El enésimo show de un genio: Marcelinho Huertas y la figura de Joan 'Chichi' Creus
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Había que comenzar a contemplar los playoffs de la ACB para que se vengan historias a la mente. Y ahí estaba la poesía inacabable de Marcelinho Huertas. Base y líder de La Laguna Tenerife. Cómo es posible semejante exhibición. Pues parece ser que hizo su mejor partido del año. Qué nos tiene guardado para el futuro, nadie lo sabe. De qué planeta viniste Marcelinho, algún astrofísico lo está investigando.
Los titulares pueden ser miles. Pero el show ante el Joventut (96-81) no es posible comentarlo fácilmente. Cada nuevo verso del poema, iba sucediéndose, cada sílaba, cada palabra, cada doble sentido que los humanos no podían comprender con facilidad. Y el paulista, moviendo su batuta sin estridencias, creando música sobre una pista de baloncesto, giraba los rostros de los presentes como silbando sobre una flauta de Hamelin.
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Es difícil ver un espectáculo semejante en el baloncesto patrio. Salpicado, si ustedes quieren, por la épica de la edad (¡42 años tiene el brasileño!), como otras veces fue de una lesión mal curada, o de otras vicisitudes. Pero esta vez era simplemente Marcelinho haciendo magia con un balón, rodeado de profesionales avezados, los compañeros y los rivales. Dominando ese olimpo en La Laguna, para completar su “capolavoro” y dejarnos a todos en silencio, tal vez no en el momento, pero seguramente al volver a casa, todos regresarían su memoria a esa poesía de los balones, de los lanzamientos a canasta, de las asistencias, de los giros y los regiros ante los rivales estupefactos.
Lo mismo encestaba una entrada a canasta rectificando el salto, que lanzando a media distancia en la misma cara de los doscientos diecisiete centímetros de Ante Tomic. Le faltaba una barba Harden blanca y larguísima, para ser un Papá Noel, un San Nicolás redivivo que regala regalos y alegra hasta las alegrías.
Así es que estuvo más de treinta minutos en la pista, para dejar en ridículo a todos esos que hablamos de la sobrecarga de viajes, partidos y tiempos. No sé si es abuelo, tal vez sí, pero sus nietos estarán entretenidos mucho tiempo visualizando las hazañas del genial base brasileño. Liquidó el asunto con 39 puntos y 41 de valoración: el presunto abuelo fue el más joven del partido, clarividente, brillante, decisivo como ningún otro jugador en la pista.
Un recuerdo a CreusMerecería una pieza separada don Joan. Pero era complicado no acordarse de él, justo en un partido como el de ayer. Joan Creus completó su obra magna en 1998, cuando también andaba camino de los 42. Le cantaban desde la grada, recordando la dirección del “centro de mayores”. En aquel tiempo había que ser muy disciplinado para asegurar la longevidad competitiva: Oscar Schmidt, Vince Carter, qué sé yo.
Hizo diabluras de joven, que lo llevaron a jugar un par de años en el Barcelona, de eso se acuerda uno. Por lo que fuera, por la competencia con Nacho Solozábal, con Arturo Seara, no se sabe: el que firma era casi un niño y además, era del Madrid, mucha información no había, o no se recuerda bien.
Puede que, al volver a Granollers, la vida tranquila en el Vallés, los buenos hábitos, una cantidad de partidos razonable, le permitiera mantenerse “en el candelabro”. El caso es que se mantuvo y muy bien, siendo referencia de su equipo año tras año, donde daba clinics de baloncesto, de manera desinteresada, cada partido. De eso si se acuerda uno. Fue diferencial, a pesar de las dificultades, como la propia desaparición del club, que le llevaría a mudarse a Manresa, ya con los 37 (número muy mágico) cumplidos.
Así conquistó en Manresa logros inolvidables: la Copa de 1996, con un triple final impresionante, y después la ACB de 1998, donde fue nombrado MVP y su partido final ante Baskonia, en esa indescriptible y lúcida vejez, es simplemente inolvidable.
El Confidencial