Jamieson Greer: un hooligan de los aranceles

Su posición es la del gregario, personaje imprescindible para que otros se lleven la fama en parte gracias al trabajo de esos secundarios, los fajadores del cuadrilátero de las negociaciones internacionales.

Jamieson Greer, embajador y representante comercial de la Administración Trump, estuvo a mediados de mayo en Ginebra en el equipo de Estados Unidos que negoció con China una tregua en la guerra comercial. Esta semana dirigió el operativo estadounidense en París, en las conversaciones con sus colegas –¿enemigos según el presidente de EE.UU.– de la Unión Europea (UE). Y este lunes, si no hay cambio de última hora, volverá a formar parte de la delegación estadounidense en Londres, como en Ginebra, comandada por el secretario del Tesoro, Scott Bessent, que negociará de nuevo con los delegados de Pekín tras los reproches entre ambos colosos globales sobre quién había roto la tregua.

Como uno de los funcionarios que aparecen en la foto en segundo plano, Greer, de 44 años, es un tipo respetuoso y fiel seguidor de los mandatos del jefe superior. En su caso, es uno de los más fervorosos defensores de los aranceles impulsados por Trump. Cree a ciegas, tal vez un resquicio de su formación religiosa. Que se sepa, es el único miembro del Gobierno que se formó en la universidad Brigham Young University (BYU), con sede en Provo (Utah), institución vinculada a la iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.

Así que como miembro de la iglesia de los mormones, Greer sirvió como misionero en Bruselas, una de las tres ciudades, junto con Washington y Ginebra, donde se encuentran las oficinas del representante comercial de EE.UU. en el extranjero.

Greer estará en el equipo de EE.UU. que tiene previsto negociar con China este lunes en Londres

En la biografía oficial ofrecida por la oficina comercial estadounidense se explica que Greer, “cuya prioridad es poner América primero en comercio combatiendo prácticas foráneas desleales”, recibió su doctorado en Derecho por la Universidad de Virginia y que cursó un máster en Derecho Empresarial Global en el Instituto de Estudios Políticos de París. También sirvió en las fuerzas armadas, en el cuerpo de abogados generales de la Fuerza Aérea, incluido un despliegue en Irak.

Nacido en Paradise (California) y padre de cinco hijos, ejerció en una firma de abogados en la capital. Greer estuvo luego como jefe de gabinete de Robert Lighthizer, el representante comercial de EE.UU. durante el primer mandato de Donald Trump. Entonces tuvo un papel destacado en la implementación de los aranceles a China. Fue uno de los protagonistas, además, en transformar el acuerdo entre los tres países norteamericanos heredado del presidente Bill Clinton, conocido como NAFTA, que pasó a denominare USMCA, bajo la idea de Trump de que favoreciera más a los trabajadores estadounidenses. La Casa Blanca ahora, con la imposición de gravámenes a Canadá y México, no ha hecho más que reconocer las deficiencias que encerró ese nuevo pacto.

Su pasión de hooligan por los aranceles viene de lejos. Una vez en el cargo actual, reiteró que los aranceles son “una herramienta eficaz para ayudar a crear puestos laborales en la industria manufacturera en particular, y en especial para corregir los injustas prácticas comerciales”. Escucharle supone recibir el eco en otra voz de la filosofía tan reiterada por el inquilino de la Casa Blanca.

“Coincido totalmente con la posición comercial del presidente Trump. Para ser claro, la apoyo totalmente”, reiteró en su fe.

En una de sus comparecencias sostuvo que los gravámenes permiten equilibrar el terreno de juego comercial. “El uso de los aranceles debe de estar sobre la mesa”, remarcó. Según su creencia terrenal, esa es la única manera de competir con el imperialismo comercial de China. Cuando se le oye hablar, mantiene el mismo tono que si explicara el libro sagrado de los mormones.