El secreto de la longevidad puede estar en lo que más te gusta hacer en verano
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Hay quienes cuentan con una ajetreada vida social de enero a diciembre, pero también hay quienes (la mayoría) solo pueden dar las gracias si, con suerte, encuentran un hueco cada dos semanas para quedar con los amigos y charlar un rato sobre lo divino y lo humano.
Los primeros, además de ser unos afortunados por tener la oportunidad de relajarse a menudo entre amigos, lo cual, revierte en positivo sobre su salud mental, también están cuidando de su salud física y, en última instancia, están invirtiendo en longevidad. Los segundos, pronto veremos valiosas razones para que repliquen el comportamiento del otro grupo.
Sentirnos acompañados mantiene nuestro cerebro activo y ayuda a prevenir el deterioro cognitivo
Comportamiento social a estudioLos efectos positivos relacionados con las relaciones sociales van más allá de la intuición de cada uno, ya que no son pocos los estudios científicos que hacen referencia a las bondades de los lazos afectivos en la salud de las personas.
Uno de esos trabajos fue publicado en la revista PLOS Medicine, y en él se asegura que las conexiones sociales tienen un impacto directo en nuestra salud física y emocional. En concreto, las personas con una red social fuerte tienen un 50 % más de probabilidades de vivir más tiempo en comparación con aquellas que carecen de relaciones significativas. Esto es así porque la interacción social estimula el cerebro, reduce la inflamación y favorece la adopción de hábitos de vida más saludables.
Por tanto, si las obligaciones profesionales o los compromisos personales no te permiten alternar con los amigos, procura hacerlo al menos cuando tienes más tiempo, como, por ejemplo, en las vacaciones de verano. Y es que, salir con los amigos a dar una vuelta, a cenar o a la playa no solo es una de las actividades favoritas de la mayoría de la gente, también es una de las más saludables.
Hacer amigos por “prescripción médica”Durante los días de descanso es infinitamente más sencillo crear nuevos lazos afectivos, así como mantener y fortalecer los ya existentes. Al hacerlo obtenemos numerosos y valiosos beneficios para la salud física y mental, ya que, “las conversaciones, el compartir experiencias y sentirnos acompañados mantienen nuestro cerebro activo y ayudan a prevenir el deterioro cognitivo”, asegura la psicóloga general sanitaria Leticia Martín Enjuto.
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Según la experta, “contar con una red de apoyo nos da fuerzas para afrontar los retos cotidianos, reduce el estrés y nos hace más resilientes ante las adversidades”.
Además, como efecto colateral, Martín destaca que “las personas que están bien acompañadas suelen cuidar mejor de sí mismas: hacen más ejercicio, se alimentan de forma más equilibrada y no descuidan sus revisiones médicas”. Y añade: “Todo esto, en conjunto, contribuye de manera decisiva a una vida más plena y saludable”.
Al cerebro le gusta relacionarseEl quid de la cuestión en este asunto reside en el cerebro y en cómo se comporta cuando nos relacionamos con los demás. “Cuando vivimos experiencias agradables o compartimos momentos positivos con otras personas, en nuestro cerebro se activan zonas relacionadas con el placer y la relajación, como la corteza prefrontal y los llamados circuitos de recompensa”, describe la psicóloga.
Como consecuencia de lo anterior, se liberan neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, que son, por así decirlo, los “mensajeros químicos” de la felicidad. “Gracias a ellos, -explica la experta- no solo mejora nuestro estado de ánimo, sino que también se fortalecen las conexiones entre neuronas. Además, el cerebro se vuelve más flexible y capaz de adaptarse a los cambios. Curiosamente, gestos tan sencillos como la amabilidad, la gratitud o el apoyo social también estimulan estos circuitos, ayudando a sentirnos mejor con nosotros mismos y con los demás”.
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En este sentido, prácticas como la respiración profunda, la meditación o el mindfulness nos ayudan a calmar la amígdala, que es la parte del cerebro que se activa cuando sentimos miedo o ansiedad. Cuando logramos este equilibrio, “nos volvemos menos vulnerables a la ansiedad y la depresión, y somos más capaces de afrontar los retos cotidianos con serenidad y confianza”, subraya la psicóloga.
La factura de la soledadEn el lado opuesto de la balanza, encontramos la soledad. Esta, cuando no es buscada, “también puede pasarle factura a nuestro cuerpo”, asegura Martín. Así describe las consecuencias de la falta de compañía en el funcionamiento de nuestro cuerpo: “Cuando nos sentimos solos durante mucho tiempo, nuestro sistema inmunológico se debilita, nuestro cuerpo puede inflamarse más fácilmente y aumentan los riesgos de sufrir problemas como enfermedades del corazón o diabetes”.
Una retahíla de afecciones a las que se suman otras del ámbito de la salud mental. Así, “la falta de conexión social puede afectar nuestra mente, facilitando el deterioro cognitivo y, en casos extremos, aumentando la probabilidad de una muerte prematura, con un impacto tan serio como el de fumar o tener obesidad”, alerta la experta.
Por el contrario, “rodearnos de personas que nos apoyan y nos acompañan no solo nos hace sentir mejor emocionalmente, sino que también refuerza nuestras defensas, nos anima a cuidar nuestra salud y protege nuestro cerebro, ayudándonos a vivir más y mejor”, concluye.
Rodearnos de personas que nos apoyan y nos acompañan nos hace sentir mejor emocionalmente y refuerza nuestras defensas
Freno al envejecimiento prematuroSi tener compañía va acompañado de tantos efectos positivos para la salud física y mental, vivir más años debería ser simplemente la consecuencia natural de mantener una red social activa.
Ahora bien, “no se trata solo de estar rodeados de gente, sino de contar con relaciones de calidad, en las que podamos sentirnos apoyados, escuchados y valorados”, remarca la psicóloga. Y añade: “La ciencia lo respalda: las personas que mantienen lazos sociales sólidos no solo disfrutan de mayor bienestar emocional, sino que también tienen menos riesgo de enfermar gravemente o de morir antes de tiempo”.
Por tanto, “más allá de la cantidad, lo importante es la calidad y la diversidad de esas relaciones, ya que nos ayudan a manejar el estrés, a adoptar hábitos de vida más saludables y, en definitiva, a frenar el envejecimiento tanto físico como mental”.
En definitiva, el apoyo social, según la experta, “funciona como una especie de escudo protector: nos motiva a cuidarnos, a mantenernos activos y a pedir ayuda cuando lo necesitamos. Incluso, investigaciones tan reconocidas como el estudio de Harvard sobre la felicidad y la longevidad han concluido que las personas con relaciones personales sólidas no solo son más felices, sino que también viven más tiempo y con mejor salud”.
Cuanto más mayores somos, más las necesitamosEste papel tan relevante al que se ha dotado a las relaciones sociales, es especialmente importante a medida que nos hacemos mayores. “Con el paso de los años, la cercanía de amigos y familiares se vuelve aún más valiosa. Sentirnos acompañados y apoyados por las personas que queremos no solo aporta alegría y sentido a nuestro día a día, sino que también nos ayuda a sobrellevar mejor los retos propios de esta etapa”, asegura Martín quien considera que “las relaciones cercanas nos animan a mantenernos activos, a seguir motivados y a afrontar con mayor serenidad los cambios que trae el envejecimiento”.
Ahora bien, no debemos “agarrarnos a un clavo ardiendo”, o, dicho de otro modo, deberíamos ser profundamente selectivos y procurar que las relaciones solo sean saludables, es decir, aquellas en las que “ambas personas se sientan respetadas y valoradas, y la confianza y la comunicación fluyan de manera natural”, señala la psicóloga.
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“Es importante poder hablar abiertamente de lo que sentimos y necesitamos, sabiendo que seremos escuchados sin juicios y que nuestras emociones importan. Al mismo tiempo, -continúa la psicóloga- es esencial encontrar un equilibrio entre dar y recibir, respetando los límites de cada uno y permitiendo que ambos crezcan tanto juntos como individualmente. Los desacuerdos son inevitables, pero en una relación sana se afrontan desde el diálogo y la empatía, buscando siempre soluciones constructivas y cuidando el bienestar del otro”.
Conectados presencialmenteQueda claro que a nuestra salud le conviene que seamos sociables. Ahora bien, no podemos obviar el hecho de que, desde hace unos años, los lazos personales se establecen a través de las nuevas tecnologías y en concreto, de las redes sociales.
La cuestión cómo encajan los beneficios de las relaciones personales cuando estás son virtuales. Es decir, ¿son tan saludables como las presenciales? La psicóloga Leticia Martín no descarta totalmente los vínculos a través de la red, aunque sí se muestra algo reticente al respecto. “Desde mi experiencia profesional, valoro mucho el papel que pueden tener las relaciones a distancia o a través de redes sociales, especialmente cuando nos permiten mantener el contacto con personas queridas que están lejos. Sin embargo, hay algo único en el encuentro presencial que es difícil de sustituir: la cercanía física nos permite captar los pequeños gestos, las miradas y el tono de voz, detalles que enriquecen la comunicación y nos ayudan a sentirnos verdaderamente conectados”.
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Y es en esos matices, que muchas veces pasan desapercibidos en el entorno digital, donde se construyen los vínculos más profundos. Por ello, “aunque las relaciones virtuales pueden ser un gran complemento y ofrecernos apoyo en momentos de distancia, el contacto cara a cara sigue siendo insustituible cuando hablamos de crear lazos significativos y duraderos”, defiende.
¿Mejor solo que mal acompañado?Sea a un metro de distancia o con una pantalla por medio, queda claro que mantener relaciones personales, siempre que sean saludables, solo puede traer cosas buenas para la salud, mientras que “las relaciones que resultan negativas para nuestro bienestar emocional suelen dejar una huella profunda en quienes las viven”, advierte la experta
Por su experiencia en consulta, la experta constata que este tipo de vínculos dañinos “se caracterizan por una falta de respeto mutuo, desconfianza y una comunicación cargada de reproches, críticas o incluso menosprecio”.
Además, “es habitual que, dentro de estas relaciones, las personas lleguen a sentirse inseguras, poco valoradas o manipuladas, lo que puede derivar en ansiedad, baja autoestima y una sensación de soledad, aun estando acompañados. Más allá del malestar emocional, estas dinámicas suelen frenar el crecimiento personal y convertirse en una fuente constante de estrés, afectando tanto la salud mental como física”.
De modo que “estar en un vínculo negativo o tóxico puede hacer más daño que beneficio, afectando nuestra autoestima, generando estrés y frenando nuestro crecimiento como personas”, concluye.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, parece un buen consejo crear y mantener relaciones personales. Ahora bien, en la actualidad, hacer amistades cara a cara puede parecer complicado con tantas interacciones virtuales, sin embargo “sigue siendo una experiencia muy enriquecedora para nuestro bienestar emocional”, asevera la psicóloga quien enumera los siguientes consejos para crear vínculos con los demás:
- Un buen punto de partida es animarnos a participar en actividades presenciales que realmente nos interesen, como talleres, deportes, voluntariado o cursos. Estos espacios no solo nos permiten crecer y aprender, sino que también nos ponen en contacto con personas afines, lo que hace mucho más sencillo iniciar una conversación y encontrar puntos en común.
- A quienes les genera nerviosismo o inseguridad acercarse a nuevas personas, recomiendo empezar con pequeños pasos: un saludo, una sonrisa o un simple comentario pueden ser suficientes para romper el hielo. Plantearse metas alcanzables, como presentarse o preguntar algo sencillo, ayuda a ganar confianza poco a poco y a reducir el miedo al rechazo. Es importante recordar que la mayoría de las personas valoran la amabilidad y suelen responder positivamente cuando alguien se muestra abierto y genuino.
- Las amistades profundas no se construyen de la noche a la mañana, sino con tiempo, dedicación y pequeños gestos cotidianos. Escuchar con atención, mostrar interés y compartir algo de nosotros mismos son detalles que fortalecen cualquier vínculo. Si al principio cuesta un poco, no hay que desanimarse: cada avance, por pequeño que sea, suma.
El Confidencial