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Este diplomático catalán reunió en dos años una colección de 1.350 antigüedades egipcias

Este diplomático catalán reunió en dos años una colección de 1.350 antigüedades egipcias

Intelectual, viajero, erudito, coleccionista, políglota (hablaba siete lenguas), firmemente convencido del poder transformador de la cultura, amante de las antigüedades… Eduard Toda i Güell (Reus, 1855- Poblet, 1941) fue todo eso y más. “Ha contribuido a desprovincianizar el país”, en palabras de Josep Pla.

Diplomático de carrera, Toda fue vicecónsul de España en Egipto entre abril de 1884 y marzo de 1886. Y en esos dos años, dejándose llevar por su instinto y por el asesoramiento de sus amigos egiptólogos, reunió una importante y muy variada colección de más de 1.350 antigüedades egipcias que abarcan desde el 3.500 a.C hasta el siglo VII d.C y que incluye esculturas, amuletos, adornos personales, tejidos, cerámicas, algún que otro sarcófago, alguna que otra momia, importantes objetos de ajuar funerario…

Coleccionar siempre tiene un punto obsesivo. Y para lograr poner en pie esa colección de arte egipcio, la más importante que hubo en España en todo el siglo XIX, Eduard Toda i Güell tuvo que adquirir piezas de manera casi compulsiva: un par de objetos al día durante los dos años que vivió en Alejandría y en El Cairo, según revela la aritmética. Pero los expertos consideran que fue sobre todo durante su último año en Egipto cuando llevó a cabo la mayoría de sus compras, por lo que el ritmo de acopio de las piezas de su colección habría sido considerablemente más elevado, rozando los cuatro objetos diarios.

La colección de Eduard Toda fue adquirida por el Estado español en 1887 y pasó a formar parte del Museo Arqueológico Nacional (MAN), fundado 20 años antes. La prueba de su relevancia es que, a día de hoy, sigue siendo la más grande y representativa de los fondos egipcios del MAN. Y ahora, y hasta el 5 de octubre, es la gran protagonista de la exposición que este museo dedica al diplomático bajo el título El Egipto de Eduard Toda. Un viaje al coleccionismo del siglo XIX.

La exposición reúne una selección de más de 400 piezas de las 1.350 que en total integran la colección de Eduard Toda. Alrededor de 65 de estos objetos forman parte de la exposición permanente del MAN, pero los 390 restantes se encontraban en los almacenes del museo y sólo ahora ven la luz. Pero, sobre todo, la muestra permite reconstruir la fascinante personalidad de Eduard Toda i Güell.

“Un personaje mítico en la egiptología española”, en palabras de Miguel Ángel Molinero Polo, profesor de Egiptología en la Universidad de La Laguna y uno de los comisarios de esta muestra. Y eso que mucho de lo que se dice de él son leyendas urbanas. “La de Toda no fue la primera colección de piezas egipcias de España. Y en contra de lo que algunos afirman, Eduard Toda no descubrió la tumba de Sennedjem, él mismo atribuía ese descubrimiento a un equipo egipcio. Pero no hay duda de su importancia. Centenares de funcionarios españoles pasaron por Egipto en el siglo XIX y ninguno reunió una colección como la suya”.

placeholder Vista de la exposición que el Museo Arqueológico Nacional dedica a Eduard Toda. EFE / Alberto Aguado
Vista de la exposición que el Museo Arqueológico Nacional dedica a Eduard Toda. EFE / Alberto Aguado

Hijo de madre soltera -aunque su padre le reconoció legalmente- Eduard Toda se crió con su progenitora (Francesca Güell i Mercader) y su tío Josep, quien le inculcó los ideales progresistas. Tuvo como compañero de escuela durante su infancia a Antoni Gaudí y, tras estudiar en Madrid, en 1876 inició su carrera como vicecónsul en Macao, Hong-Kong, Cantón y Shanghái. Allí, en Oriente, empezó a coleccionar, reuniendo una notable colección de monedas y billetes. Incluso escribió un libro (en inglés) sobre las monedas vietnamitas.

Tras seis años en Oriente, en 1883 regresó a Cataluña y colaboró con el movimiento regeneracionista, convencido de que la renovación de la sociedad pasaba invariablemente por formar a la población cultural y éticamente.

En 1884 fue nombrado vicecónsul en Egipto. Con su don de gentes, no le costó trabajo integrarse en la comunidad extranjera de El Cairo. En sus primeros meses de estancia en el país, quedó fascinado por la cultura musulmana y las mezquitas históricas, pero, posteriormente, conoció a egiptólogos como el alemán Émile Brugsch y el francés Gaston Maspero, acompañándolos a yacimientos arqueológicos. “Las excavaciones arqueológicas y los monumentos eran entonces espacios de sociabilidad que servían para reforzar los vínculos”, explica Andrea Rodríguez Valls, co-comisaria de la muestra. Ahí están para demostrarlo las famosas fotos de Toda disfrazado de momia en una fiesta de la legación francesa.

Asesorado por sus amigos egiptólogos, Toda logró reunir en poco más de un año y de manera absolutamente legal una colección de más de 1.350 antigüedades egipcias, entre las que se nota una ausencia de piezas de gran formato y de objetos realizados con metales o piedras preciosos porque, aunque no tenía problemas económicos, tampoco era un súper-potentado. Asimismo, y aunque estudió y contó con el consejo de expertos, no pudo evitar que en algunos casos (pocos) le colaran piezas falsas, algunas de las cuales también se pueden contemplar en esta muestra.

placeholder Una de las 400 piezas que componen la exposición 'El Egipto de Eduard Toda'. EFE / Alberto Aguado
Una de las 400 piezas que componen la exposición 'El Egipto de Eduard Toda'. EFE / Alberto Aguado

En el invierno de 1886, gracias a sus conexiones con arqueólogos, Toda fue invitado a participar en el viaje anual que el Servicio de Antigüedades egipcio organizaba al Alto Egipto para comprobar el estado de los monumentos, supervisar las excavaciones pendientes y trasladar las piezas encontradas al museo de Bulaq, (precursor del Museo Egipcio de El Cairo). En el viaje de 1886, que como siempre se realizó en invierno aprovechando que la temperatura no era tan elevada, Eduard Toda participó. “Le encargaron clasificar las monedas que se pudieran encontrar durante el viaje y tomar fotografías”, explica Miguel Ängel Molinero.

El 2 de febrero de 1886, cuando la expedición se encontraba en Luxor, fue avisada de que había sido descubierta la entrada de la cámara de enterramiento de Sennedjem, un artesano del Antiguo Egipto que trabajó en la necrópolis del Valle de los Reyes. “Era la primera tumba sin saquear que se encontraba”, precisa Andrea Rodríguez Valls. El equipo del que formaba parte Toda puso rápidamente rumbo hacia esa sepultura y, bajo la dirección de Gaston Maspero, se encargó de la apertura de la puerta. Las paredes de la tumba estaban recubiertas de magníficas pinturas (la cámara funeraria y sus pinturas han sido reproducidas ahora a tamaño real para esta exposición en el Museo Arqueológico), y en su interior se acumulaban once ataúdes, nueve de ellos con momias.

“Las autoridades egipcias pusieron en venta algunas de las piezas encontradas en la tumba de Sennedjem para, con ese dinero, poder completar la limpieza del templo de Luxor”, sostiene Molinero. Eduard Toda se hizo de ese modo con varias tapas de ataúd, con la momia de Isis (hija de Sennedjem) y con una caja de shabtis, elemento característico de los ajuares funerarios egipcios. Todo ello se puede contemplar en la exposición del MAN.

placeholder Reproducción de la cámara de Sennedjem en el Museo Arqueológico Nacional. EFE / Alberto Aguado
Reproducción de la cámara de Sennedjem en el Museo Arqueológico Nacional. EFE / Alberto Aguado

Pero, a finales de ese mismo mes de febrero, Toda recibió la orden de regresar a España. En cuestión de 15 días tuvo que embalar las 1.350 piezas de su colección, inventariarlas, meterlas en cajas y trasladarlas a España. Ya de vuelta, decidió vender su colección al Estado, excepto algunas piezas que le regaló al Museo Víctor Balaguer. “Podría haber sacado más dinero si hubiera vendido su colección en el mercado privado. Pero estaba firmemente convencido de la importancia de la difusión del conocimiento, así que prefirió que fuera a parar al Estado”, revela Andrea Rodríguez Valls.

Nuestro hombre se dedicó entonces a dar conferencias sobre Egipto (es famosa aquella en la que desvendó una momia) y también escribió varios libros sobre el Antiguo Egipto. Y en sus siguientes destinos como diplomático, como por ejemplo la isla de Cerdeña, siguió estudiando las culturas locales y coleccionando objetos.

El Confidencial

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