Esta es la nueva moda para ser atractivo: el 'performative reading' (o fingir leer clásicos)
%3Aformat(jpg)%3Aquality(99)%3Awatermark(f.elconfidencial.com%2Ffile%2Fbae%2Feea%2Ffde%2Fbaeeeafde1b3229287b0c008f7602058.png%2C0%2C275%2C1)%2Ff.elconfidencial.com%2Foriginal%2F368%2Ffc8%2F6b8%2F368fc86b8386dd4599efc56acc539e13.jpg&w=1920&q=100)
Aunque no son las más populares para bajar a la playa, si usted ha elegido este verano adentrarse en el universo de las grandes novelas de la literatura, y está inmerso en el mundo de Guermantes de Proust, los problemas de Hans Castorp en La Montaña mágica o está sintiendo verdadera devoción por Faulkner, tenemos buenas noticias para usted (es un valiente) y malas: podría estar haciendo performative reading. Más aún si suele leer su libro de 900 páginas en los largos trayectos de metro o autobús hasta el trabajo o cualquier otro lugar público donde hay ojos y cámaras cercanos.
Pero, ¿qué es exactamente el performative reading?
Como su propio nombre en inglés indica (pocas veces se traducen estos términos), el performative reading es, justamente, fingir que lees con la idea de que los demás sepan que estás leyendo y no por el propio disfrute de la lectura. El fenómeno tiene sus raíces en 2021, aunque eso de capitalizar la intelectualidad no es nada nuevo. Señala The Times que aquel año pandémico se produjo un boom de clubs de lectura liderados por famosos (Dua Lipa es un buen ejemplo), que ayudaron a convertir los libros en accesorios y tendencias, como sucedió con el famosísimo Tan poca vida, de Hanya Yanagihara.
El 'performative reading' es fingir que lees con la idea de que los demás sepan que estás leyendo y no por el propio disfrute de la lectura
Hace diez años, muchas tote bags llevaban impresas una famosa frase de John Waters que decía que si vas a casa de alguien y no tiene libros "no te lo tires". El mes pasado, Hailey Bieber (mujer de Justin Bieber) se burló de su imagen considerada particularmente insulsa en un satírico TikTok de Vogue, donde mencionó llevar nada menos que La crítica de la razón pura de Kant y también a Nietzsche ("Me encanta, es probablemente la cuarta o quinta vez que lo leo"). Porque si algo caracteriza a la performative reading es, justamente, la complejidad de las obras elegidas. Leer Los juegos del hambre en el metro no se considera un acto subversivo o intelectual. Llevar La broma infinita es otra cosa.
Estoy leyendo un libro de Dostoevsky pero hace poco me enteré que leer Dostoevsky en público es "performative reading" así que no leo ese libro en público por más que me gustaría convirtiéndome así en el primer "non-performative reader"
— Julian (@juliancapo98) July 28, 2025
Por supuesto, buena parte de la culpa la tienen las redes sociales, como es habitual. No hace mucho se pusieron de moda las cuentas de Twitter e Instagram que mostraban fotografías de gente (u hombres atractivos, como el caso de @HotDudesReading) leyendo en parques o en el transporte público. En nuestro país concretamente, la cuenta de Twitter (X) "gente leyendo" acumula más de diez mil seguidores. Suele subir fotos hechas a escondidas de personas enfrascadas en libros particularmente sesudos, con una breve descripción.
Como señala el mismo artículo de The Times, para algunos miembros de la Generación Z los libros se han convertido en un símbolo no de inteligencia, sino de atractivo. Un accesorio para llevar con un buen conjunto y un bolso de mano. "La lectura performativa está en todas partes", señala. "Desde los creativos tatuados que fuman mientras contemplan las Meditaciones de Marco Aurelio en una playa de Ibiza —probablemente uno de los libros peor entendidos y más utilizados en los tiempos modernos— hasta el hombre soltero que lee, o al menos aparenta leer, literatura feminista con la esperanza de que las chicas guapas le escriban por privado" —es inevitable acordarse del futbolista Héctor Bellerín—.
En resumen, en un mundo ultracompetitivo como el actual, parece que el leer libros se hace menos por el placer propio y más por el placer de contarles a los demás lo que has leído, o "como una afirmación petulante del propio gusto", de hecho, suelen ser habituales los vídeos en redes sociales en los que la gente da trucos para poder leer más libros en menos tiempo. En problema es que, a muchas personas parece interesarles solo cuántos libros pueden leer rápidamente y no cuánto conocimiento pueden adquirir, retener o aplicar en el futuro.
La broma infinita, David Foster Wallace pic.twitter.com/fIrNLjrckd
— Gente leyendo en el metro (@leyendoenmetro) May 7, 2024
"Es un momento aterrador para quienes aprecian la palabra escrita", opinaba al respecto la periodista Alaina Demopoulos, hace poco, en un artículo publicado en The Guardian. "Los profesores universitarios nos dicen que los estudiantes ya no pueden leer libros completos, que a los padres de la generación Z no les gusta leerles a sus hijos, que los teléfonos inteligentes arruinaron nuestra capacidad de concentrarnos en algo que dure más de 30 segundos, y que la basura de la IA dominará el sector editorial. No seas tonto".
"Desde mi punto de vista, hay diferentes factores que explican el auge del performative reading", cuenta a este periódico la psicóloga sanitaria Sara Montejano. "Uno de ellos es que los libros por sí mismos son objetos que relacionamos con personas cultivadas, curiosas, inteligentes, con buena conversación, en definitiva son signos de estatus. Conforman una identidad atractiva por lo que mucha gente quiere transmitir esa imagen. Antes este "postureo" se hacía a través de las estanterías de las casas, quiero decir, que la forma de proyectar esta imagen se producía cuando alguien venía a casa y veía estanterías copadas de libros. Actualmente son las redes sociales las que posibilitan la proyección de esta imagen más allá de tu círculo próximo. Muchos influencers están haciendo este tipo de contenido para dar una imagen de sí mismos más profunda y crear una imagen de marca más "seria", más allá de los contenidos habituales que pueden parecer más superficiales".
"Otro comportamiento que está relacionado es que, en general, nos gusta compartir aquellas cosas que nos han impactado, que han movilizado nuestras emociones, ya sea porque nos ha divertido, porque nos hemos sentido identificados o porque nos ha enseñado algo. Es por esto que hay muchos vídeos en redes sociales, en los que se comparten reseñas de libros o selecciones personales de libros que la persona considera que merece la pena leer y por tanto lo comparte en sus redes sociales, tanto es así que se han creado comunidades tanto en Instagram (Bookstagram) como en TikTok (Booktok), especificamente sobre este tema. Esto tampoco es nuevo, siempre se ha compartido con los amigos aquellos libros que nos han gustado. Creo además que durante la pandemia desarrollamos el hábito de la lectura. Leer en general es una actividad que "engancha" por lo que decíamos antes, que es capaz de movilizar las emociones, te traslada a otros mundos, te enseña cosas. Y como actividad cotidiana, mucha gente la comparte como comparte tantas otras actividades de su vida diaria. Las editoriales han visto el potencial de este comportamiento y están haciendo portadas muy visuales, que son obras de arte instagrameables, y esto al final funciona como publicidad para sus libros".
"Las editoriales han visto el potencial de este comportamiento y están haciendo portadas muy visuales, que son obras de arte 'instagrameables'"
Montejano asegura que en las consultas se ven cada vez más jóvenes angustiados y estresados por dar una imagen perfecta que cubra las expectativas de los demás para ganar su aprobación. "No obstante, la percepción que tienen los demás de nosotros siempre ha sido una fuente de preocupación para el ser humano. El que los demás nos aprueben y nos vean como miembros de pleno derecho del grupo, forma parte de las necesidades sociales básicas".
"Entonces quizás diría que más que preocupados, estamos ocupados en como se nos percibe, invertimos mucho tiempo en crear nuestra imagen en redes sociales y esto hace que muchas veces el objetivo principal de lo que hacemos no sea disfrutarlo, sino crear contenido para las redes, por ejemplo lo vemos en los conciertos donde la gente muchas veces invierte tiempo en grabar para luego publicar, que en disfrutar de la experiencia. Es natural preguntarse si las redes sociales son un problema: está claro que son una fuente de exposición personal y una vía de aprobación. El verdadero problema creo que reside en el momento en que buscamos la aprobación de personas que son irrelevantes en nuestra vida pero pueden marcar una diferencia sustancial en cómo nos sentimos con nosotros mismos".
El Confidencial