Cómo diferenciar fibromialgia y síndrome de fatiga crónica (a pesar de que tengan síntomas parecidos)
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Muchas veces, más de las que desearíamos, los enfermos de ciertas enfermedades, no solo sufren sus síntomas, también cargan con el peso del estigma social que les acompaña. Es el caso del síndrome de fatiga crónica (SFC), una enfermedad que condiciona la vida de muchas personas y que, sin embargo, muchas veces, por la razón que sea, no se le da la importancia que realmente tiene.
Cuando decimos "muchas personas", nos referimos a una prevalencia que ronda el 1 % de la población española, según el doctor Cayetano Alegre, portavoz de la Sociedad Española de Reumatología y reumatólogo en el Hospital Universitari Dexeus Grupo Quirónsalud, quien además opina que actualmente ese porcentaje probablemente sea mayor, ya que deberíamos tener en cuenta el “gran número de pacientes que sufren fatiga post COVID”.
En la fibromialgia domina el dolor generalizado, mientras que en el SFC, domina la fatiga
Similares, pero no igualesMuy relacionada con la fatiga crónica, existe otra enfermedad, la fibromialgia, que, según el estudio EPISER de la Sociedad Española de Reumatología, afecta a un número mucho mayor de personas que el SFC. En concreto, a 900.000 tan solo en nuestro país. Una cifra que, en opinión del doctor, posiblemente haya descendido, “debido a que ha aumentado la rigidez en cuanto a los criterios diagnósticos”.
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La fibromialgia y la fatiga crónica comparten síntomas como el dolor y la fatiga, pero también tienen importantes diferencias. “En la fibromialgia domina el dolor (algia), dolor generalizado al roce o presión suave en cualquier área del cuerpo”, define el doctor. Mientras que en el síndrome de fatiga crónica “domina la fatiga. Una fatiga que no es proporcional a la actividad realizada, que presenta más de seis meses de evolución, que no mejora con el reposo, y que no se le puede atribuir una causa física o psíquica”.
Tampoco comparten origenEn la búsqueda de más disimilitudes, el experto indica que el inicio en cada una de ellas es diferente. “En la fatiga acostumbra a existir un precipitante infeccioso, generalmente vírico, y con el tiempo se añade dolor musculoesquelético”.
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“Tras unos dos años de evolución, la fibromialgia presenta fatiga, y el síndrome de fatiga crónica presenta dolor generalizado, acompañándose de toda una polisintomatología que aún limita más las funciones sociales, laborales y de cuidado propio, como la mala calidad del sueño, alteración cognitiva con déficit de concentración, y muchas y variadas alteraciones del sistema neurovegetativo, como distermia (mala regulación de la temperatura), visión borrosa, palpitaciones, colon irritable o intolerancias)”, describe el doctor.
Cada enfermo, su consultaA pesar de que comparten varios síntomas, sobre todo el dolor y el cansancio extremo, “el paciente con fibromialgia, al ser un dolor osteoarticular, acude al reumatólogo para realizar el diagnóstico diferencial con enfermedades inflamatorias articulares o enfermedades autoinmunes y buscar el alivio del dolor”, apunta Alegre.
Por otro lado, “la fatiga crónica pertenece al campo del internista que intentará llegar a un diagnóstico de exclusión, con un protocolo muy estandarizado en busca de neoplasias (tumores), enfermedades infecciosas, endocrinas, psíquicas y otras”, distingue.
"Sabemos tratar sus síntomas, lo que no sabemos es curarlas, ya que no tenemos clara su etiología"
Ahora bien, lo más importante es que cuando el paciente se presente en la consulta, el facultativo que le atienda “descarte otras enfermedades que pueden dar sintomatología similar y que pueden tener un pronóstico grave”, apunta Alegre.
Además, “con el reconocimiento que hizo la Organización Mundial de la Salud como enfermedad en los años 90, la formación sobre estas enfermedades se extendió en todos los medios, pasó a explicarse en las facultades y tratarse en la mayoría de los congresos médicos, con lo que aumentó enormemente la investigación y el número publicaciones. De hecho, cada mes hay 4 o 5 artículos nuevos en los índices bibliográficos médicos”, añade.
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Aun así, “a muchos compañeros, este tipo de enfermedades que no tienen un punto central al que combatir, con múltiples síntomas ambiguos y sin un tratamiento concreto y eficaz, les incomoda, y en ocasiones, la ningunean”, reconoce el doctor.
No se curan, se controlanAunque son enfermedades atendidas en dos tipos de consultas diferentes, en ambos casos, se abordan tratando solo los síntomas. “Es cierto que no tenemos clara y definida la etiología de estas enfermedades. Sin embargo, esto no significa que no las conozcamos bien: conocemos los síntomas, sabemos diagnosticarlas, sabemos su pronóstico, y sabemos tratar sus síntomas. Lo que no sabemos es curarlas, ya que no tenemos lo suficientemente clara su etiología que, muy probablemente, no sea única”.
En cuanto al abordaje terapéutico, tal y como apunta el doctor, la forma de proceder consiste en “elegir cuál es el síntoma principal y el más fácil de tratar. En general, el primero y más eficaz es mejorar la calidad del sueño”, aclara el doctor.
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Por otro lado, según Alegre, dos de los principales problemas relacionados con el tratamiento de estas enfermedades son: por un lado, la polifarmacia, es decir, el hecho de que los enfermos llegan a tomar más de 25 fármacos diferentes, uno para cada síntoma, y esto ocasiona interacciones y efectos secundarios que empeoran su estado de salud; y por otro, que el paciente viene en busca del ‘fármaco milagro’, y es poco colaborador en los tratamientos ‘no farmacológicos’, como es la actividad física, la alimentación, el soporte psicológico y otras terapias complementarias.
El Confidencial