Érase una vez el circo de Calder

La expresión del buen humor resulta imperecedera. Los que están frente a la pantalla, viendo cómo unas manos mueven las figuras por el cable, se ríen hoy, como hace décadas lo hicieron Marcel Duchamp, Joan Miró, Piet Mondrian o Isamu Noguchi.
Ese era el público –luminarias del arte, entre otros afortunados– que reunía el llamado circo de Alexander Calder, un circo de piezas en miniatura hechas con alambre, corcho, madera, tela y objetos encontrados que compuso y exhibió en espectáculos de 1926 a 1931, en su etapa parisina de formación, hasta convertirse en el gran escultor de las poderosas esculturas móviles con las que marcaría la historia del arte.
El circo que disfrutaron Miró y Duchamp permitiría a Calder llegar a sus esculturas móviles universalesEl Whitney Museum de Nueva York dedica ahora hasta marzo del 2026 la exposición High wire (cuerda floja) a ese centenario, en la que se recupera el elenco de más de cien personajes diseñados para ser portátiles, además de esculturas metálicas, dibujos, pinturas, abstracciones tempranas y material de archivo. Este circo subraya el interés por el movimiento, el equilibrio, la suspensión y lo efímero que luego definirían la obra universal de este artista.
La audiencia disfruta ante una pantalla de un documento extraordinario: se ve a Calder en uno de sus espectáculos, dando vida a sus figuras circenses, como trapecista en plena pirueta. “Todavía tenemos un niño dentro”, dice un hombre de cierta edad ante esas imágenes recuperadas.

El circo de Calder
LVEn realidad, esa actuación fue filmada (en película de 16 milímetros transferida a vídeo digital) por Carlos Vilardebó en 1961, en la que se considera la última vez que Calder asumió el papel de maestro de ceremonias de su show, que acompañaba con música de gramófono.
Mientras vivía en París, el creador estadounidense empezó a partir de 1926 a construir su circo. Utilizó materiales comunes y mecanismos sencillos para lograr movimientos realistas en las figuras que componían su pista. Incluso creó momentos de suspense, a veces impredecibles, como en una carpa real.

El circo de Calder
Jens MortensenAl tirar de una cuerda hacía, por ejemplo, que Rigoulot (el levantador de pesas) moviera sus brazos y torso de alambre con una precisión sorprendentemente anatómica al levantar la barra. En tanto que Fanni, la bailarina de la danza del vientre, gira y ondula cuando Calder manipula un sistema de engranajes que ideó a partir de una batidora de huevos acoplada a una manivela de alambres. Y las figuras sobre la cuerda floja saltan por el cable cuando lo tensa con una polea y conservan el equilibrio por sus pies de plomo.
Calder montó estas representaciones en entornos informales a los que asistían sobre todo amigos y colegas artistas. Luego lo llevó incluso de gira por Europa y EE.UU. Hijo de su época, sentía fascinación por el circo, un espectáculo del que le encantaba su mecánica. “Pienso mejor en el alambre”, decía.
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