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Estabilidad del sector petrolero frente a la tensión geopolítica

Estabilidad del sector petrolero frente a la tensión geopolítica

Durante junio, se desató una escalada en las tensiones geopolíticas en Oriente Medio que tuvo repercusiones inmediatas en los precios del petróleo.

Desde el ataque de Israel a instalaciones nucleares en Irán, el WTI subió de 63 a 73 dólares el barril, y el Brent de 67 a 74 dólares.

La respuesta iraní elevó aún más la tensión, manteniendo los precios en torno a 75 y 76 dólares, respectivamente.

El 22 de junio, Estados Unidos intervino directamente con bombardeos sobre infraestructura nuclear iraní, y al día siguiente Irán respondió con misiles lanzados hacia una base estadounidense en Qatar, sin provocar daños graves.

El conflicto comenzó a enfriarse tras un anuncio de Donald Trump proclamando la paz y amenazando con sanciones si Irán retomaba su programa nuclear. Con ello, el riesgo geopolítico se disipó y el petróleo corrigió con fuerza: el WTI cayó a 68 dólares y el Brent a 69 dólares el barril, borrando en un día hasta 10% de su valor.

Buena parte de estas variaciones en el precio del crudo se atribuyó a las amenazas de Irán, tanto directas como implícitas, sobre un eventual cierre del Estrecho de Ormuz, por donde transita alrededor del 20% del petróleo mundial. Una interrupción en esta zona estratégica podría generar una disrupción inmediata del 10 al 15% del suministro global de crudo.

Durante los días más delicados del conflicto, se observaron señales de tensión: maniobras evasivas de buques, embotellamientos en los corredores de carga, costos de flete marítimo elevados y primas de seguros disparadas para petroleros que cruzaban la región.

Sin embargo, una vez que se confirmó la estabilidad del tráfico marítimo, sin que se reportaran nuevos ataques, las tarifas de transporte colapsaron 17% en una sola jornada. Esta normalización logística aceleró la corrección de precios del crudo, eliminando buena parte de la prima geopolítica que se había acumulado durante el conflicto.

Con el riesgo inmediato disipado, el mercado ha vuelto a enfocarse en los factores fundamentales.

A pesar de las recientes tensiones, las exportaciones de crudo iraní hacia China continúan activas y, aunque no se canalizan a través de canales formales, representan oferta efectiva en el mercado global.

En paralelo, cobran fuerza las expectativas de una sobreoferta hacia la segunda mitad del año.

Si bien los inventarios en Estados Unidos han disminuido durante cinco semanas consecutivas, alcanzando mínimos estacionales no observados en más de una década, el mercado anticipa un posible aumento en la producción por parte de la OPEP+.

Rusia ya ha manifestado su disposición a respaldar un nuevo ajuste al alza en la reunión del 6 de julio, si así lo determina la alianza.

Este posible giro en la política de oferta ocurre en un entorno donde la demanda global muestra señales de debilidad, y donde el repunte estacional del verano podría actuar solo como un soporte transitorio antes de que el excedente de crudo se haga más evidente.

Para este verano, la perspectiva del precio del crudo se ha revisado a la baja. Se anticipa una tendencia descendente, con precios que podrían situarse en un rango de entre 63 y 67 dólares el barril al inicio de la temporada, y debilitarse gradualmente conforme avance el trimestre, a medida que se disipe el impulso de la demanda estacional y se materialice el incremento en la oferta.

Sin embargo, lo más interesante del episodio no fue el comportamiento del crudo, sino la solidez de las grandes petroleras internacionales.

Mientras el petróleo subía y bajaba con vértigo, las acciones de compañías como ExxonMobil, Chevron, Shell, TotalEnergies y BP se mantuvieron relativamente estables.

No hubo repuntes especulativos ni desplomes abruptos. La razón es sencilla: son empresas profundamente diversificadas, integradas verticalmente, con operaciones globales en todos los eslabones de la cadena, desde la exploración hasta la distribución, y con balances sólidos que les permiten resistir choques de corto plazo.

Desde una perspectiva de inversión, este comportamiento ofrece una lectura clara: las petroleras integradas no son apuestas especulativas, sino vehículos patrimoniales resilientes.

En contextos de alta incertidumbre geopolítica, actúan más como refugio que como activos de riesgo. Su capacidad de generación de flujo de efectivo, aun en escenarios de precios moderados, las convierte en una opción defensiva de largo plazo.

En conclusión, la reciente escalada entre Israel, Irán y Estados Unidos demostró que los precios del petróleo son sensibles a la volatilidad política, pero también que el mercado es capaz de ajustar rápidamente su enfoque cuando la disrupción no se materializa.

Más aún, confirmó que los fundamentos siguen mandando: exceso de oferta, demanda contenida y una OPEP+ que definirá el rumbo para el segundo semestre.

En medio de todo ello, las grandes petroleras que cotizan en Bolsa mantuvieron su valor, reforzando su papel como instrumentos de inversión confiables en un entorno global incierto.

Eleconomista

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