Sol, paneles y campo: España es terreno abonado para la agrovoltaica

España tiene en su clima y configuración los ingredientes naturales necesarios para el desarrollo agrovoltaico, práctica todavía en fase de desarrollo, a la que falta el establecimiento de una legislación propia. Uno de los cambios más relevantes del sector ha sido la modificación normativa sobre el uso del suelo agrícola en proyectos de este tipo. Hasta ahora, instalar una planta fotovoltaica en terrenos agrícolas implicaba su descalificación automática como elegible para ayudas de la PAC (Política Agrícola Común). Esta situación penalizaba a los agricultores que se inclinaban por modelos de aprovechamiento dual del suelo.
Francisco Pérez Abiétar, miembro de la Junta Directiva de la Asociación Nacional de Productores de Energía Fotovoltaica (Anpier) y administrador de Grupo Tornasol, estima que «forzado un poco por la convocatoria de ayudas para energías renovables innovadoras por parte del IDAE, los beneficiarios pueden ahora eliminar esa penalización».
Para 2026 se establecerá una salvedad legal que permitirá considerar completamente elegible a una superficie agrovoltaica para ayudas agrícolas que mantengan la actividad agrícola como uso principal. «A pesar de este avance, sigue siendo urgente definir un marco legal específico para la agrovoltaica», añade. «La clave del éxito de una instalación agrovoltaica radica en que la generación eléctrica se subordine al mantenimiento y mejora de la productividad agrícola», dice Pérez Abiétar. La viña es uno de los cultivos donde más se está investigando, debido a su sensibilidad al cambio climático. Para el administrador de Grupo Tornasol, «proyectos como Vidvolt 4.0 y WineSolar están demostrando que el sombreado fotovoltaico puede retrasar la maduración de la uva, mejorar su calidad, reducir las necesidades de riego y protegerla frente a eventos extremos». Otros cultivos experimentales que están mostrando buenos resultados incluyen frutos rojos, espinacas, hortícolas y subtropicales.
La agrovoltaica no solo contribuye a la sostenibilidad energética y alimentaria, sino que puede ser una herramienta estratégica para el desarrollo rural. «Al permitir un doble uso del suelo, favorece la creación de empleo local y cualificado en zonas con riesgo de despoblación, diversifica las fuentes de ingresos del agricultor y promueve la aparición de nuevos negocios y servicios locales en torno a la gestión, mantenimiento y operación de las instalaciones», afirma.
«Es una herramienta eficaz para fijar población, generar economía complementaria y hacer viable la agricultura en un contexto de precios inestables y creciente vulnerabilidad climática. El éxito de la agrovoltaica no debe medirse en megavatios instalados, sino en la capacidad de transformar positivamente la vida de las personas del entorno rural. Resulta una oportunidad de futuro para los agricultores: les ofrece estabilidad económica, acceso a nuevas tecnologías, sostenibilidad medioambiental y protagonismo en la transición energética», subraya.
El futuro es prometedor, porque España cuenta con un gran potencial, una amplia superficie agraria, radiación solar abundante y un tejido agrario resiliente, aunque, para el experto «requiere superar varios retos urgentes»: «El primero es la definición normativa clara y consensuada de la agrovoltaica. El segundo, garantizar la compatibilidad con las ayudas PAC, en este momento en proceso. Y el tercero, asegurar el acceso a red para la energía generada».
En cuanto a las estructuras que se utilizan, se puede hacer entre los paneles o debajo de ellos. Martin Behar, director de Estudios y Medio Ambiente de la Unión Española Fotovoltaica (UNEF), expone que las hay «elevadas (por encima de los cultivos) fijas, o elevadas móviles con 'trackers». «Algunas se colocan justo encima y otras al costado para jugar con la sombra y reducir la irradiación, jugar con la maduración de los cultivos y reducir el estrés térmico de las plantas», señala.
Pueden ser las estructuras en forma de pórtico. Están elevadas entre 2 y 4 metros, dependiendo del cultivo. «El proyecto entonces se encarece porque necesita más material, es más profundo, con un túnel de viento más fuerte», asegura Behar. ¿Pero cómo se miden los rendimientos de un proyecto agrovoltaico? Porque no se trata solo de producción de energía sino también del cultivo. El director de Estudios y Medio Ambiente de UNEF se une a la propuesta de analizar la productividad real en función de la LER (Land Equivalent Ratio). «Calcula la productividad total del terreno, es decir, la productividad agrícola más la energética. No se pueden aislar. No tiene sentido sin que haya una sinergia entre el propio cultivo y el panel fotovoltaico», indica.
Entre los beneficios de la agrovoltaica figuran que la calidad del suelo y su fertilidad mejoran y que se consigue una reducción del uso de agua. Behar relata que «donde están las plantas fotovoltaicas, las declaraciones de impacto ambiental suelen venir con condicionantes en cuanto al uso de fitosanitarios y por tanto es más parecida a la agricultura ecológica que a la tradicional».
Otra de las ventajas de la agrovoltaica es que puede proteger los cultivos de las inclemencias del cambio climático. Los seguidores a un eje se pueden levantar para brindar cobijo. También puede limitarse el efecto de la irradiación. La descarbonización del sector agroalimentario y la producción de energía limpia son otras de las ventajas. Entre los retos a medio plazo, Behar destaca «la aceptación social, la disminución de la inversión inicial y el aprovechamiento de las nuevas tecnologías».
WineSolar es un proyecto piloto que Iberdrola está realizando desde 2023 en los viñedos de González Byass en Guadamur (Toledo). Se trata de una planta agrovoltaica inteligente, que permite adaptar la disposición de la estructura a las necesidades del cultivo para así regular a través de la sombra de los paneles la incidencia del sol y la temperatura.
Alexander Arias, responsable de proyectos especiales de Iberdrola Renovables España, explica que «es una planta de 41 kW, formada por tres trackers cuyo posicionamiento se determina mediante un algoritmo de control que lee las condiciones del cultivo, temperatura, humedad según los criterios más adecuadas para el momento fijados por el agricultor». «No se busca –remarca– optimizar la producción solar, sino favorecer las condiciones del cultivo en cuanto a maduración o necesidades de agua».

Iberdrola tiene en cartera otro proyecto similar, para el que ha recibido provisionalmente la resolución favorable de una ayuda Perte. «Es de un tamaño un poco mayor, un entorno algo inferior a un megavatio. Está en Vitoria, en un cultivo de manzanos de sidra autóctona de Basaldea. Junto a la algoritmia para optimizar la posición de los 'trackers', se incluye almacenamiento mediante baterías, lo que supone un componente tecnológico adicional», apostilla Arias. Se construirá en 2026. También realiza la compañía iniciativas de este tipo en Francia o Italia.
No es sencillo dar el salto del proyecto piloto a una realidad escalable, porque la viabilidad depende de las ayudas, según Arias: «Una planta de agrovoltaísmo es mucho más cara que una planta fotovoltaica convencional, porque utiliza de forma menos eficiente el espacio y tiene una pérdida de producción. Hay que tender a que el cultivo se monetice».
Junto a este agrovoltaísmo puro y duro se puede hacer un pequeño cultivo de flores silvestres o de setas dentro de una planta fotovoltaica. Es lo que Iberdrola hace con el programa Convive, que «pretende que conviva la producción fotovoltaica con mecanismos de apoyo a la fauna y a la flora local, como la producción de miel o el pastoreo de ovejas».
Hay otras empresas, como Powen, que se plantean entrar en el mundo de la agrovoltaica. «Estamos pendientes de que se clarifique la normativa», comenta Pedro Álvarez, responsable del departamento agrícola. Apuesta Álvarez por las «zonas ideales para la agrovoltaica, con cultivos compatibles con la reducción de insolación que puedan producir los paneles».
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