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Susana Puig, dermatóloga: “El bronceado es la respuesta del cuerpo a un daño en la piel; no tiene mucho sentido buscarlo”

Susana Puig, dermatóloga: “El bronceado es la respuesta del cuerpo a un daño en la piel; no tiene mucho sentido buscarlo”

La dermatóloga Susana Puig (Barcelona, 60 años) está pasando un duelo. Por cosa buena, en este caso, pero un duelo a fin de cuentas. Esta médica, jefa de Dermatología del Hospital Clínic, acaba de ser nombrada directora del Instituto de Investigación Biomédica August Pi i Sunyer (Idibaps), la institución científica adscrita al hospital barcelonés. Está contenta, con ganas de afrontar el reto, pero el nuevo cargo le absorberá el grueso de su tiempo a partir de ahora y, aparte de abandonar el mando del servicio médico, tendrá que reducir la atención directa a sus pacientes. Y eso le va a costar, admite. “Para mí la relación médico paciente es fundamental. Llevo familias con melanoma familiar en las que incluí al primer paciente durante mi tesis doctoral, en los años noventa. Una de las cosas positivas de esta profesión es la relación con las personas y poder ayudarlas, el vínculo con los pacientes”, explica.

Puig es la primera mujer al frente del Idibaps, un centro de investigación biomédica puntero con 30 años de historia. La científica, que también es líder del grupo de Melanoma: Imagen, Genética e Inmunología de esta institución y catedrática en la Universidad de Barcelona, atiende a EL PAÍS en su despacho, aún vacío y con la mudanza por hacer. Su nueva silla está a tiro de piedra del hospital, una ubicación que casa al dedillo con su obsesión de avanzar en el desarrollo de la investigación traslacional: la ciencia sale de la clínica y ha de volver a la clínica, insiste.

Pregunta. El auge de la extrema derecha, los recortes de Trump en centros de investigación, el mando de los Institutos Nacionales de Salud de EE UU en manos de una persona que lanza mensajes antivacunas… ¿La ciencia está más cuestionada que nunca?

Respuesta. Está cuestionada, pero a la vez estas personas son las que utilizan siempre vocabulario pseudocientífico. Están en contra, pero la usan para su propio beneficio. Estamos en una época complicada, donde la ciencia ha llegado donde no nos podíamos ni imaginar en un periodo de tiempo muy corto. Y este conocimiento profundo en todos los aspectos, incluso en las conductas humanas, creo que puede asustar a algunos líderes y por eso están intentando, de alguna manera, evitar este progreso del conocimiento.

P. ¿Teme que haya un parón en el avance del conocimiento científico?

R. Esto muy difícilmente se para. Ahora generamos más conocimiento mucho más rápido. Las herramientas de inteligencia artificial nos permiten analizar datos a una velocidad estratosférica y todas esas tecnologías nuevas que se están diseñando permiten cuestionarse cosas que hasta ahora eran impensables. Por lo tanto, muy difícilmente veo que haya una destrucción masiva de la ciencia. Sí que puede haber un enlentecimiento y por supuesto, la ciencia necesita inversión. Y uno de los grandes problemas es que en muchas de las instituciones estamos abogando por ciencia abierta, compartir. Y hay el peligro de que la ciencia quiera ser fagocitada por una industria más oscura que lo que pretenda es tener una ciencia cerrada y para beneficio de unos pocos lobbies. Aquí es donde habrá esta batalla.

P. ¿Le está pasando factura al Idibaps la política de recortes en ciencia de Trump?

R. Tenemos colaboradores con Estados Unidos, por supuesto. Y sobre todo, hay una gran inquietud. E incluso algún artículo o alguna algún proyecto ha sufrido un poco de freno. Pero tenemos que acabar de analizar qué puede implicar esto. No quiero ser alarmista, pero deberíamos estar alerta porque estamos en un mundo global y decisiones que se tomen en Estados Unidos a nivel científico nos pueden repercutir. Pero también pueden tener otros aspectos positivos, como buscar colaboraciones en otros lugares o que los investigadores tengan más afinidad para volver o para no irse. Es una oportunidad que deberíamos entender, pero tendremos que generar las posiciones, los espacios y la financiación para que esto ocurra.

P. ¿Cuáles pueden ser las implicaciones a largo plazo de toda esta sacudida en la ciencia?

R. En los humanos siempre tenemos un poco la ley del péndulo: llega un momento en el que la ciencia parece que lo tenga que resolver todo y después podemos volver a una época un poco de oscurantismo, donde dejemos de creer en datos objetivos y científicos y empecemos a tener creencias oscurantistas. Es posible que pueda suceder. Mi impresión es que ahora, en un mundo tan global y donde toda la información es tan accesible, es posible que convivan, en diferentes áreas del planeta, ambas corrientes.

P. ¿Cómo se combaten las pseudociencias?

R. Uno querría pensar que con datos científicos debería poder contrarrestarse toda esta pseudociencia, pero en realidad son posturas emocionales, como la afición por un equipo de fútbol. Tal vez deberíamos intentar entender qué se esconde detrás. Muchas veces es miedo y, a lo mejor, si consiguiéramos entender por qué existe este miedo, cuál es su origen, podríamos cambiar toda esta concepción.

P. Su área de investigación es el melanoma. Hace justo 15 años se presentaba una inmunoterapia revolucionaria en este cáncer de la piel. ¿Cómo ha cambiado la cosa?

R. Muchísimo. En aquella época, la esperanza de vida media de un paciente metastásico con melanoma era de seis meses y ahora son cinco años. Es un cambio muy importante. Aunque claro, cuando decimos esto, hay un 50% de pacientes que a los cinco años ya no están aquí. Por lo tanto, queda mucho camino por recorrer.

P. ¿Cómo interactúan los melanomas con los hábitos de vida? ¿El elemento clave es la exposición al sol?

R. La exposición a la radiación ultravioleta en aquellas personas susceptibles —que seríamos la mayoría de nuestra población, sobre todo si sufrimos quemaduras en la infancia o después de radiación acumulada— puede estar implicada. Pero hay otros factores que también juegan un papel interesante y entre ellos, por ejemplo, dentro de la dieta, hay que destacar que el café se ha visto protector para el melanoma y también para el cáncer cutáneo no melanoma. Otros factores interesantes son el estrés, que de alguna manera nos producen cierta inmunosupresión, o los trastornos del sueño, que también hemos visto que pueden estar implicados en el desarrollo de melanoma o en la rápida progresión de este cáncer.

Susana Puig, nueva directora del Idibaps.
Susana Puig, nueva directora del Idibaps.Albert Garcia

P. Ya estamos en verano, playas abarrotadas. ¿Empieza ahora el gran peligro para la piel o el riesgo está todo el año?

R. Las estaciones son importantes. En mayo ya tenemos índices de radiación ultravioleta similares a los de agosto. La radiación ultravioleta que recibimos hoy es altísima y el día se alarga muchísimo: los días más largos del año son en junio y es, por lo tanto, cuando más radiación ultravioleta podemos acumular. Pero ahora también se está trabajando en cómo la radiación ultravioleta más el calor dañan más nuestra piel y nuestro ADN. Hay toda una corriente de investigación que está analizando cómo afecta la radiación ultravioleta dependiendo de la temperatura y cómo se ve un daño acumulado, sumativo o incluso sinérgico cuando combinamos radiación ultravioleta más alta temperatura.

Esto lo digo porque no es lo mismo que estemos paseando cinco o 10 minutos, volvamos, nos refresquemos... O estar un rato expuestos a la radiación ultravioleta y a alta temperatura. Cuando la gente está haciendo algo que yo preferiría no ver, que es broncearse, su piel recibe radiación ultravioleta estando a una temperatura muy alta. Y las evidencias científicas actuales dicen que esto es mucho más perjudicial.

P. La dermatóloga Yolanda Gilaberte decía en una entrevista a EL PAÍS que buscar el bronceado es como buscar una fiebre.

R. El bronceado es la respuesta del cuerpo a un daño en la piel. Sin daño no te pones moreno. El organismo es sabio y cuando se produce daño en nuestro ADN, nuestras células, los queratinocitos, producen una hormona que se relaciona con los melanocitos de al lado y que induce toda una serie de respuesta intracelular para producir más melanina. Esta melanina, pues, se transmite de nuevo a los queratinocitos para intentar proteger la piel del próximo daño. Entonces, sin daño no hay bronceado. Por eso no debería tener mucho sentido buscarlo.

P. ¿Hay más conciencia social sobre los riesgos del sol? El protector solar está muy interiorizado.

R. Sí, hay muchísima más conciencia, sobre todo con los niños. Es difícil ver ahora a un niño quemado por el sol. Y nuestra sociedad ha aceptado mucho mejor el fotoprotector que la ropa, la gorra. Deberíamos hacer un cambio de horarios, también incidir en tener toldos en las escuelas en los meses de verano y que durante las colonias el rato de baño no sea de una a dos del mediodía, que entiendo que es cuando hace calor, pero es también cuando hay una gran radiación ultravioleta.

P. Hay miles de productos y rutinas de cuidado para la piel. ¿Qué se necesita realmente para protegerla y tenerla cuidada?

R. La tendencia es a aplicar muchísimos productos y algunos podrían ser no necesarios o, incluso, perjudiciales a según qué edades. Una piel joven necesita poco más que higiene. Una piel joven cuando se expone al sol necesita fotoprotección. Pero una de las cosas que estamos viendo es que gracias a influencers tenemos adolescentes con rutinas de ocho o nueve productos que, aparte de ser un coste para la familia tremendo, están produciendo efectos adversos importantes, como acnés comedogénicos, dermatitis de contacto… Yo pondría un puntito de alarma.

EL PAÍS

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