Hallan el ADN más antiguo de Egipto: una pista sobre los constructores de las pirámides
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Una tumba sellada hace casi cinco milenios en el Alto Egipto, excavada a principios del siglo XX y olvidada durante décadas en un museo británico, ha sido la clave para lograr un hito científico que llevaba cuarenta años eludiendo a los genetistas: secuenciar por primera vez el genoma completo de un antiguo egipcio.
El estudio, publicado hoy en la revista Nature, ha sido llevado a cabo por investigadores del Francis Crick Institute y la Liverpool John Moores University. Su análisis revela que este individuo, enterrado en un humilde poblado 265 kilómetros al sur de El Cairo, vivió entre los años 2800 y 2500 a.C., en la etapa de transición entre el Periodo Dinástico Temprano y el Reino Antiguo, la era en la que comenzaron a erigirse las primeras pirámides.
El hallazgo no es solo científico, sino también histórico. El cuerpo fue excavado en 1902 por el célebre arqueólogo británico John Garstang en Nuwayrat y donado poco después al World Museum de Liverpool. Allí sobrevivió al bombardeo nazi que arrasó la mayor parte de la colección antropológica durante la Segunda Guerra Mundial. Y ahora, más de un siglo después, ese esqueleto ha contado su historia.
Lo ha hecho gracias a los avances en técnicas de secuenciación de ADN, que han permitido superar los enormes retos que plantea el clima cálido egipcio para la conservación del material genético. El análisis del diente de este varón —cuyo nombre y procedencia exacta se han perdido en el tiempo— ha permitido reconstruir por completo su genoma.
80% africano, 20% mesopotámicoSegún los investigadores, el individuo tenía un 80% de ascendencia vinculada a poblaciones del norte de África y un 20% procedente de la llamada “Media Luna Fértil”, concretamente de Mesopotamia, lo que actualmente sería Irak. Se trata de la primera evidencia genética clara de que hubo movimientos migratorios desde Asia Occidental hacia Egipto ya en tiempos de las primeras dinastías.
Se trata de la primera evidencia genética clara de que hubo movimientos migratorios desde Asia Occidental hacia Egipto en las primeras dinastías
Hasta ahora, la única pista de esa conexión eran los objetos hallados en tumbas o templos —cerámicas, símbolos o rudimentos de escritura compartidos— que sugerían intercambios culturales y comerciales con los pueblos del este. Este nuevo estudio aporta una confirmación genética sin precedentes.
Además del genoma, los científicos analizaron los restos óseos y dentales para deducir datos sobre la dieta, el entorno y el estilo de vida del individuo. Según explican, sufría una artritis severa en el cuello y marcas musculares en brazos y piernas compatibles con el trabajo físico prolongado, especialmente en posición sentada con las extremidades estiradas.
Estas pistas apuntan a que pudo haber sido un alfarero que trabajaba con torno, una tecnología originaria de Asia Occidental y llegada a Egipto precisamente en ese periodo. Sin embargo, su entierro en una vasija cerámica en una tumba excavada en la roca sugiere un estatus social elevado, inusual para un artesano. “Quizá era excepcionalmente hábil o próspero”, señalan los autores, “lo suficiente como para escalar socialmente en una época aún no marcada por el embalsamamiento artificial”.
Los científicos analizaron los restos óseos y dentales para deducir datos sobre la dieta, el entorno y el estilo de vida del individuo
La secuenciación completa de este genoma representa un avance crucial para entender la demografía y las migraciones en el Egipto pre-faraónico. Hasta ahora, ningún genoma completo había sido recuperado de esa época. Los estudios anteriores se limitaban a marcadores parciales y a individuos momificados, cuyas técnicas de embalsamamiento y materiales solían degradar el ADN.
“Han pasado cuatro décadas desde que Svante Pääbo —premio Nobel en 2022— intentó extraer ADN de momias egipcias sin éxito”, explica Pontus Skoglund, del Crick Institute. “Hoy, gracias a nuevas técnicas, hemos superado esa barrera”. El equipo planea continuar esta línea de investigación en colaboración con expertos egipcios, para ampliar la muestra y construir un mapa más preciso de la variabilidad genética durante el Reino Antiguo, conocido como “la Edad de las Pirámides”.
El Confidencial