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Marc Márquez o cuando la mejor manera de callar los gritos es con victorias... de rojo

Marc Márquez o cuando la mejor manera de callar los gritos es con victorias... de rojo

"¡Callaos! Él va de rojo", ese fue el grito de Davide Tardozzi, el director deportivo de Ducati, ante los silbidos de parte de la afición italiana a Marc Márquez después de su victoria al esprint el sábado. Tardozzi quería hacer ver a esos aficionados que Marc va vestido de rojo Ducati y que no se puede abuchear a nadie que lleve una Ducati en Italia. En realidad, no se debe silbar a nadie cuando suena el himno del vencedor, vista del color que vista, pero era entendible la reacción del directivo italiano.

El domingo volvieron a escucharse algunos gritos y abucheos cuando Marc Márquez volvió a ganar, pero algo sí pareció haber cambiado en la actitud de muchos seguidores, que se distanciaron, de alguna forma, de los acérrimos fans de Valentino Rossi. Compartían el sentimiento que expresó Tardozzi el sábado por la tarde: "Creo que la antideportividad no se justifica si la relacionas con sucesos de hace diez años. Es momento de pasar página y mirar hacia adelante, especialmente por Marc y Valentino, y de transmitir mensajes positivos", argumentaba el de Ducati.

Y no le falta razón a Tardozzi. ¿Qué sentido tiene seguir con el mismo rencor cuando, visto de una manera desapasionada, ninguno de los dos pilotos fue completamente inocente en aquella batalla? Probablemente, el choque fue tan grande porque Valentino Rossi y Marc Márquez deportivamente se parecían mucho más de lo que los partidarios de ambos creen. El problema es que el bando perdedor de una guerra suele tener una herida que es muy difícil de cerrar.

Porque la realidad es que el perdedor de todo aquel feo episodio fue Valentino Rossi. Perdió su última oportunidad de ser campeón del mundo. Y el tema está de plena actualidad porque Marc Márquez se acerca peligrosamente esta temporada a igualar su marca de nueve títulos mundiales (seis de ellos en MotoGP). Y lo que es peor aún: hacerlo sobre una Ducati, la moto con la que Rossi nunca consiguió triunfar. Son demasiadas píldoras para tragar para los enfervorizados seguidores de VR46.

Silbidos antideportivos

"Si no te gusta Marc, simplemente no aplaudas", defendía Tardozzi en su alegato, "pero en mi opinión, los silbidos son absolutamente antideportivos. No quiero volver al episodio de hace diez años, de quién fue la culpa; para mí es cincuenta-cincuenta". Por supuesto que los rossistas más recalcitrantes nunca compartirán ese reparto de culpas, pero muchos italianos sí. Por mucho que admiraran a Valentino, no les puedes poner en la tesitura de elegir entre papá o mamá. Una Ducati ganadora en Italia es tan importante o más para ellos.

Y hay otro detalle, puede que aún más importante: Pecco Bagnaia se está comportando como el gran campeón que es. Como pupilo de Valentino, podría secundar todo el rencor del que fue su mentor, y no lo hace. Tampoco está adoptando un papel victimista en el seno de Ducati, cuando no solo le gana su compañero de equipo, sino también lo hace Álex Márquez con la Ducati satélite. Y mira que lo tendría fácil para envenenar su discurso sugiriendo favoritismos hacia Marc Márquez. Un señor.

Bagnaia, además, demostró en los compases iniciales de la carrera que él también tiene grinta. El italiano plantó cara a Marc Márquez en el tercio inicial de la prueba como nadie había hecho hasta ahora. Luego, los neumáticos pagaron el sobreesfuerzo de su agresividad y, en las vueltas finales, perdió incluso el tercer escalón del podio a manos de Di Giannantonio. Pero la demostración estaba hecha. Demostró que sabe jugar el mismo juego que Márquez y que no es, de ningún modo, ese piloto blandito que sugieren sus detractores.

Esa honestidad deportiva y personal de Bagnaia la supo premiar el público de Mugello, pero también el de Jerez y Motorland. Bagnaia es querido y respetado en España, y eso Ducati y muchos italianos lo saben. Cuando lleguemos a Misano, los abucheos a Márquez se volverán a producir. Más aún, porque el circuito del Adriático es literalmente la casa de Valentino Rossi, pues nació a pocos kilómetros de la pista. Pero esta victoria de Márquez en Mugello sí que podría marcar un antes y un después.

placeholder El comienzo de carrera, con los hermanos Márquez peleando con Bagnaia. (EFE/Claudio Giovannini)
El comienzo de carrera, con los hermanos Márquez peleando con Bagnaia. (EFE/Claudio Giovannini)
Nada de provocaciones

Márquez, desde hace mucho, no entra en las provocaciones de Rossi y, sin perder la agresividad que siempre le ha caracterizado, sus acciones coqueteando con lo antideportivo son cada vez más cosa del pasado. Porque el caldo de cultivo anti-Márquez en Italia no solo viene de sus cuitas con Valentino Rossi. Cuando Marc sacaba de pista en la arrancada a Jorge Lorenzo en Aragón o le echaba la moto encima a Dovizioso en Red Bull Ring en la última curva, cargaba de razones a sus detractores. Pero, como dice Tardozzi, el pasado no se puede cambiar y hay que mirar hacia adelante.

Mugello también ha sido una pequeña reivindicación para Álex Márquez. El mantra de que corría para favorecer a su hermano ha quedado desmentido: él también sabe meterle la rueda. El comienzo de carrera en Mugello fue realmente espectacular, con una batalla a tres entre los dos Márquez y Pecco Bagnaia. Marc supo que quedaba mucha carrera por delante y no se cebó en la batalla, sabedor de que debía reservar sus neumáticos blandos para el final.

Jorge Lorenzo tuvo un apunte técnico muy interesante en un diálogo con Marc al final de la carrera, acerca de la importancia de cuidar los neumáticos en las Ducati: "Es cierto", afirmaba Márquez, "llevaba 10 años pilotando igual y ahora he tenido que cambiar mi estilo. Pero el ADN de la Ducati es pilotarla con el trasero, ir súper fino, no forzar tanto el delantero, y mi fuerte es al final de la carrera". Un mensaje importante que desarticula todas aquellas teorías conspiratorias de que la Ducati esté hecha a la medida del piloto catalán.

Márquez sale muy reforzado de Mugello, tanto a nivel de puntos en la tabla clasificatoria como a nivel moral. Está, quizá, en el mejor momento de su carrera deportiva. Mantiene su rapidez de siempre, pero con mucha mayor madurez: "Se podía haber celebrado más la victoria 93, pero es mejor no provocar. Parece que hablo como si tuviese 60 años, pero con 32 años, en el Mundial voy de vuelta". Es difícil una demostración más clara de dónde está el foco actual de MM93.

El Confidencial

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