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Sánchez, a puerta gayola ante Trump, tensa a la OTAN y sorprende a Europa

Sánchez, a puerta gayola ante Trump, tensa a la OTAN y sorprende a Europa

Atrapado por una terrible crisis de reputación del Partido Socialista Obrero Español, amenazado por el riesgo de colapso de la legislatura –esta vez, sí–, Pedro Sánchez se ha colocado a puerta gayola, rodilla en tierra, esperando la salida del toro Trump en el ruedo de la OTAN.

Es un toro robusto, macizo, de más de seiscientos kilos, con una anilla en la nariz, rubicundo y furibundo, temible, con ganas de guerra. Sánchez extiende el capote frente a la puerta de toriles, mientras grita: “¡No te voy a pagar el 5%!” En el palco presidencial ponen los ojos como platos. Una voz con acento alemán exclama: “¡Este español se ha vuelto loco!” Una señora italiana se mesa nerviosamente los cabellos.

Esta sera la semana de la OTAN, de la guerra dura en Irán y de la posible sentencia del Tribunal Constitucional sobre la ley de Amnistía. La política española, toda ella, se halla en estos momentos a puerta gayola. El Gobierno puede salir volando por los aires y el primer partido de la oposición puede acabar con alguna costilla rota. Vox ya se aproxima a los sesenta diputados en los sondeos.

El efecto Podemos del 2015 sería el efecto Vox en 2025. Las juventudes libertarias ya no llaman a asaltar los cielos. Llaman a invertir en criptomonedas y a tomar al asalto la Seguridad Social para que los jubilados dejen de ser el colchón tranquilo de la sociedad. Menos pensiones, menos hospitales públicos, menos salarios mínimos, y el que caiga que espabile. La grave crisis reputacional del PSOE y el guirigay de las izquierdas desunidas pueden abrir un boquete descomunal en la política española en un momento de gran reconfiguración del tablero europeo. Todo pende de un hilo. Estados Unidos ha empezado a bombardear Irán está madrugada. El paso se ha dado. El mando norteamericano afirma que los bombarderos furtivos B-2 han logrado destruir las tres instalaciones iraníes de enriqucimiento de uranio enterradas en las montañas del norte, mediante el lanzamiento de bombas pesadas de 13 toneladas. Israel exulta. Trump llegará a La Haya vestido de emperador y mirará con desprecio al español que le quiere llevar la contaria.

Sánchez decide enfrentarse a Trump, acuciado por sus graves problemas internos en España

Política exterior y política interior forman siempre una unidad dialéctica. Nadie sabe qué puede ocurrir en Eurasia si la guerra se prolonga en Irán, una vez que los partidarios del ataque definitivo al régimen de los ayatolás han ganado la partida en el seno de la Administración norteamericana. El movimiento MAGA frente a los realistas duros, partidarios de cortar por lo sano para después concentrarse en la contención de China. Los MAGA no querían dar ese paso. “Los americanos, primero”, van repitiendo. Nadie sabe cuál será la reacción de rusos y chinos. El portaviones USS Nimitz ya se halla cerca del estrecho de Ormuz. Los bombarderos B-2 han despegado de la base de Guam en el Pacífico occidental. La base aérea de Morón de la Frontera (Sevilla) ha sido esta semana la más utilizada en Europa por la fuerza aérea de los Estados Unidos para enviar aviones cisterna a Oriente Medio.

El mundo se halla en una encrucijada muy peligrosa. Y en esa encrucijada, el presidente español, en graves apuros internos, decide convocar al toro Trump en la asamblea general de la OTAN que empieza el martes en La Haya. Los primeros bufidos ya se han oído: “La OTAN tendrá que lidiar con España, que siempre ha pagado muy poco”, ha dicho Trump.

Ahí está Sánchez, a puerta gayola, en busca de un programa electoral si es que hay que ir a elecciones dentro de unos meses. El Partido Popular del gasto militar no quiere hablar. El PP de Alberto Núñez Feijóo, escuela Romay Beccaría, escuela mineral que pregona la quietud, sólo habla del escándalo. Espera que Sánchez caiga, arrollado por los audios de Koldo y Ábalos, y por la furia de los tiempos.

A España le costará encontrar aliados en la Unión Europea y puede recibir el rechazo de Alemania

Política exterior y política interior. Nadie sabe qué pasará en Irán en las próximas semanas y meses, y nadie sabe qué acabará saliendo de los audios confiscados por la Guardia Civil. Podríamos estar ante un Villarejo II. Nadie sabe cuántos papeles más le pueden encontrar a Santos Cerdán. Nadie sabe si la secretaría de Organización del PSOE estaba empotrada en Acciona, o era Acciona la que estaba empotrada en la secretaría de Organización del PSOE. Nadie sabe lo que sabía el general de la Guardia Civil, Manuel Sánchez Corbí, ex jefe de la UCO que hace cuatro años fichó por Acciona como jefe de seguridad. Oficial formado en el cuartel de Intxaurrondo, condenado en 1997 a un año de prisión y seis de inhabilitación por un delito de torturas a un detenido de ETA; indultado por el Gobierno Aznar en 1999. Un hombre de peso, Sánchez Corbí. Un hombre con buenos contactos con el PP. ¿No se inquietó Cerdán cuando tuvo noticia de ese fichaje, hace cuatro años? ¿Por qué no se alejó de Acciona? Aparentemente no lo hizo. Siguió con sus actividades en cooperación con Koldo García, indultado también por el Gobierno Aznar en 1996 tras ser condenado por un delito de lesiones. Koldo también fue condecorado en 2018, por el Gobierno del PP, con la cruz con distintivo blanco de la Guardia Civil por su colaboración en la lucha contra ETA. Cerdán lo había cooptado para el PSOE navarro, para la campaña de Sánchez con el Peugeot, y para sus negocios, como se ha sabido ahora. Misterioso personaje, Cerdán, el hombre de las misiones imposibles. Se fiaron de él y ahí tenemos ahora a Sánchez a puerta gayola.

La señora italiana que se mesa nerviosamente los cabellos es Giorgia Meloni. Como cuenta hoy en La Vanguardia Francesco Olivo, corresponsal en Roma, el gobierno italiano había previsto la posibilidad de una cierta convergencia estratégica con España para poner en cuestión el objetivo del 5%, mediante una combinación de gradualismos, alianzas y astucias. Diferir los plazos y ampliar los conceptos que pueden ser catalogados como “gasto militar”. Los gobernantes italianos están barajando la posibilidad de conceptuar como gasto en defensa la construcción de un gigantesco puente en el estrecho de Messina para unir la península con la isla de Sicilia, un faraónico proyecto que desde hace años es objeto de apasionada discusión en Italia. Imaginemos que España decide construir un puente colgante sobre el estrecho de Gibraltar –o un túnel submarino– y se lo endosa a la OTAN como gasto defensivo de gran valor estratégico.

El Sánchez a puerta gayola ha hecho saltar esos planes. El presidente español y Meloni se vieron, sin comunicarlo a la prensa, durante la cumbre europea celebrada el pasado 16 de mayo en Tirana (Albania). Sánchez quería pedir el apoyo de Meloni al reconocimiento del catalán, el euskera y el gallego en la Unión Europea, y no lo obtuvo. Pero en aquella discreta reunión albanesa se hablaron de otros temas, del presupuesto europeo y del gasto en defensa. Los italianos observan ahora con horror a Sánchez convocando a Trump con el capote. Ni en broma pueden adoptar la misma posición, puesto que Meloni quisiera ser la aliada preferente de Estados Unidos en Europa. El gobierno de Roma teme ahora que los países europeos más partidarios del incremento del gasto militar adopten posiciones más rígidas. Alemania, Polonia, los bálticos y casi todos los escandinavos están reforzando sus ejércitos con la mirada puesta en Rusia. Pueden tener ganas de apretarle las tuercas al sur de Europa.

Los italianos habían sondeado una cierta alianza táctica con España contra el 5% sin mucho ruido

Con el no al 5% en el centro de la plaza de toros, Sánchez puede reanimar a la desanimada base electoral socialista –será muy difícil para el PSOE volver a interesar a los jóvenes que estos días leen la tremebunda historia de los puteros que cobraban comisiones–, puede sentar las bases de presupuesto del 2026, que sería la verdadera cuestión de confianza. Puede utilizarlo como bandera para salir del atolladero, si es que el atolladero tiene salida. Puede intentar calmar a Yolanda Díaz, que ya ha entrado en pánico. Puede escribir el primer punto de un programa electoral de emergencia, que seguramente debería defender otro candidato. Puede desafiar el destino, en definitiva, pero también puede quedar aislado en la Unión Europea, más lejos que nunca del nuevo eje dominante: Alemania-Francia-Polonia, con el concurso externo del Reino Unido. La cuestión del gasto militar no se refiere exclusivamente a la relación bilateral con Estados Unidos. Es hoy un asunto nuclear de la Unión Europea, cuando ya sabemos que los norteamericanos han decidido entrar en guerra con Irán. Esta madrugada se ha producido un giro histórico, cuyas consecuencias aún desconocemos.

Vuelve el estrecho de Ormuz. Adolfo Suárez vio acrecentadas sus debilidades en 1980 cuando decidió abrazar al líder palestino Yasser Arafat, mientras demoraba el ingreso de España en la OTAN. No tenía prisa. Quería parecer progresista. Quería derrotar por tercera vez a Felipe González . En 1980, Irán e Irak, en guerra, empezaron a dificultar el tráfico de petroleros por el estrecho de Ormuz, puerta de entrada al golfo Pérsico. El 20% del comercio mundial de petróleo y gas pasa por ese estrecho, frecuentado por Simbad, el Marino en Las Mil y una noches. Repuntó la inflación. Suárez dimitía en enero de 1981 bajo amenaza de golpe de Estado. ¿Qué pasará en el estrecho de Ormuz en las próximas semanas?

Felipe González supo, desde el primer día, que no debía moverse de la OTAN. José Luis Rodríguez Zapatero supo que tenía que cambiar de política económica el día en que le llamó Barack Obama para advertirle que la deuda pública de España podía poner en riesgo la estabilidad del euro. Mayo del 2010.

Pedro Sánchez se ha puesto a puerta gayola ante la Asamblea General de la OTAN del 2025, el año de la guerra de Irán, para intentar evitar que el PSOE tenga el mismo triste destino que el Partido Socialista Italiano de Bettino Craxi .

lavanguardia

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