¿Qué pasa en el cerebro cuando ve películas de terror? Esto dice la ciencia
Con la llegada de Halloween y el Día de Muertos, el ambiente se llena de símbolos que evocan el miedo y la muerte. Aunque la festividad mexicana se dedica a honrar a los seres queridos fallecidos, en esta temporada también aumentan las proyecciones y transmisiones de películas de terror.
Lo que para muchos parece una simple forma de entretenimiento, en realidad desencadena una serie de procesos complejos dentro del cerebro humano.
En la penumbra de una sala de cine o desde la comodidad del sofá, algo extraordinario ocurre: el cerebro se convierte en un laboratorio neuroquímico donde interactúan el miedo, el placer y la curiosidad.
Dicha experiencia activa mecanismos ancestrales que preparan al cuerpo para la supervivencia, aun cuando el peligro sea solo una ilusión.

El terror combina estrés y placer, generando una montaña rusa emocional controlada. Foto:iStock
La ciencia ha demostrado que la aparente contradicción de buscar voluntariamente lo que normalmente evitaríamos revela aspectos profundos sobre la plasticidad del cerebro.
Al ver una película de terror, transformamos emociones negativas en experiencias placenteras. Cada susto o sobresalto activa circuitos neuronales específicos que explican por qué tantas personas disfrutan de ser aterrorizadas en un entorno seguro.
Esto le pasa a tu cerebro cuando ves películas de terror:
La amígdala en alerta máximaCuando una escena de terror aparece en pantalla, la amígdala, que es el centro del procesamiento emocional, entra en acción de inmediato. Aunque la corteza prefrontal ya ha determinado que no hay un peligro real, esta estructura en forma de almendra actúa como una alarma primitiva.
- Envía señales de emergencia al cuerpo.
- Redirige la sangre hacia los músculos.
- Diluye las pupilas y agudiza los sentidos.
Estas reacciones preparan al organismo para defenderse o escapar, incluso sabiendo que se trata de una simulación.
Un cóctel neuroquímico para tu cerebroEl verdadero espectáculo ocurre a nivel químico. Durante las escenas de miedo, el cerebro libera adrenalina y cortisol, hormonas que incrementan el ritmo cardíaco y la tensión muscular. Esta respuesta fisiológica es idéntica a la que tendríamos ante un peligro real.
Sin embargo, una vez que el susto termina o comprendemos que el peligro era ficticio, el cerebro responde con una nueva descarga: dopamina y endorfinas. Estas sustancias generan alivio y placer, produciendo una sensación de bienestar.
Esta transición (del estrés al placer) es lo que crea una montaña rusa emocional. Es precisamente esa mezcla de alerta y recompensa lo que hace que el terror sea tan atractivo y adictivo para muchos espectadores.

El cerebro aprende a transformar el miedo en una experiencia placentera y adictiva. Foto:iStock
Mientras la amígdala gestiona el miedo, el hipocampo, encargado de la memoria, se mantiene activo. Su función es contextualizar la experiencia, recordando constantemente que lo que vemos es una ficción.
- Compara las escenas con recuerdos reales.
- Mantiene la conexión con la realidad.
- Genera memorias vívidas que pueden perdurar después de ver la película.
De esta manera, el hipocampo permite disfrutar del miedo sin que este se convierta en pánico real.
La corteza prefrontal: el guardián racionalEn medio de toda la actividad emocional, la corteza prefrontal cumple un papel esencial. Es responsable del pensamiento crítico y de la toma de decisiones, y su función es mantenernos conscientes de que lo que observamos no es real.
Es la que nos susurra: "es solo una película", incluso cuando nuestro instinto grita que debemos huir.
No obstante, en los momentos más intensos, esta voz racional puede ser temporalmente superada por la respuesta emocional más primitiva. Cuando una película logra comprometer este equilibrio entre lo racional y lo instintivo, se vuelve mucho más efectiva y memorable para el espectador.

La corteza prefrontal recuerda que el peligro no es real y permite disfrutar la experiencia. Foto:iStock
El atractivo del cine de terror se encuentra en esta combinación de emociones contrapuestas. Durante una proyección, la amígdala alerta, el hipocampo contextualiza, la corteza prefrontal racionaliza y los neurotransmisores transforman el miedo en placer. Esta interacción muestra cómo el cerebro humano es capaz de explorar sensaciones extremas sin correr riesgos reales.
Ver películas de terror se convierte así en un ejercicio controlado de exposición al miedo, una forma segura de experimentar el peligro y obtener una descarga química de bienestar. Cuanto mejor logre una película alterar el equilibrio entre emoción y razón, más intensa será la experiencia y más fuerte la conexión emocional del espectador con el relato.
El Universal (México) / GDA
Más noticias en EL TIEMPO*Este contenido fue reescrito con la asistencia de una inteligencia artificial, basado en información de El Universal, y contó con la revisión de un periodista y un editor.
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