Ismael Cala: de periodista a ‘coach’ de pensamiento positivo

Ismael Cala es, sin lugar a duda, uno de los periodistas más importantes del mundo hispanoparlante en EE. UU. Nacido en Cuba, logró triunfar en Estados Unidos y con su programa Cala CNN marcó un hito en la historia de las entrevistas de esa cadena.
Desde hace unos años dejó el periodismo para dedicarse al mindfulness y al coaching. Viaja por el mundo ayudando a la gente a vivir mejor y a perseguir sus sueños como parte de The Mentors, evento de desarrollo personal y empresarial que reúne a líderes y personalidades influyentes en diferentes sectores.
¿Cuáles fueron los momentos más incómodos o dolorosos que lo hicieron despertar?
Para hablar de esto me remontaría a mi infancia y adolescencia. Fui un niño sin muchas sonrisas, con muchas preguntas que no sabía a quién hacerle. Vengo de una familia latina donde lo que duele se silencia. El famoso “de eso no se habla”. Mi abuelo se ahorcó, mi tía se suicidó, mi papá perdió un brazo a los ocho años y nunca me dejaron preguntarle cómo fue ese accidente. Todo eso, sumado a temas de identidad, me llevó a una crisis a los 15 años. Tras un episodio de bullying, le dije a mi madre que, si no me sacaba del internado, me lanzaría del quinto piso. Me llevó a un psiquiatra y comencé a tomar medicación. Ahí comenzó mi despertar. Yo era un adolescente que sentía que no encajaba en ningún lado. No sabía cómo hablar, cómo expresar lo que me pasaba por dentro. Me sentía distinto, incomprendido, a veces invisible, y eso me enfermaba físicamente. Hoy sé que todo síntoma físico es una voz emocional que pide ser escuchada.
Hoy habla de comunicación, pero en su adolescencia le costaba expresarse...
Exacto. Vivía enfermo de la garganta. Mi abuela me curaba con bicarbonato, miel y limón. Hoy entiendo que era mi cuerpo reaccionando a todo lo que no expresaba. Lo que uno no libera le somete. Y lo que uno expresa le libera. Por eso me dedico a la comunicación: porque sé lo que es no tener voz y vivir atrapado por dentro. Por años tuve una garganta físicamente afectada, como si mi cuerpo gritara lo que yo no podía poner en palabras.
Hoy hablo, inspiro, comparto, pero nunca olvido que fui ese chico que callaba. Por eso mi trabajo está tan conectado con el alma: porque no es teoría, es testimonio.
Lo que uno no libera le somete. Y lo que uno expresa le libera. Por eso me dedico a la comunicación: porque sé lo que es no tener voz y vivir atrapado por dentro
¿Hubo algún momento de quiebre definitivo?
Sí. A los 15 años, viendo a mi padre recién salido de una sesión de electroshocks, sin poder hablar, pero con lágrimas en los ojos. Fue un momento kensho, como dicen los japoneses: un momento que te desestructura todo. No sabía qué quería ser ni qué quería hacer, pero sabía lo que no quería: terminar como él. En ese instante me prometí que iba a buscar un camino diferente. Que, si no sabía aún cómo, al menos sabía desde dónde no quería seguir caminando.
Esa fue mi primera conversación con Dios. No pedí respuestas, pedí guía. Y en ese silencio, algo en mí despertó. No fue inmediato, pero fue profundo.
¿Cuál fue su camino tras ese momento?
Sanar el diálogo interior. Porque uno puede fingir hacia afuera, pero hacia adentro no hay a quién engañar. Hoy acompaño a otros a sanar esa voz interna para poder hablarle al mundo con autenticidad. Hoy puedo ser mentor porque antes fui mi propio aprendiz. Ese proceso implicó terapia, libros, viajes, espiritualidad y, sobre todo, mucha compasión conmigo mismo. Pasé de ser un periodista que buscaba noticias a un ser humano que buscaba sentido. Y esa transición fue difícil. Tuve que dejar mi zona de confort, irme del periodismo tradicional, enfrentar el miedo a no ser aceptado, y reinventarme desde la autenticidad.
Pasé de ser un periodista que buscaba noticias a un ser humano que buscaba sentido. Y esa transición fue difícil. Tuve que dejar mi zona de confort, irme del periodismo tradicional, enfrentar el miedo a no ser aceptado, y reinventarme desde la autenticidad
¿Es difícil predicar equilibrio emocional partiendo de la base de que se sigue siendo humano, como todos?
Yo no busco una vida balanceada. Las vidas balanceadas son promedio. Yo soy neurodivergente, obsesivo. Coleccionaba monedas; luego, bolígrafos; hoy, plantas. Las grandes visiones se vuelven obsesiones. Mientras mi visión les haga bien a otros, bienvenida sea. Creo en la intensidad, en el fuego, en esa energía que no busca el equilibrio perfecto sino la entrega total al propósito. Lo importante es no obsesionarte con el control, sino con la coherencia. Yo me obsesiono con crecer, con servir, con transformar. Y en esa obsesión hay belleza, si está al servicio del bien.
Acaba de decir algo fuerte: que las vidas balanceadas son promedio... es decir que la humanidad prefiere gente mediocre.
Y lo sostengo. Porque es más fácil manipular a quien no cuestiona. La educación está diseñada para conformarnos, para uniformarnos no solo de ropa, sino de pensamiento. Nos dicen que la curiosidad mató al gato, pero yo aprendí que la intuición y la espiritualidad son las verdaderas guías. Hay un crimen llamado sistema educativo: pretende moldear genios diversos bajo un solo molde. Vivimos anestesiados, y cuando alguien decide despertar incomoda. Por eso mis viajes a India, mis estudios de espiritualidad, mi formación como coach y guía son también una forma de rebelión. Una forma de decir: hay otra manera de vivir, de sentir, de aprender.

Cala hizo una larga pausa en su carrera para reconocer sus vulnerabilidades como ser humano. Foto:Particular
¿Qué parte de su ego aún está sanando?
La del niño que no se sintió suficiente. Que tuvo un solo par de zapatos con huecos. Esa memoria a veces vuelve. Y a veces me habla el síndrome del impostor. Pero hoy le digo a ese ego: ‘no vas a instalar inferioridad en mi mente’. He trabajado para convertir la envidia en admiración. Donde antes sentía resentimiento, hoy estudio el éxito ajeno para aprender de él. Porque la admiración sana, mientras que la envidia envenena. Y no lo digo desde el pedestal, lo digo desde la práctica diaria. El ego nunca se va del todo. Aprende a disfrazarse. Por eso hay que estar atentos.
El ego nunca se va del todo. Aprende a disfrazarse. Por eso hay que estar atentos
¿Cómo ve el mundo actual, tan polarizado?
Es un mundo abundante pero complejo. Por las tecnologías, por el exceso de información. Es más difícil encontrar silencio, enfoque. Pero también tenemos herramientas que antes no teníamos. La clave es no ser parásitos de la inteligencia artificial, sino cocreadores conscientes con ella. Nunca antes habíamos tenido tanto poder en la palma de la mano, pero eso también nos exige responsabilidad emocional, ética, atención plena. Hoy tenemos acceso a más conocimiento que nunca, pero también más ansiedad, más desconexión. Por eso, más que nunca, necesitamos volver a lo esencial: al silencio, al cuerpo, a la tierra, a la respiración.
Usted, que ha vivido varias situaciones como sujeto político, ¿qué piensa sobre los gobiernos y los extremos?
Ningún gobierno puede garantizar la plenitud de nadie. Lo que transforma sociedades es la acción ciudadana, el liderazgo individual, las iniciativas privadas y las fundaciones. El socialismo anula la ambición, y eso es antievolutivo. El capitalismo tiene fallas, sí, pero permite el sueño y la construcción. Yo mismo soy fruto de eso. Triunfé en Canadá. Luego, en Estados Unidos. Y todo eso comenzó con un televisor sacado de la basura. Cuando uno quiere transformar su vida, puede. Pero no hay atajos: hay caminos. Yo no hablo desde la ideología, hablo desde la experiencia. Sé lo que es no tener. Y sé lo que es crecer cuando se te da una oportunidad. Y eso es lo que busco hoy: crear oportunidades para otros.
¿Hay algo de lo que se arrepienta?
Sí. A los 24 fui padrastro de una niña. No supe hacerlo. Le prohibía que me dijera ‘papá’. Hoy me duele recordar que, por mis traumas, no supe amar mejor. Ya le pedí perdón. El Ismael de hoy abraza al de entonces, pero también le exige más. Uno puede justificar lo que hizo desde su dolor, pero el amor nos exige ir más allá.
Ella era inocente, y yo era un joven con heridas abiertas. Hoy haría todo distinto. Pero también sé que la culpa inmoviliza, y el perdón libera.
¿El mejor consejo que ha recibido?
Que diga 'no' a buenas oportunidades para poder decir 'sí' a las mejores. Lo bueno es enemigo de lo mejor. Y ese consejo me cambió la vida. Aprendí a reservar mi energía, a proteger mi espacio y a elegir con claridad. Antes decía que sí a todo, y eso me alejaba de lo que verdaderamente importaba. Hoy digo sí desde el alma y no desde el miedo a decepcionar. Aprendí a poner límites. A honrar mi tiempo. A saber que el silencio también es respuesta.
Oprah Winfrey. La conocí en un televisor de la basura en Toronto. Me ayudó a aprender inglés y luego descubrí su historia. Hoy sueño con una entrevista profunda con ella. Siento que nuestras historias están conectadas por el propósito. Es una mujer que convirtió su voz en herramienta de transformación global. Y eso es lo que también quiero seguir haciendo. Ya estuve cerca. La saludé brevemente en un evento. Pero siento que esa conversación profunda entre los dos aún está pendiente.
¿Cómo explicar la espiritualidad a alguien que está sobreviviendo? A veces se siente un poco fuera del sentido común pedirle espiritualidad a alguien que no sabe si va a poder darles de comer a sus hijos...
Con acción y coherencia. Por eso existe la Fundación Ismael Cala. Llevamos mindfulness y liderazgo a niños en situación vulnerable. Porque la pobreza no es solo material: es mental. Y se puede transformar con visión y educación. La pobreza la viví y la honro, pero mi compromiso es erradicarla de otros. Y eso empieza por mostrarles que sí es posible reescribir su historia. La pobreza no es excusa para no despertar. Pero necesita acompañamiento, modelos, inspiración. Eso intento ser para otros: un faro que no les diga qué hacer, sino que les muestre que se puede.
¿Una frase que lo defina?
Quien no cuestiona sus cimientos, no merece crecimiento. Y quien no se transforma, se repite.
Quien no cuestiona sus cimientos, no merece crecimiento. Y quien no se transforma, se repite
Hoy puedo decir que soy mentor de muchos, pero primero tuve que sanar al niño que fui. Todos ven mi voz, pero lo importante es que ya no vivo atrapado en mi silencio. Ser líder no es saber más: es atreverse a transformarse primero. Y luego servir desde ahí.
Mi historia no es solo mía. Es de todos los que alguna vez pensaron que no podían y hoy están listos para intentarlo.
eltiempo