Decadencia o barbarie. Es hora de tener una conversación seria sobre el Atlético de Madrid
%3Aformat(jpg)%3Aquality(99)%3Awatermark(f.elconfidencial.com%2Ffile%2Fbae%2Feea%2Ffde%2Fbaeeeafde1b3229287b0c008f7602058.png%2C0%2C275%2C1)%2Ff.elconfidencial.com%2Foriginal%2Fa4a%2F728%2F810%2Fa4a728810f26b1b743a6232308ba380c.jpg&w=1920&q=100)
La eliminación del Atlético de Madrid en el Mundial de Clubes ha dejado unas vibraciones muy extrañas en el universo rojiblanco. Castigados por el ya clásico mutismo del Club, todo, desde los dardos de una prensa que solamente mira en una dirección, hasta la furia de los aficionados más beligerantes, acaba chocando con ese rompeolas de granito llamado Diego Pablo Simeone.
El entrenador, curtido en mil batallas, repite sin mucha pasión un discurso que huele a usado y que empieza a resultar difícil de creer. Sobre todo, cuando los hechos parecen indicar otra cosa. Los jugadores, como si fuesen señores que simplemente pasaban por allí, se muestran asépticos y vacíos de contenido. Los aficionados, mientras tanto, se desangran en una especie de guerra civil caprichosa sobre si quitar, o no, a ese mismo rompeolas anteriormente mencionado.
Puede que piensen que soy un exagerado, pero a mí todo esto me hace pensar que el Atlético de Madrid contemporáneo, ese que surgió con la llegada del famoso entrenador argentino y que un día consiguió tocar el cielo, está inmerso en un preocupante proceso de decadencia. Entiendo que decir algo así dispare los ánimos de los más creyentes y asumo que es fácil llevarme la contraria. Bastaría con ver la posición que ocupa el club en el contexto económico europeo, el número creciente de patrocinios, los contratos millonarios, las ampliaciones en las zonas VIP del Metropolitano, las listas de espera para hacerse abonado o los espectaculares proyectos urbanísticos que hemos visto proyectados.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F192%2F54e%2F3e8%2F19254e3e8406e4d00af1365ac7653c62.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F192%2F54e%2F3e8%2F19254e3e8406e4d00af1365ac7653c62.jpg)
Con todo, la duda me parece legítima. Quizá porque mi forma de vivir el Atlético de Madrid tiene poco que ver con las cuentas anuales auditadas. Quizá por aquello que decía Francis Bacon de que el lujo, especialmente el inútil, es uno de los principales signos de la decadencia de los imperios. Quizá, porque sabemos que Roma se fue apagando mientras se seguían celebrando fiestas por todo lo alto.
Teorizando sobre fenómenos que tuviesen que ver con organizaciones en decadencia, he visto que todos tienen siempre varios puntos en común. El primero, no reconocer lo que les estaba pasando hasta que fue ya demasiado tarde. Esto, por ejemplo, encajaría bien con mi tesis sobre el Atlético de Madrid. Veamos cómo encaja el resto de los puntos.
1. Liderazgo débil o inestable. ¿Quién es el líder del Atleti? ¿Lo es su CEO? ¿Puede serlo un señor que nunca se muestra en público, que nunca da entrevistas y que es imposible saber lo que hace o piensa? ¿Puede serlo alguien que no existe para los medios de comunicación, ni para el grueso de los aficionados? ¿Lo puede ser ese otro señor, ligado a la cúpula, amigo de los enemigos del Atleti, que se limita a transmitir chascarrillos de forma esporádica, generalmente tras alguna comida copiosa? Es evidente a quién ha elegido el universo mediático como líder del Atlético de Madrid. Otra cosa es que realmente lo sea, o pueda serlo. Porque lo mismo estamos confundiendo gestión con carisma y carisma con autoridad. Si uno lo piensa bien, es imposible liderar un barco en contra de los intereses del que paga las nóminas. Las cosas no funcionan así en ninguna organización.
¿Tienen alguien alguna duda de quién es el líder en el Real Madrid o el FC Barcelona? Por resumir la situación, tenemos un líder real que actúa como si no lo fuese, un líder administrativo que básicamente se preocupa por el menú de la cena oficial y un líder natural, asalariado y permanentemente cuestionado, que tiene que actuar en base a los intereses de los otros dos, que tampoco está muy claro cuáles son.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F059%2F7b7%2Fe7c%2F0597b7e7ca93135fc496cd2c841b380a.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F059%2F7b7%2Fe7c%2F0597b7e7ca93135fc496cd2c841b380a.jpg)
2. Desconexión entre la élite y la base. En los sistemas en decadencia, las personas en el poder viven en una burbuja. Los usuarios, aficionados o ciudadanos, sienten que ya no cuentan (si es que alguna vez han contado). Las decisiones se toman muy lejos de quienes padecen sus consecuencias y las explicaciones se sustituyen por silencio o por condescendencia. ¿Les suena? Podría parecer la letra de una canción de Pulp, pero no, es simplemente la realidad.
Por eso se entiende tan mal que inviten a los familiares y amigos de los futbolistas rojiblancos a ir al Mundial de Clubes, la misma semana que suben los abonos hasta niveles difíciles de pagar para el común de los mortales. Por eso cuesta entender que los mejores asientos del Metropolitano estén ocupados por gente que no es colchonera. Por eso duele tanto que el club guarde silencio cuando el nombre del Atleti se ve pisoteado.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F797%2F23c%2F974%2F79723c9744f84e06005453a592735a87.jpg)
3. Sobrecarga burocrática y rigidez. La organización crece, pero nadie sabe por qué o para qué. Se multiplican las capas directivas sin motivo aparente. Aparecen figuras rimbombantes (director general de Fútbol) sin unas funciones claras, mientras desaparecen otras que antes parecían vitales (director deportivo). Y no pasa nada. Se trae a un italiano para vender la esencia colchonera (¿Qué entenderá este hombre por esencia colchonera?) y a un exmadridista para dirigir la construcción del equipo. No está muy claro quién manda, porque seguramente da igual, cuando todo tiene que pasar por un único sitio. Obsesionados por cumplir procedimientos internos que a nadie importan, las decisiones se toman tarde, mal o, muchas veces, no se toman. Quizá por eso, cada fichaje del Atlético de Madrid parece un capítulo de El Castillo, la novela inacabada de Kafka.
4. Incapacidad para innovar. Se repiten viejas fórmulas que ya no funcionan. En el campo y fuera de él. Sistemas de juego del pasado, ritmo futbolístico de otra época, o estrategias para fichar que son dignas de la película Los Tramposos. Se sigue apelando al “echarle huevos” y se sigue confiando en la red de representantes amigos, en lugar de construir una red propia y profesional. Se prefiere confiar en las propiedades mágicas de la fe en lugar de planificar a largo plazo. Cualquier modificación superficial se maquilla como innovación, sin realmente serlo. Y claro, no sólo se pierde agilidad frente a los competidores, se genera también un miedo atroz a cualquier cambio en el entorno.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2Ffe9%2Fae7%2F42a%2Ffe9ae742a42e07d0f95cbeecc2d70b8c.jpg)
5. Nostalgia como refugio. Una característica típica de los sistemas en decadencia es hablar mucho más del pasado que del futuro. La memoria se convierte en trinchera. No hay fichajes para el Mundial de Clubes, pero ahí están Miranda, Godín y Tiago con su camiseta rojiblanca. Ahí está Fernando Torres entrenando al filial. Se invoca una "edad dorada" que distorsiona el análisis de la actual. Se vende historia cuando ya no se es capaz de generar presente. Los colchoneros, dentro y fuera del césped, se parecen a ese personaje de Midnight in Paris que viajaba cada noche a 1920. Son felices anhelando la realidad de 2014, sin reparar en que en 2025 ya no hay coches a caballos.
6. Pérdida de visión y de relato. Los sistemas en decadencia siguen ganando mucho dinero (o teniendo mucho poder), pero ya no saben para qué lo hacen. Simeone se encontró un erial a su llegada; un equipo de nombre histórico, abrazado a la mediocridad, que no tenía identidad, ni visión, al haberlas perdido durante años de incompetencia. Él fue quien inventó el relato del nuevo Atleti; uno que ha resultado sumamente rentable. Llenó la grada de eslóganes que los colchoneros se creían y que los enemigos trataban de ridiculizar.
El objetivo no era sumar títulos (aunque se sumaron unos cuantos), sino sentirse orgulloso de unas determinadas señas de identidad. ¿Sigue siendo válido hoy? No lo tengo tan claro. ¿Sigue siendo creíble eso de que “el esfuerzo no se negocia” después de ver lo que algunas estrellas hacen sobre el césped? ¿Sigue teniendo sentido eso de que el Atleti es “el equipo del pueblo” cuando cualquier movimiento del Club va dirigido a extranjeros con posibles o a millonarios que ni siquiera saben quién es Adelardo? “Partido a partido”, decían. Ya. Cuando las personas se quedan atrapadas en una realidad que no se corresponde con el ideal que defienden, aparece la contradicción. Y es muy difícil mantener la identidad flotando en un mar de contradicciones.
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F951%2Fed7%2F2c5%2F951ed72c591391d3100bf10d0ebef7fc.jpg)
:format(jpg)/f.elconfidencial.com%2Foriginal%2F951%2Fed7%2F2c5%2F951ed72c591391d3100bf10d0ebef7fc.jpg)
Los estudiosos hablan de siete fases en un proceso de decadencia: auge fundacional, consolidación y esplendor, estancamiento, desconexión, crisis de legitimidad, nostalgia y colapso. Juraría que estamos en alguna de las últimas fases, si mi tesis es correcta. Todavía faltaría recorrido. Los mismos estudiosos hablan también de cómo solucionarlo y a eso me agarro. Aparentemente, bastaría con reconstruir el liderazgo, tener una visión a largo plazo, priorizar el sentido del proyecto sobre los beneficios inmediatos, reconectar con la base social y romper con la nostalgia como discurso dominante. ¿Difícil? Hay todo un verano por delante para echar a rodar. Partido a partido, ¿no?
El Confidencial