia o las falditas hawaianas (aderezadas con plátanos de plástico) que lucían las dos chicas que hacían los coros en Objetivo Birmania (las birmettes). “La moda era un elemento fundamental en la época y muchos de los modelos que lucíamos nos los hacíamos nosotros mismos”, asegura Méndez.
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Los textos que acompañan la muestra y que van guiando al visitante por aquella etapa mágica llevan la firma de algunos de los grandes periodistas musicales de la movida, Diego A. Manrique, Jesús Ordovás, Patricia Godes o Rafa Cervera. Y también hay una sección dedicada a los medios de comunicación y, en concreto, a la televisión y la radio. “La movida hubiera sido imposible que tuviera el eco que tuvo sin el apoyo de personas como Jesús Ordovás, Diego Manrique, Carlos Tena o Paloma Chamorro”, destaca Sabino Méndez.
Oficialmente, para 1986 la movida ya estaba desahuciada, se la daba prácticamente por muerta. Pero aún logró extender un poco más sus años de vida de la mano de una segunda hornada de artistas (músicos en su inmensa mayoría), un poco más jóvenes que los grandes protagonistas de la movida y entre los que se encontraban por ejemplo se Los Ronaldos, Los Hombres G, Los Secretos o Un Pingüino en mi Ascensor. Pero para 1989, la movida ya había acabado completamente.
El Confidencial