Paco Cepero: «Se ha ganado mucho en técnica, en armonización... Pero se ha perdido el sabor flamenco»

Desde que debutó, en 1958, en el Teatro Manuel de Falla de Cádiz (tenía solo 16 años), a Paco Cepero (Jerez de la Frontera, 1942) le ha dado tiempo a escribir más de ochocientas canciones y otras composiciones que han interpretado, entre otros, Rocío Jurado, Julio Iglesias o Isabel Pantoja; ha podido acompañar a artistas como Lola Flores, Manolo Caracol, Antonio Mairena, La Paquera de Jerez o Camarón de la Isla; ha tocado junto a Paco de Lucía y en todos los rincones del mundo, y ha recibido un sinfín de premios. Es, sin duda, uno de las figuras históricas del flamenco y este viernes 27 lo podrá demostrar una vez más en el Teatro de la Zarzuela, un escenario que pisará por segunda vez en su carrera-«toqué aquí en la presentación de Paco de Lucía, hace muchísimos años»-, y en el que ofrecerá el espectáculo 'Corazón y bordón'. Paco López lo ha dirigido, y junto a Cepero estarán David Lagos y Melchora Ortega (cante), Sergio de Lope (vientos-maderas), Paco León y Diego Amaya (guitarras) y Perico Navarro (percusión).
«Este concierto supone mucho para mí -dice al otro lado del teléfono-; he vivido 36 años en Madrid, allí nacieron mis hijos y allí me hice artista. Se lo debo todo; volver a Madrid y tener el privilegio de tocar en el Teatro de la Zarzuela es un honor para mí». Hacía, recuerda, más de quince años desde que no tocaba en la capital.
Guitarrista y compositor, asegura Paco Cepero que cuando se dedica a alguna de las dos actividades «se dedica a ella en cuerpo y alma. No se puede mezclar churras con merinas». Pero como más a gusto se encuentra es acompañando el cante. «He acompañado a los más grandes de la historia del flamenco, tanto de los antiguos como de los modernos; llevo ya 68 años de profesión y he podido tocar junto a Antonio Mairena, Fernanda y Bernarda de Utrera, el Sevillano, Tío Borrico, Sordera, Sernita, La Perla de Cádiz... Yo qué sé... Y también a los jóvenes y a todos los de mi generación».
¿Y qué ha de tener un buen acompañante? «En primer lugar, conocimiento del cante; sin él, no va a acompañar bien, eso con toda seguridad. Has de saber dónde tienes que meter la mano, dónde tienes que pararte... Eso es importantísimo. Si no conoces el cante, lo veo muy complicado».
Recuerda Paco Cepero que empezó en 1958 en el Gran Teatro Falla de Cádiz. «Bueno, eso de manera profesional. Yo ya llevaba varios años tocando. Mi padre me regaló mi primera guitarra porque a mí me atraía mucho y es lo que quería, aunque mi padre, como todos los padres, quería que estudiara, y no era mal estudiante... Pero me compró una guitarra valenciana, de Telesforo Julve... Me acuerdo perfectamente del precio: 525 pesetas, a pagar a plazos. 25 pesetas todos los meses».
Está claro que la inversión mereció la pena, porque han pasado setenta años desde entonces y Paco Cepero ha sido uno de los protagonistas de la historia reciente del flamenco, un arte que ha evolucionado mucho en estas siete décadas. «Se ha ganado mucho en técnica, en armonización... Pero se ha perdido el sabor flamenco». ¿Hay mucha confusión en torno al flamenco? «En la pureza del flamenco no hay ni un ápice de confusión -contesta tajante-. La confusión la crean los que quieren vender un producto diciendo que es muy valioso y quien lo corrobora. Pero vamos, el flamenco está muy bien definido en el legado que nos dejaron nuestros mayores y yo creo que es ahí donde debemos basarnos».
Hablando de legado, Paco Cepero no quiere hablar del suyo. «Yo no soy quien para hablar de mí; el tiempo es infalible y dirá las cosas de mí que tenga que decir. Lo único que le pido a Dios es que, ya que llevo tantos años aquí, por lo menos quede una miguita, un ápice, un granito de arena y el aroma de Paco Cepeda en el flamenco. Con eso me doy por bien servido».
«Yo tengo la ilusión del chaval que empieza -asegura, borrando toda sombra de cansancio-, pero al mismo tiempo digo una cosa: bendita lección del tiempo, que cuanto más años cumplo más aprendo, y voy a morirme aprendiendo. Un artista no puede creer que está en posesión de la verdad, y eso es algo que deben aprender las nuevas generaciones».
¿Hay arte de verdad en los jóvenes flamencos actuales o hay más mediocridad? «Hay de todo en la viña del Señor... Lo que sí le digo es que como se está tocando hoy la guitarra... vamos, ni soñando. Hoy están los chavales que tocan que es una maravilla y hay una generación que están poniendo el listón altísimo. Pero yo les digo: la vanguardia es importantísima, pero no hay que romper las raíces. No os vayáis a pasar al enemigo. Aquí han venido Al di Meola, John McLaughlin... Los mejores han venido a aprender del flamenco».
Los dos nombres mencionados llevan directamente a Paco de Lucía, con el que formaron un trío legendario. «Va a ser muy difícil que salga alguien que pueda superar a Paco. Paco reunía todas las condiciones: técnica, sensibilidad, flamencura, creatividad, personalidad. Con esos componentes y esa forma suya de tocar, Paco puso la guitarra flamenca en el lugar dónde está ahora. Al César lo que es del César».
«Soy el mayor admirador que podía tener Paco -continúa-. y él hablaba muy bien de mí. Una vez le dije que él tenía la culpa de que las cosas que estaban haciendo los guitarristas españoles, porque todos querían ser Paco de Lucía». Él, sin embargo, lo único que quería era quedarse en Paco Cepero. «Cortito, pero sonaba a mí». Y es que es importante tener personalidad. Mi guitarra se reconoce a diez kilómetros; yo no confundo a nadie y eso es importantísimo».
La retirada está en el horizonte. «Todo tiene un principio y un fin. Ya voy diciendo adiós a los conciertos, porque no merece la pena el sufrimiento. Para tocar en un teatro hay que estar muy bien de digitación, y los años no perdonan, uno va menguando, y yo no quiero que me vean en el escenario y digan: 'pobrecito, lo que era este hombre, y fíjate como está' . No lo quiero. Así que en el momento en que yo vea que flaqueo... Aunque estoy bien, quiero retirarme en plenas facultades, decir adiós elegantemente y con felicidad por todos los años que he podido estar ahí».
Pero seguirá componiendo y produciendo. «¡No ve que es lo que a mí me da la vida! Sigo componiendo, metiéndome en el estudio y grabando. Me veo joven, mi espíritu es joven. Pero claro, yo no soy tonto. A mí me hace gracia cuando me dicen: 'maestro, lo llamamos para el año que viene'. Yo qué coño sé dónde estaré el año que viene. Yo sé cómo estoy ahora. El día de mañana no existe».
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