EEUU revitaliza a Chillida y saca sus grandes obras de los almacenes de sus museos
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Eduardo Chillida (1924-2002) tuvo en sus primeros años una gran relación de amor con Estados Unidos. Fue un país que ya en los sesenta apostó por él cuando apenas se abría paso en el circuito internacional, gracias en gran parte al galerista Aimé Maeght, que ya le había expuesto en París en los cincuenta y que le abrió las puertas al otro lado del Atlántico.
El Guggenheim Museum (1959), el Museum of Modern Art (1960), el Carnegie Institute (1961) o el Museum of Fine Arts de Houston (1962) fueron los primeros en organizar exposiciones colectivas hasta que en 1966 llegaría su primera gran exposición individual en este país (en el Fine Arts de Houston). Los coleccionistas americanos empezaron a comprar su obra creándose un importante corpus del artista en EEUU que se reforzaría en los setenta convirtiéndose en uno de los grandes iconos del arte español en una época en la que España tenía una escasa apertura al resto del mundo. Casi con Eurovisión nos bastaba.
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“Mi abuelo se volvió muy sugerente para las grandes colecciones americanas por el momento histórico que se vivía”, cuenta por teléfono a este periódico Mikel Chillida, hoy director de desarrollo del museo Chillida Leku en Hernani. “Había acabado la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba devastada y en ese momento es cuando la escultura se vuelve el principal medio expresivo. Existía una búsqueda de la materialidad, de algo tangible, algo que se construye en el espacio. Y eso seduce mucho al mercado americano por lo que Chillida se convierte en uno de los mayores exponentes de esta etapa de reconstrucción. La escultura tan material, tan física, tan basada en esa materia que va construyendo el espacio se vuelve muy relevante”, añade.
Una importante red de contactosChillida había conocido a Maeght en París, donde residió entre 1948 y 1951, a través del artista Pablo Palazuelo, y enseguida le organizó una exposición colectiva (1950) que le puso en el foco. Maeght era ya en aquellos años uno de los mecenas más importantes de París tras haber tenido un enorme éxito con la galería que abrió en 1937 gracias también a su amistad con el pintor Matisse. Para 1956 le organizaría su primera gran muestra individual. Fue en ese momento cuando se dispararía todo. Chillida entraría con fuerza en el catálogo del galerista y mecenas, una buenísima cartera que incluía también a Joan Miró, Kandinsky, Braque, Glacometti, además de Tapies y Palazuelo, entre otros artistas relevantes del siglo XX. Y a partir de ahí el salto a EEUU, que era la gran meca que buscaban todos tras la II Guerra Mundial. EEUU era el esplendor, la gloria (y donde, evidentemente, se encontraba el dinero).
"Existía una búsqueda de algo tangible por lo que Chillida se convierte en uno de los mayores exponentes de esta etapa de reconstrucción"
El escultor vasco encontraría todo este fulgor en los años sesenta y setenta con exposiciones y compras a lo largo de todo el país americano.
La muerte del galerista en 1981 inicia cierto decaimiento de la obra del artista vasco en EEUU, una grieta que se hace más evidente en los noventa y a comienzos de los 2000 y que incluso lleva a que parte de aquellas piezas adquiridas vuelvan a los almacenes de los museos a coger polvo… Hasta que a mediados de la década de 2010 se reinicia el interés por un trabajo que ha explotado este mes con la inauguración en el Museo de Arte de San Diego, en California, de la exposición Convergence, que reúne más de 85 piezas, traídas en parte de colecciones americanas y otras desde España y que, según cuenta su nieto Mikel, es la más grande y más importante del escultor en el país americano en los últimos cincuenta años. Estará abierta hasta el 8 de febrero de 2026.
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“Lo revitaliza bastante, ya que no se había mantenido ese gran impulso que tuvo a principios de los sesenta y que llegó hasta los años 70-75. Incluso muchas de las obras que pertenecen a estas grandes instituciones americanas no estaban expuestas ahora mismo. Por ejemplo, Abesti gogorra nº3, que es un homenaje a Luis Martín Santos, y que es una obra de madera de roble espectacular, de 3 metros y pico de altura, o sea, una barbaridad de obra, y que pertenece al Art Institute de Chicago, la tenían en el almacén. Y por el hecho de haberla solicitado ahora y que se esté mostrando en California, el museo de Chicago ya ha mostrado su intención de que, cuando regrese, la vuelvan a tener en exposición”, comenta Mikel.
La idea de esta gran exhibición que reaviva la obra de Chillida en EEUU y que se relaciona con las celebraciones por el centenario del escultor surgió hace cuatro años tras la visita de miembros del patronato del Museo de Arte de San Diego al Chillida Leku. Ahí se establecieron conversaciones para que el artista volviera a tener una gran retrospectiva después de tanto tiempo apartado del circuito estadounidense. Cuando se cerró la propuesta el comisariado recayó en Rachel Jans, quien se encargó de trabajar en el boceto de la muestra para señalar las obras que se necesitaban pedir prestadas a las colecciones americanas y las que saldrían de España. “A partir de ahí nuestra voluntad fue la de colaborar y ceder toda la obra que ellos consideraran oportuno para la muestra”, manifiesta Mikel que describe esta exposición como “un gran diálogo entre obras tempranas, muy raramente vistas en Europa, y obras de la segunda etapa del artista, muy rara vez vistas en América. Un diálogo estupendo que también tiene un simbolismo muy importante entre el Pacífico y el Cantábrico”.
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Precisamente, en ella se puede ver la serie Peine del Viento a través de varias esculturas y dibujos y una experiencia de realidad virtual que permite a los visitantes trasladarse hasta la costa de San Sebastián. No se han enviado las obras más grandes -en el Chillida Leku las hay que pesan hasta 64 toneladas- pero tampoco son pequeñas y algunas tienen un peso de 2 toneladas. Eso sí, todas han viajado en barco… por aquello del peso.
Apoyo privado (e institucional)Esta muestra va abrochando el centenario del escultor aunque aún quedan algunos dientes de la cremallera que Mikel todavía no quiere desvelar por aquello dar alguna sorpresa. Todos los eventos han ido muy bien y, según comenta el nieto del artista, hace tiempo que pasó aquella polvareda que llevó al cierre del Chillida Leku en 2011 por problemas económicos e infrafinanciación pública, según criticó por aquel entonces la familia. No se reabrió hasta 2019 cuando contó con la ayuda de la empresa suiza de arte moderno y contemporaneo Hauser & Wirth. En la actualidad el museo cuenta con aportaciones privadas y patrocinios públicos.
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“Ahora mismo Chillida está muy valorado y muy cuidado por parte de todos. Al final estamos hablando de un artista que fallece en el año 2002 y entonces había una voluntad de preservarlo todo muy estrictamente, tal y como estaba, pero, poco a poco, el tiempo también te va diciendo que Chillida es de todos, es patrimonio universal. A día de hoy hay un respaldo a todos los niveles, muy consolidado y muy importante de todos los agentes culturales, institucionales, públicos. Creo que es un momento muy bonito para Chillida y para Pili, para los aitonas (abuelos). Y hay que mantenerlo así, tan vivo y tan accesible y tan cercano a todos”, zanja el nieto Mikel.
El Confidencial