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¿Por qué desaparecen las grandes potencias?

¿Por qué desaparecen las grandes potencias?

"Los tiempos duros crean hombres fuertes; los hombres fuertes crean buenos tiempos; los buenos tiempos crean hombres débiles; los hombres débiles crean tiempos duros", escribió en 2016 Michael Hopf en su novela Los que quedan.

Los historiadores se han preguntado durante siglos si la historia es lineal o si, por el contrario, es cíclica. Unos y otros han indagado desde la antigüedad sobre el porqué del auge y la caída de los grandes imperios. Es famoso el pasaje en el que Escipión Emiliano llora tras incendiar Cartago, la eterna enemiga de Roma, en el año 144 antes de Cristo. "¿Por qué lloras?" le preguntó Polibio; "porque esto le ocurrirá antes o después a mi patria". Así sucedió... 590 años después.

El historiador Ibn Jaldún, tunecino e hijo de sevillanos, se quedó impresionado en el siglo XIV al contemplar las magníficas ruinas de las antiguas ciudades romanas del norte de África y compararlas con su actualidad. Se recluyó en un castillo unos años, y escribió la Muqaddimah, una filosofía de la historia que viene a explicar el declive de los imperios cuando estos pierden su cohesión, lo que facilita que pueblos más atrasados tecnológica, militar y económicamente derriben a otros más "adelantados", como los bárbaros hicieron con el Imperio romano de Occidente.

Recientemente, el conocido historiador sueco de las ideas, Johan Norberg, ha publicado un delicioso libro, Peak Human, en el que analiza el apogeo y decadencia de varios imperios: el ateniense del siglo V a. C., el romano, el califato abasí del siglo VIII, la China de la dinastía Song (siglos X-XIII), la Italia renacentista, la república holandesa del siglo XVII y, por último, la "Anglosfera" (término que englobaría EEUU, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda) actual.

Según Norberg, los imperios exitosos surgen de la apertura de sus fronteras, apertura a las ideas innovadoras, a los intercambios comerciales y a la inmigración cualificada. "Nuestra ciudad está abierta al mundo" decía Pericles honrando a los caídos en batalla contra Esparta. Roma acogió desde su época republicana (siglo V a. C.) a élites de poblaciones circundantes, factor esencial en el tejido de alianzas estables que le permitió dominar Italia y, más tarde, "conquistar en mundo en defensa propia". La Bagdad de Harun al Rashid, califa de Las mil y una noches, fue la ciudad más próspera y cosmopolita del mundo; y fue durante la dinastía Song, cuando China generó importantes avances científicos (pólvora, imprenta, papel moneda, brújula...) que la hicieron avanzar sobre el resto del mundo. Estos procesos de apertura tecnológica y comercial también explicaron el despuntar de la Italia renacentista (no un imperio político en sí mismo, sí un imperio cultural), la Holanda independizada de España (imperio marítimo y comercial) y el auge, primero del Reino Unido en los siglos XVIII y XIX, y más tarde, de EEUU en el siglo XX. Aunque el autor no lo analice, creo que existen importantes paralelismos también con la monarquía hispánica de los siglos XVI y XVII.

¿Por qué caen los imperios? Según el autor, cuando una gran potencia sufre un revés significativo, tiende a replegarse sobre sí misma, y este aislamiento acelera su declive por los mismos motivos por los que su apertura fue clave para su auge. Así, las devastadoras guerras que desataron Esparta y sus aliados (potencia establecida) contra Atenas y los suyos (potencia emergente) provocaron un cierre progresivo de Atenas, cierre que la llevó a su decadencia económica, militar y también moral. Algo parecido ocurrió con el Imperio romano desde el siglo III, que, tras sufrir devastadoras plagas y ataques en la frontera, se fue cerrando, y posteriormente observó cómo los godos entraban pacíficamente en su territorio en el 376 d. C. para tomar Roma tan solo unos años después en el 410, haciendo que se materializara así la terrible visión de Escipión unos siglos antes. Estos "cierres" también se dieron entre los abasíes (como consecuencia de las progresivas revueltas y escisiones del Islam), los Ming (tras la conquista mongola que acabó con los Song), el renacimiento italiano (invasiones extranjeras desde 1494), y el esplendor holandés, coartado por la invasión francesa de finales del XVII.

El libro no analiza la situación actual, pero uno se pregunta con estupor si la situación de hoy de los EEUU guarda algún paralelismo con la de otros imperios que, tras alcanzar su apogeo, iniciaron su declive. EEUU ha construido la mayor potencia de la historia gracias a la apertura comentada por Norberg: un cóctel de apertura a ideas innovadoras, inmigración (una cuarta parte de las patentes estadounidenses es obra de inmigrantes cualificados), y una marcada apertura comercial. Con todo, una supuesta "derrota comercial" frente a China y otros países está llevando a EEUU a limitar sus fronteras al comercio vía aranceles (arancel actual del 17%, frente por ejemplo el 2% de la Atenas clásica), restringir la inmigración (cualificada y no cualificada) y cerrarse a ideas mediante el recorte masivo de fondos de investigación y desarrollo, algo que redundará en miles de despidos de científicos, muchos de los cuales emigrarán a Europa en lo que puede convertirse en la mayor fuga de cerebros de la historia. Además, Norberg no refleja otros "síntomas de decadencia" como gastar más en intereses de la deuda que en defensa (EEUU acaba de hacerlo) o el elemento de la falta de "cohesión" de Jaldún, que, si lo proyectamos sobre los EEUU genera escalofríos.

Einstein afirmó que "la medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar". Los imperios cambiaron de una forma poco inteligente, observa la historia. Esperamos que no sea el caso de los EEUU.

Ignacio de la Torre es economista jefe de Arcano Partners

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