Cuando Barcelona vibraba con la Gabo Sound Machine

“Y tú, quién sabe por dónde andarás, quién sabe qué aventuras tendrás...”. En 1968 el escritor Gabriel García Márquez encendió por primera vez su equipo de sonido en Barcelona y escuchó los versos del bolero Perfidia. La canción le haría recordar la aventura de su viaje por el río Magdalena en 1945 con rumbo hacia Bogotá, en busca de una beca que le confiriera el título de bachiller. En la embarcación que lo transportaba, Gabo tuvo la gracia de cantar el bolero y la buena suerte de escribir la letra de la canción a petición de un hombre.
Adolfo Gómez Támara seguía la canción en la voz de García Márquez. Se trataba del director nacional de Becas del Ministerio de Educación de Colombia, quien coincidió con Gabo rumbo hacia la capital del país. La transcripción de la letra y su interpretación le valdrían al escritor una importante beca de estudios en el Liceo Nacional de Varones de Zipaquirá, luego de que días después el funcionario lo reconociera en una fila de aspirantes y, en agradecimiento, lo instalara en la ciudad de los treinta dos campanarios.
“Dicen que uno vive donde tiene sus libros, pero yo vivo donde tengo mis discos, tengo más de 5.000”El nombre del bolero lo conocimos con el investigador literario Antonio Arévalo en una entrevista al escritor bogotano Gustavo Ramírez. Traíamos entre manos el podcast Gabo, entre la ciudad y la ficción . Y en el quinto episodio, Barcelona: era una fiesta , emergió del naufragio la caja musical de García Márquez con un pomposo nombre que suena más a orquesta de salsa de los años setenta que a un equipo de sonido.
Se trata de la Gabo Sound Machine, el nombre que las escritoras Rosa Regàs y Nélida Piñón dieron al equipo de sonido de García Márquez. Así que seguimos el rastro de la mítica y original Gabo Sound Machine, su amplificador, los altavoces y el tocadiscos, y encontramos que, de marca Vieta DOS, fue adquirida por García Márquez en 1968 en la Sala Aixelá, en el 13 de la rambla de Catalunya de Barcelona.

El Nobel Gabriel García Márquez fotografiado mientras bailaba animadamente cumbia
REDACCIÓN / TercerosEl aparato se instaló en casa del escritor en la calle Caponata de Barcelona. Sonaba no menos de dos horas diarias, dijo Gabo a un periodista cuando le preguntó sobre su afición musical. Si para él la música es todo lo que suena, no quedaba otra que la insonorización de su vivienda. Por lo general, la música en Colombia es el disfrute de los altos decibelios que estremecen sin horario, fecha o explicación aparente. Las Sound Machine de allá son parranderas, bochinchosas y desproporcionadas. El estruendo de su sonido congrega al barrio en torno a la música y la gastronomía. Las ollas comunitarias, con sopa de sancocho, o las mesas adornadas con lechonas se ubican en el centro de la calle con cuidado de no reducir el espacio a las parejas que bailan a todo volumen salsa, vallenato, merengue, mapalé, cumbia o bullerengue.
El placer de la tradición colombiana colisiona en Catalunya cuando el escritor vive en la holgura económica que se había procurado. En Barcelona, García Márquez inauguraba el sueño de generar ingresos a cuenta de los textos que publica y las posibilidades económicas de la familia se disparan, lo que explica la presencia de la Sound Machine en el entorno de los Gabos, como los nombraron sus amigos en la ciudad.
Es posible que los arquitectos Alfonso Milá y Federico Correa hayan tenido relación con las obras de insonorización. Ellos realizaron el trabajo de interiorismo del conjunto de la casa del escritor. Esto le permitió esquivar los reclamos y desencuentros con los vecinos, producto del sonido de la poderosa máquina. En ocasiones, el escritor fundía el sonido de la Sound Machine entre los brazos de Mercedes Barcha, con quien acostumbraba a bailar boleros. Un recuerdo del menor de los hijos de los García Barcha, Gonzalo.

Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha, en 1968, al año de su llegada a Barcelona
REDACCIÓN / TercerosEntre los testigos de aquella parafernalia del sonido son cómplices los amigos. El matrimonio de los Feduchi, Luis y Leticia, la familia Pomés, Leopoldo y Karin y parte de la dinastía de la familia Regás. Las familias coinciden que entre 1967 y 1975 la Gabo Sound Machine hizo vibrar la estructura de los 170 metros cuadrados del hogar de los Gabos.
Contrario a lo que críticos y seguidores fabularan sobre la vida del escritor, su residencia no era el templo de interminables y rebuscados volúmenes. “Dicen que uno vive donde tiene sus libros, pero yo vivo donde tengo mis discos. Tengo más de cinco mil”, sentenció el Nobel colombiano en una entrevista al periódico El Manifiesto en 1977. Es decir, en los primeros nueve años de la aparición oficial de la Gabo Sound Machine en la familia García Barcha.
Las pistas iniciales obtenidas para la elaboración de esta crónica indican que, refundida entre las marcas de los equipos de sonido del escritor, se asoma la Scott R 337, valorada en treinta mil pesetas. Un presupuesto musical que podría representarle a cualquier familia de ingreso medio en los años setenta el dinero inicial para un piso de 40 metros cuadrados o un coche Seat 600 de segunda mano. O diez mil barras de pan.
“Gabo compraba discos a lo grande en la hoy desaparecida tienda Castelló de la calle Tallers”Ninguno de los proveedores de los servicios de sonido de Gabo estaba ubicado a más de veinte minutos en coche desde su casa en la calle Caponata o desde su piso en paseo de Gràcia. El mapa sonoro del escritor iniciaba con la compra de discos en la legendaria Unión Musical Casa Werner, ubicada en los setenta en la calle Fontanella. Buena parte de los altavoces proceden de la tienda Audio Reference, antes ubicada en la calle Provença, hoy en Copèrnic. Sandra, la dependienta de ese lugar, prefiere no revelar los detalles de los equipos de sonido que Gabo les compró tiempo atrás. Sin embargo, el tono de su voz desvela una orgullosa sonrisa cuando recuerda al Nobel colombiano como cliente estelar del establecimiento. Entretanto, los amigos del escritor en la ciudad destacan que Gabo compraba discos a lo grande en la hoy desaparecida tienda Castelló de la calle Tallers.
Los equipos de sonido elegidos por el escritor representaron facturas que la agencia Balcells pagaba por García Márquez en los establecimientos. La cifra aumentaba conforme la tecnología se refinó con los años. Los propietarios y vendedores de las tiendas contactaban con insistencia al asiduo melómano escritor para ofrecerle complementos de todo tipo que actualizaban, por partes, la Sound Machine. Gabo los aceptaba todos sin reparos. Un hecho que produjo un efecto de repartición en cadena de la potente máquina. Las consolas, los altavoces, el amplificador y uno que otro disco fueron cedidos durante años a los más queridos legatarios del escritor en Barcelona: las familias Feduchi y Regás.

Gabriel García Márquez escucha música popular en Aracataca, su ciudad natal
REDACCIÓN / TercerosAquel recuerdo del desfile tecnológico de la Sound Machine lo conservan Poldo Pomés, su esposa Marta Feduchi y la hermana de esta, Belén. Marta recuerda haber visto unos altavoces en la casa de su madre, Leticia Feduchi, entregados por los Gabo cuando regresaron de México. Belén comparte una foto de la Scott R 337 que reposa en su casa y que además podría tratarse de la Gabo Sound Machine primera. Poldo revisa de nuevo sus archivos fotográficos e identifica unos altavoces ingleses A.R. del universo sonoro heredado por el escritor. Pregunta si la fotografía que envía su cuñada Belén coincide con la que tiene radio o es la del amplificador. En definitiva, la Sound Machine son todas las anteriores.
La familia García Márquez frecuentaba Barcelona en al menos dos ocasiones anuales después de radicarse en Ciudad de México en 1975. Las visitas se materializan entre los años ochenta y noventa. En alguno de esos días por la ciudad, Gabo rebuscaba tiempo y amigos con quien emprender el trasegar musical, a lo que el joven Poldo Pomés se sumaba con entusiasmo. Entre los discos que pagaron la visa del exitoso escritor no existen distinciones musicales.
De la tienda de discos Castelló recuerdan salir los LP recopilatorios de pasodobles, los flamencos de la Pantoja, las baladas de Julio Iglesias, las canciones de Rocío Jurado, Temas Hispanoamericanos del pianista y compositor Tete Montoliu, los Beatles y los títulos de chanson. Las rancheras de Vicente Fernández, en especial a Gabo le interesó la versión de la canción Nube viajera interpretada por el hijo del mero mexicano, el Potrillo , Alejandro.
Se refería a Rafael Escalona como “el intelectual del vallenato”, y Escalona le jugó una broma al presentarle a un tal José Prudencio Aguilar, que Gabo llevó a 'Cien años de Soledad'Los boleros de Lucho Gatica y la genial simbiosis de Eydie Gormé con Los Panchos. Los discos del bolerista puertorriqueño Daniel Santos, los temas del cubano Miguelito Valdés, los boleros del ecuatoriano Julio Jaramillo y los discos de Armando Manzanero, de quien Gabo sentenció: “Es el mayor poeta de habla hispana”. Se lo diría al fotógrafo y publicista Leopoldo Pomés en Barcelona.
El rey del bolero español, Moncho, en la interpretación de su canción Llévatela, tema musical que entusiasmó a Gabo y que cantó en un dúo improvisado con el padre de Marta y Belén, Luis Feduchi. Te solté la rienda en la interpretación original de José Alfredo Jiménez, que García Márquez defendió entre whiskies y tertulias musicales ante la aparición de una versión remasterizada lanzada en el 1999 por el grupo mexicano Maná.
Los vallenatos de Colombia en la voz de Emiliano Zuleta con La gota fría . Leandro Diaz con La diosa coronada y Elegía a Jaime Molina de su compadre Rafael Escalona. La amistad entre Gabo y Escalona fue tan legendaria e influyente que dejaron trozos de cada uno en la obra del otro. El escritor se refería a Escalona como “el intelectual del vallenato”, mientras que el cantante vallenato jugó una broma al escritor cuando le presentó en Manaure (La Guajira, Colombia) a un tal José Prudencio Aguilar, un personaje que Gabo llevó a Cien años de Soledad . Es probable que la psicoanalista Leticia Feduchi no llegara al detalle de las canciones y anécdotas vallenatas tan propias de la tradición caribe colombiana, sin embargo, recuerda que sonaron los acordeones en casa de los Gabos.
En la extensa discografía de García Márquez se encuentra al propio García Márquez. Los Hermanos Zuleta compusieron en su honor El vallenato Nobel que inicia con los versos, “Gabo te mandó de Estocolmo un poco de cosas muy lindas. Una mariposa amarilla y muchos pescaditos de oro”. En 1996 realiza una colaboración hablada para la Intro del disco homenaje al cantautor cubano Pablo Milanés. Se trata de veinte canciones que reposan bajo el título Pablo Querido y en las que García Márquez reivindica la bienaventuranza de sus dotes de cantante cuando el escritor comenta en ese disco: “He tenido el privilegio de asistir durante años a la evolución de este milagro y hoy sé que no hay felicidad más pura que la felicidad de cantar”.
Un repertorio de discos imprescindibles en la colección musical de Gabo, comparte la mamá de los Feduchi, Leticia. Música de Stravinsky, Shostakóvich y los clásicos como Bach, Schubert y especialmente, Mozart, de quien García Márquez decía “entraba mejor en la mañana” porque el piano de Béla Bartók “es más jodido de oír a esa hora”. Algunos estudiosos de la obra del escritor aseguran que el Concierto para piano núm. 3 de Bartók puso ritmo a obras como El otoño del patriarca , escrita por Gabo en Barcelona en 1975.
Una exposición narrará en 2026 al Gabo musical desde el vallenato a las rancheras, el bolero y la clásica que pusieron tinta a sus textosLa pretensión del hallazgo de la Gabo Sound Machine pasó de ser un hecho anecdótico de la vida del escritor para convertirse en un ejercicio de investigación y difusión que destaca la influencia musical de Gabo en el lugar que le corresponde. En coordinación con diversas instituciones alrededor del universo garciamarquiano y con otras especializadas en temas musicales, hemos pasado de crear el podcast sobre la influencia de las ciudades en la obra de García Márquez a estructurar una exposición para el público que permita narrar al Gabo musical desde el vallenato, las rancheras, el bolero, la música clásica y los demás géneros musicales que le pusieron tinta a sus textos. La exposición será estrenada en el 2026.
Lo cierto es que un día de 1968 García Márquez desactivó el botón de encendido de su propia Gabo Sound Machine. Seguido de un silencio en la sala, Gabo le pidió al cantautor Armando Manzanero que interpretara su más reciente bolero y el mexicano agarró la guitarra. Leticia Feduchi no alcanza a recordar el nombre del tema musical y Marta, su hija, agrega que a los Gabos les encantó el bolero Somos novios del cantautor mexicano, un tema musical publicado ese mismo año y que dio nombre al legendario disco. Aun sin la certeza del bolero interpretado por Manzanero ese día de 1968 en la casa de García Márquez, fueron los acordes de una guitarra y la voz de uno de los mejores boleristas de la historia los que sonaron en la presencia silenciosa de la Gabo Sound Machine.
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