Luis Eduardo Aute, el artista polifacético que venció el miedo

“En París trabajé de meritorio de dirección para Godard y Malle. Hablo castellano, inglés, francés, tagalo y catalán. Me gusta la libertad y la defenderé ante todo. Me gustan: Camus, Bradbury, Picasso, Tàpies, el pop art , Godard, Vadim y mi perro Jim”.
Pintor, cantante, poeta, cineasta... así se autodefinía en la contraportada de uno de sus discos Luis Eduardo Aute (1943-2020), un artista polifacético y “un hombre que hizo de la coherencia una cuestión de vida”, según relata Miguel Fernández, que acaba de publicar Me va la vida en ello (Plaza&Janés), una extensa biografía del compositor de canciones inolvidables como Al alba, Las cuatro y diez, Pasaba por aquí o Rosas en el mar .

Luis Eduardo Aute, cantautor
Àlex Garcia / Propias“La primera vez que Aute pisó Madrid se extrañó por haber llegado a un país donde tenían el aire acondicionado encendido en la calle”, relata su biógrafo. Era invierno y Aute todavía no conocía el frío, el de verdad, no el enlatado, porque había nacido en Filipinas donde vivió también su primera infancia.
“Gumersindo Aute, el padre del artista, trabajaba para la compañía Tabacos de Filipinas, que le destinó a Manila en los años 30. Allí conoció a otra española, Amparito, y se casaron. Luis Eduardo nació en 1943 entre las bombas que destruyeron buen parte de la ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. La madre y el niño se salvaron de milagro. El padre también sobrevivió y la familia fue testigo de la reconstrucción de la ciudad hasta que, en 1951, los Aute decidieron volver a España y se instalaron en Madrid en un piso de la calle Pintor Rosales”.
Durante esa infancia asiática, a Aute le hicieron dos regalos que marcarían el resto de su vida: una caja de pinturas y una guitarra. El éxito musical tardaría algo en llegar. El artístico fue inmediato: “Empecé a pintar a los seis o siete años, lo primero que dibujé fue a mi padre tumbado en la cama”, recordaba Aute en una entrevista concedida a los 12 años a una publicación española. El pequeño Aute, que se confesaba admirador de Cézanne, Gauguin, Renoir, Velázquez y Zuloaga, ya destacaba como pintor a esa edad tan temprano. Los medios le definían como un “niño prodigio”.
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“A los ocho años, ya había pintado a todos sus vecinos. A los 16, colgó su primera exposición individual. Era un artista completo. No entendía el arte como una suma de disciplinas individuales, lo veía como un conjunto y creía que había que saber de todo: el que compone, también pinta, esculpe, hace cine o escribe”, señale Fernández.
El pequeño Luis Eduardo había recibido en Manila un tercer regalo: sus padres le llevaban al cine y el chico se enamoró del séptimo arte. Así que cuando Hollywood desembarcó en España en los años 60 para rodar grandes producciones a todo color, Aute no dudó en enrolarse en los rodajes.
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“En 1962, se incorporó al equipo de Cleopatra, a las órdenes de Joseph L. Mankiewicz, como intérprete de inglés, francés y español y ayudante de dirección de la segunda unidad”. Ese trabajó le reportó unos ingresos que gastó en un viaje a París, donde “entró en contacto con la canción de autor”.
Por aquel entonces Aute ya componía y cantaba, a veces en público, “para ligar”. Pero esa mera diversión no tardó en convertirse en mucho más. “Luis Eduardo salía ya por entonces con Marichu, que sería su mujer toda la vida. Ella tenía dos amigas que cantaban y Aute les escribió sendas canciones: Rosas en el mar, para Massiel, y Daniel, para Mari Trini. Rosas en el mar fue un hit”, recuerda el biógrafo.
A partir de ese momento todo fue rodado. Un ejecutivo discográfico convenció a Aute para que grabara sus propios temas. Publicó Aleluya nº 1 , una letrista americana la escuchó y la versionó en inglés. Triunfó de tal manera en Estados Unidos, que a Aute lo invitaron a las televisiones americanas donde lo comparaban con Bob Dylan”.

FINALES AÑOS 60, PRINCIPIOS AÑOS 70. UN JOVEN LUIS EDUARDO AUTE.
Otras FuentesTanto éxito y en tantas cosas fue demasiado. “Aute sufrió una crisis en 1968, dejó de pintar y también de actuar porque le daba miedo el público. Solo cantaba en algunas radios, pero siguió componiendo para otros intérpretes, como Rosa León, que popularizó sus canciones”.
Fernández explica que esa aversión al público fue larga. Luis Eduardo se recuperó en 1979 cuando participó en un mitin de la CNT y empezó a perder el miedo. Volvió a actuar e invariablemente el respetable le pedía que entonase Al alba , un tema que había compuesto en 1974 como una canción de amor, pero que se convirtió en todo un símbolo antifranquista “cuando Rosa León la dedicó a los últimos fusilados por el régimen en 1975”.
Tras perder el miedo, Aute volvió a la pintura y a los escenarios. Unió su voz a la de otros grandes cantantes y amigos para ofrecer conciertos memorables como el del 4 de marzo de 1983 en Madrid. “Luis Eduardo interpretó Rosas en el mar, Aleluya nº1, A por el mar, Rojo y negro o Al Alba . Dio paso a Pabló Milanés, que entonó Anda y Para vivir . Después entró Serrat para cantar Paraules d’amor y De Alguna manera . Le siguió Silvio Rodríguez con Dentro . Y cerró Teddy Bautista con Anda suelto Satanás ”.
La amistad no era solo cosa del escenario: “En casa de Aute se reunía todo el mundo. Había gente de todas las ideologías que iban a su piso de la calle Jorge Juan a tomar una copa y charlar. Se formaba allí una amalgama ideológica en la que se hablaba de todo sin tensiones. En ese piso se conocieron Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina una noche que Aute los invitó tras participar en un programa de televisión”.
“A Aute lo invitaron a las televisiones americanas donde lo comparaban con Bob Dylan”Luis Eduardo Aute escribió cientos de canciones, publicó una decana de poemarios, participó como guionista, director o autor de los escenarios en otras tantas películas, y mostró su obra pictórica: un centenar de exposiciones individuales y colectivas. Fernández, que también ha escrito las biografías de Mari Trini y Waldo de los Ríos, dice que la de Aute “ha sido la más difícil, porque es muy complejo enfrentarse a la figura de un hombre del que todo el mundo habla bien, al que todos quieren. Un hombre que nunca se apartó de sus ideas ni de su camino. El artista polifacético y coherente”.
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