Bruselas y Londres encauzan Gibraltar

A punto de cumplirse nueve años del referéndum que llevó a que Reino Unido abandonase la Unión Europea, ayer se cerró por fin el último capítulo pendiente del Brexit: el estatus de Gibraltar. En unas conversaciones cuatripartitas lideradas por el Gobierno británico y la Comisión Europea en las que nuestro país ha tenido un papel secundario, se ha pactado que forme parte del espacio Schengen que permite la libre circulación de personas, bienes y servicios entre 29 países europeos.
Era la única solución posible para evitar la creación de una frontera dura entre el istmo y España que hubiera resultado muy dañina tanto para la economía gibraltareña como para la región limítrofe, una de las más deprimidas de Andalucía y que depende en gran medida del comercio con el Peñón. Sin embargo, ha recibido duras críticas de la oposición conservadora en Reino Unido. Todos los primeros ministros tories tras el Brexit rechazaron un pacto en estos términos, pero el laborista Keir Starmer ha optado por asumir una posición pragmática en las relaciones con el continente, y Gibraltar suponía un obstáculo recurrente para lograrlo.
En adelante, la Policía Nacional realizará el control de pasaportes tanto en el aeropuerto (construido ilegalmente sobre suelo español) como en el puerto de Gibraltar. Sánchez se felicitó de que se ha logrado un entendimiento sin renunciar a las tradicionales reclamaciones de nuestro país sobre el istmo, pero lo cierto es que seguramente nunca vuelva a presentarse una oportunidad como ésta para reparar el agravio histórico de que tener un ente colonial de un país extranjero en territorio de España.
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