Odio en las entrañas

El grado de confrontación y de odio que se está generando en la política española puede terminar dando al traste con la buena situación que goza España. No será algo brusco, pero sí irremediable. Hay una inercia que aún nos hará crecer, pero la próxima legislatura puede terminar siendo un erial gobierne quien gobierne.
Durante la Transición la situación económica fue tremenda. Sin embargo, había un proyecto común: la reconciliación de las dos Españas. Es cierto que había muchas cosas que nos dividían: republicanos y monárquicos; izquierdas y derechas; centralistas y federalistas; trabajadores y empresarios; ricos y pobres…
Pero sobre todas estas diferencias todos teníamos claro que no queríamos otra Guerra Civil. Aspirábamos a un futuro común en la Europa democrática que proporcionase prosperidad económica a nuestros hijos y un estado del bienestar. Así nos pusimos a trabajar. Elaboramos una Constitución como la de 1978 en la que cabemos todos y que va camino a convertirse en la más longeva de nuestra historia.
El tono que utilizan políticos y medios de comunicación cada vez es más peligrosoAquel esfuerzo en común, aquella convivencia nos permitió superar la fuerte crisis del petróleo entre 1973 y 1976. Nos permitió entrar en la Unión Europea y disfrutar del mayor periodo de paz, libertad y progreso de toda la historia de España. Ahora es al revés. Disfrutamos de una cómoda situación económica. Tenemos el viento de cola. Estamos muy lejos de las dos guerras, la de Ucrania y la de Gaza, una distancia que nos favorece como ocurrió en la Primera Guerra Mundial. Vienen inmigrantes, turistas y capital extranjero de todas las partes. Sin embargo, estamos a punto de liarla.
En vez de apostar por la reconciliación, para hacer frente a los grandes retos geopolíticos y tecnológicos, nos dejamos arrastrar por el enfrentamiento y por el odio. El tono que utilizan los políticos y los medios de comunicación cada vez es más peligroso: “mafia o democracia”. Amenazas veladas de cárcel, de atentados, de golpe de mano, de persecución judicial, descalificación de las instituciones y de las fuerzas del orden público, por no hablar del malestar que se dice existe en los cuarteles.
El resultado podría ser muy bien una pérdida de la confianza en nuestro futuro económico; una parálisis del ciclo reformista; un debilitamiento de las instituciones. ¿Quién terminó con la actual prosperidad económica? Entre todos la mataron y ella sola se murió. Como en la película de Martin Ritt (1970) Odio en las entrañas . Llevar la acción política o social a sus ultimas consecuencias no puede conducir a nada bueno.
No parecen existir demasiadas dudas que el modelo de gobernanza elegido por Pedro Sánchez hace siete años haya sido el mejor. El “no es no” para impedir que gobernase el partido más votado y después ocupar el poder a través de una moción de censura en base a la corrupción del PP nos ha llevado al callejón sin salida en el que nos encontramos.
lavanguardia