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Psicodermatología: más allá de la piel

Psicodermatología: más allá de la piel

En nuestras consultas en Madrid de Clínica Dermatológica Internacional y del Hospital Ruber Internacional vemos a diario cómo la piel se convierte en un auténtico espejo de nuestras emociones: el sufrimiento en ocasiones se manifiesta a través de la piel.

La Dra. Elena Tévar Valiente, brillante dermatóloga y psicoterapeuta de nuestra clínica con la que tengo la suerte de trabajar desde hace más de 20 años, lo resume de forma clara: "La piel y el cerebro comparten el mismo origen embrionario, lo que explica su estrecha conexión". Esta afirmación nos invita a mirar más allá de lo visible y a comprender que, en muchos casos, las enfermedades dermatológicas son mucho más que simples problemas cutáneos.

La piel como escenario emocional

La Dra. Tévar destaca que entre el 25 y el 30% de las consultas dermatológicas presentan una afectación psíquica significativa. Esto significa que, además de tratar los síntomas físicos, es imprescindible atender la dimensión emocional de las personas que nos consultan. La práctica de la dermatología nos ha llevado a encontrarnos con varios pacientes para los que el enfoque médico no es suficiente, ya que en algunos casos "No hay una enfermedad de la piel como tal —señala—, lo que vemos en la piel está inducido o exacerbado por el propio paciente".

Esto se observa claramente en trastornos como la dermatitis artefacta, un cuadro en el que los pacientes se provocan lesiones de forma intencionada, pero niegan su responsabilidad. Según explica la Dra. Tévar, "estos pacientes buscan asumir el papel de enfermos por una necesidad psicológica de recibir cuidados y atención médica". Muchos de estos pacientes tienen historias de abuso o negligencia en la infancia, y su piel se convierte en el lugar donde se expresa su dolor emocional.

placeholder La Dra. Elena Tévar Valiente. (Cedida)
La Dra. Elena Tévar Valiente. (Cedida)

En palabras de la Dra. Tévar: "Es la expresión somática de una angustia psíquica. Hay que preguntarse: ¿Qué le ha pasado a este paciente? ¿Por qué necesita estar enfermo? ¿Por qué necesita acudir al dermatólogo para que le cuidemos y le veamos? El abordaje de estos pacientes resulta especialmente complicado ya que cuando intentas curarlos, pueden generarse otras lesiones o incluso cambiar de médico, porque en realidad necesitan cuidados más que curación".

El estrés como desencadenante

En nuestras consultas también atendemos a pacientes con enfermedades dermatológicas desencadenadas o agravadas por el estrés. La Dra. Tévar explica que "los pacientes suelen identificar una relación cronológica clara entre el estrés y la aparición o el empeoramiento de su enfermedad". Esto se observa en cuadros como el acné, la rosácea, la alopecia areata, la dermatitis atópica, la psoriasis, el vitíligo, la urticaria y la dermatitis seborreica.

La rosácea, por ejemplo, puede acompañarse de una fobia social intensa, aunque "curiosamente, algunos pacientes con rosácea desarrollan mecanismos contrafóbicos", afirma la Dra. Tévar. "En lugar de aislarse, a veces se exponen excesivamente al entorno social para afrontar su miedo al enrojecimiento".

Foto: Foto: iStock.

El vitíligo, por su parte, suele ir acompañado de miedo, vergüenza, inseguridad y tristeza, especialmente en adolescentes. "El 25% de los pacientes refieren que la enfermedad condiciona su vida sexual", advierte la doctora, quien destaca la importancia de atender no solo el aspecto físico, sino también el impacto emocional y social de la enfermedad. En muchos casos de vitíligo existe un factor desencadenante: muerte de algún ser querido, problemas laborales o económicos o el fin de una relación emocional. Esta enfermedad condiciona en ocasiones muchos comportamientos en los pacientes que la sufren: evitan situaciones como bañarse en la piscina, ir a la playa, cambiarse en vestuarios, dar la mano, determinados deportes en los que se ve su piel expuesta, etc.

En la psoriasis, el estrés emocional está presente en más de la mitad de los casos. "Los pacientes suelen sentir vergüenza, ira, desesperanza y en algunos casos está aumentado el riesgo de padecer depresión", añade la doctora. Esto puede traducirse en una repercusión en las relaciones personales, la autoestima, la vida laboral e incluso la sexualidad.

Cuando la piel se convierte en vía de escape

Otros trastornos psicodermatológicos incluyen conductas compulsivas como la tricotilomanía (arrancarse el pelo) y el trastorno por excoriación (rascarse compulsivamente). "Estas conductas funcionan como mecanismos de afrontamiento frente a situaciones de estrés", explica la Dra. Tévar. "Mientras lo hacen, sienten un alivio temporal, pero después aparece la culpa y la angustia. Para calmarse vuelven a autolesionarse, en un ciclo que se refuerza constantemente". En estos casos, el abordaje terapéutico debe incluir no solo el tratamiento dermatológico, sino también el apoyo psicológico, ayudando al paciente a comprender por qué no puede controlarse y qué le ha ocurrido para que su piel sea el escenario de su sufrimiento emocional.

Foto: iStock.

La Dra. Tévar subraya la relevancia de que el dermatólogo mantenga una actitud abierta y empática. "Escuchar al paciente y permitir que exprese sus emociones y sentimientos acerca de su trastorno es clave", asegura. "Hay que explorar las repercusiones de la enfermedad en su vida laboral, interpersonal y social".

Más allá de los psicofármacos, existe una psicoterapia de apoyo básica que puede realizar en muchos casos el propio dermatólogo y que va a ser muy útil. Consiste en mantener una actitud abierta, comprensiva y de escucha, tratar de situarse en el lugar del paciente (empatizar), aportar información sobre la enfermedad y despejar las dudas del enfermo, vamos a escuchar y a mirar el sufrimiento que se encuentra detrás de la enfermedad cutánea.

Conclusión

La dermatología moderna debe apostar no solo por la inteligencia artificial, sino por la inteligencia emocional, realizando un enfoque integral que combine el tratamiento dermatológico con la atención psicológica. No se trata solo de curar la piel, sino de acompañar al paciente y ofrecerle herramientas para comprender y manejar sus emociones.

En definitiva, la psicodermatología nos recuerda que detrás de cada lesión cutánea puede esconderse una historia emocional que merece ser escuchada con rigor, empatía y humanidad. Como bien nos recordaba El Principito: "Lo esencial es invisible a los ojos".

El Confidencial

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