La tecnología refuerza el brillo del oro como valor refugio por excelencia

El oro ha sido el metal más valorado por el ser humano desde tiempos inmemoriales. Mientras que todas las monedas que han existido han tendido a desaparecer con el tiempo, el oro siempre ha perdurado. Sin embargo, la necesidad de custodiarlo físicamente ha supuesto un freno para muchos inversores. En un mundo cada vez más digital, desplazarse hasta un establecimiento para comprarlo, almacenarlo y venderlo cuando se desea resulta cada vez menos práctico. Por este motivo, alternativas como los fondos cotizados (ETFs) respaldados por oro ganan atractivo. Otros, incluso, empiezan a considerar el bitcoin como un equivalente moderno dentro del universo blockchain, debido a su escasez.
Al margen del vehículo utilizado, la inversión en oro continúa plenamente vigente. Desde mediados de 2022, cuando su precio rondaba los 1.600 dólares por onza, el metal ha subido cerca de un 47%, alcanzando recientemente máximos históricos en torno a los 2.350 dólares. Esta evolución refleja el renovado interés por instrumentos de preservación de valor en un entorno de creciente inestabilidad, alimentado por la guerra en Ucrania, las tensiones en Oriente Próximo y la incertidumbre derivada del convulso regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos.
En este contexto de búsqueda de seguridad, los ETFs se han consolidado como una de las vías más utilizadas para canalizar la demanda. «La proliferación de fondos cotizados vinculados al oro ha sido clave para ampliar su accesibilidad tanto entre inversores minoristas como institucionales», señala Javier Cabrera, analista de mercados.
Estos instrumentos permiten ajustar la exposición en cartera de forma ágil y sin necesidad de recurrir a oro físico, certificados o futuros. En lo que va de año, los ETFs de oro han captado más de 32.000 millones de dólares netos, con un 53,6% procedente de Norteamérica, apunta. «Esa misma liquidez también permite deshacer posiciones con rapidez, como ocurrió la semana pasada, cuando se registraron reembolsos por encima de los 3.000 millones», añade Cabrera. Esta versatilidad es especialmente útil para realizar movimientos tácticos en las carteras, concluye.
«Aunque hoy su uso está ampliamente extendido, la expansión de los ETFs ligados al oro no es reciente, sino fruto de un proceso consolidado en las dos últimas décadas», observa Roberto Scholtes, jefe de Estrategia de Singular Bank. Su liquidez, bajos costes y volumen acumulado –más del 15% de la inversión mundial en oro– han favorecido su adopción como activo diversificador. Sin embargo, los grandes flujos de entrada suelen coincidir con periodos de tensión. «Desde el año 2022, el repunte de precio ha estado especialmente impulsado por 'hedge funds'», añade Roberto Scholtes.
El creciente protagonismo de bitcoin ha abierto el debate sobre si podría reemplazar al oro como instrumento de cobertura. Aunque comparten propiedades como la escasez, la resistencia a la censura y su función como reserva de valor, «ambos son activos de naturaleza distinta», advierte Javier Pastor, director de formación de Bit2Me. «El oro cuenta con siglos de historia y una aceptación global, mientras que bitcoin, con apenas 16 años, aún está en fase de consolidación», señala este experto.
Aun así, su adopción creciente lo está posicionando como un activo estratégico en carteras individuales, corporativas e incluso institucionales. Más que sustituir al oro, bitcoin actúa como un complemento con alto potencial, gracias a su descentralización, oferta limitada y rendimiento acumulado, sostiene Pastor.
«Bitcoin ha introducido nuevos matices en la concepción clásica de instrumento de cobertura», comenta Javier Molina, analista sénior de eToro. «Ambos activos abordan la gestión del riesgo desde enfoques distintos: bitcoin ofrece mayor proyección de retorno, aunque con una volatilidad considerablemente más alta», dice. El oro, por su parte, «mantiene su perfil estabilizador, especialmente en entornos marcados por la incertidumbre». Según modelos de asignación como el media-CVaR, sigue siendo más eficaz para moderar la exposición agregada. Aun así, combinarlos puede mejorar la eficiencia del conjunto. Más que reemplazo, «bitcoin representa una palanca para repensar cómo se construyen hoy las estrategias de preservación patrimonial».
Esta evolución también se manifiesta entre los nuevos perfiles de inversores. Entre los más jóvenes, el oro ha perdido parte de la relevancia histórica que tuvo durante generaciones. «Acostumbrados a operar en entornos digitales, valoran la rapidez, autonomía y control que ofrecen los activos 'on-chain'», destaca Mario Eguiluz, cofundador de Deblock. Para muchos de ellos, el oro representa una operativa más lenta y costosa, con requerimientos logísticos y sobrecostes asociados. No obstante, su solidez histórica y su papel estabilizador siguen generando confianza. Por ello, «es cada vez más habitual que opten por estrategias mixtas, combinando bitcoin por su flexibilidad tecnológica y oro por su probada resistencia en escenarios de crisis», comenta el cofundador de Deblock.
Esa convivencia entre lo tangible y lo digital ha abierto nuevas formas de blindar el patrimonio. En un entorno donde la tecnología gana protagonismo, el carácter físico del oro puede percibirse como una barrera práctica. Sin embargo, para Uxío Fraga, CEO y fundador de Material Bitcoin, no es necesario elegir. El oro sigue disponible en su formato tradicional, y del mismo modo, bitcoin puede representarse mediante dispositivos físicos como los monederos fríos.
Aunque a menudo se presentan como opciones enfrentadas, Fraga sostiene que ambos se complementan. Bitcoin ofrece portabilidad, descentralización y eficiencia operativa; el oro, estabilidad y materialidad. Ambos, incide, pueden convivir como pilares de una estrategia sólida ante entornos volátiles.
«Pese al avance imparable de la digitalización, el oro mantiene –y refuerza– su papel estructural como valor de referencia», sostiene Ned Naylor-Leyland, gestor de estrategias de oro y plata en Jupiter AM. Su revalorización reciente confirma su utilidad como escudo frente a la inflación y los sobresaltos del mercado, añade este experto. «El respaldo de los bancos centrales es un factor clave: en los últimos tres años han elevado sus reservas de forma significativa, consolidando al oro como uno de los ejes de confianza del sistema financiero global. En un momento en que se cuestiona la primacía del dólar y la sostenibilidad de la deuda estadounidense, el oro retoma su papel histórico como reserva que ningún gobierno puede emitir ni alterar, a diferencia de las divisas fiat o digitales, subraya el gestor de estrategias de oro y plata en Jupiter AM.
«En coherencia con esta visión de largo plazo, el oro debe seguir ocupando un lugar clave en las carteras orientadas a la protección», añade Naylor-Leyland. Su valor no reside solo en su cotización, «sino en su función como reserva sólida, al margen de decisiones monetarias o intereses políticos. Esa cualidad lo convierte en una base fiable frente a procesos de depreciación prolongados. Además, el mayor protagonismo que ha adquirido en las reservas oficiales refuerza su perfil estratégico», asegura. Paralelamente, factores como la erosión estructural del dólar y el declive del sistema de petrodólares están configurando un nuevo paradigma, donde el oro vuelve a erigirse como referente de valor real ante la fragilidad de las divisas tradicionales.
En este nuevo contexto macroeconómico y geopolítico, su presencia en carteras prudentes sigue siendo decisiva, especialmente por su capacidad de preservar valor en entornos de incertidumbre. Según Javier Molina, de eToro, una asignación óptima de oro en un portafolio multiactivo debería situarse entre el 5% y el 10%, aunque algunos modelos lo ajustan a un rango más conservador del 3% al 7%. Cuando se incorpora bitcoin en el análisis, las simulaciones sugieren que una combinación balanceada entre ambos activos puede maximizar la eficiencia sin comprometer el control del riesgo. En este esquema, el oro aporta estabilidad estructural y bitcoin introduce potencial de crecimiento. La clave, apunta Molina, está en adaptar esa composición al perfil del inversor y a su horizonte temporal.
En paralelo, la digitalización del sistema financiero ha reavivado el debate sobre la confianza y la infraestructura que sostiene a los activos. Pastor, de Bit2Me, advierte que no todas las blockchains ofrecen los mismos niveles de transparencia ni la misma arquitectura sin intermediarios. En el caso del oro tokenizado, la tecnología puede mejorar la trazabilidad, pero no elimina la necesidad de confiar en custodios centrales. Frente a ello, este experto considera que bitcoin representa una infraestructura «genuinamente inmutable y descentralizada, que es capaz de redefinir los conceptos de verificación, soberanía y confianza» en un mundo donde lo físico y lo digital ya no son rivales, sino aliados complementarios.
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