¿Se puede hacer ecoturismo en el Catatumbo? Jóvenes de la región creen que sí y piden al Estado ‘no dejarlos solos’

El Catatumbo vive un conflicto que no cesa. Desde enero de este año, esta región ubicada al nororiente del país enfrenta una grave crisis humanitaria y de violencia desatada por enfrentamientos entre el frente 33 de las disidencias y el Eln, lo que ha dejado como resultados más de 65 mil desplazados, 23 confinados y más de 100 muertos. Pero en diciembre de 2024 la situación era distinta y la visión de los jóvenes de la región era que había otras posibilidades más allá de la guerra, todo gracias al ecoturismo.

La comunidad en El Tarra, sobre todo de las áreas rurales, se ha visto afectada por el conflicto. Foto:Archivo particular
A finales del año pasado, tres jóvenes del municipio de El Tarra, en el corazón del Catatumbo, se propusieron cambiar el rumbo de su comunidad a través del turismo. Merly Cañizares, Isa Toscano y Jaiver Prado presentaron lo que habían logrado gracias a Ecoturismo Juvenil, una iniciativa nacida gracias al proyecto Impulso Juvenil, desarrollado en la zona por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC).
En un territorio marcado históricamente por el conflicto, la juventud encontró una forma de resignificar su entorno desde la cultura, el arte y la biodiversidad. “Nosotros decíamos: ‘¿Cómo le damos identidad al municipio?’ Y con esta oportunidad dijimos: aquí fue”, relata Merly Cañizares, consejera de juventud de El Tarra. Si bien otros municipios son bien conocidos desde una identidad que los representa, como Ocaña relacionada con el turismo religioso o Teorama con el cultivo de piña, eso no pasaba con El Tarra.

Merly Cañizares, consejera de juventud de El Tarra. Foto:Archivo particular
Cañizares, Toscano y Prado decidieron cambiar eso, de la mano de la comunidad. La propuesta se materializó en la construcción de cuatro esculturas simbólicas, ubicadas estratégicamente en el municipio. Cada una representa un pilar de la memoria colectiva y el porvenir que anhelan los jóvenes: la primera es una cachama, un pez que emblema de una nueva economía sostenible basada en la piscicultura; la segunda es el corazón del Catatumbo, en madera, que honra la ubicación geográfica del municipio; la tercera es una pintura de unos ojos llamados ‘miradas ancestrales’, un homenaje visual al pueblo indígena Barí, originario de estas tierras; y finalmente la última es un columpio llamado ‘impúlsate por la vida’, decorado con flores y enredaderas, que simboliza la infancia arrebatada por la guerra. “A nosotros la guerra nos robó la infancia y quisimos tener un columpio para resignificarla ahí”, explica Merly.

Escultura de la cachama, ubicada en El Tarra. Foto:Merly Cañizares
Además de este circuito artístico, cuenta Cañizares, se diseñó una ruta que muestra al visitante lo que El Tarra tiene para ofrecer: un paisaje aún inexplorado, con selvas que forman techos naturales, ríos cristalinos y una biodiversidad en muchos casos virgen. “Por donde veas hay agua. Balnearios, selva, incluso hay zonas en las que no ha entrado el hombre”, cuenta Merly con entusiasmo. En este territorio aún es posible encontrar jaguares y otros grandes mamíferos que han sido resguardados por décadas de aislamiento y por la protección natural de los pueblos originarios.

El Tarra es un municipio privilegiado por su biodiversidad. Foto:Alcaldia de El Tarra
Sin embargo, todo ese impulso se detuvo de golpe. En enero del 2025, apenas unas semanas después de presentar la iniciativa, el recrudecimiento del conflicto en la zona congeló los recorridos y actividades programadas. Según cuenta Cañizares, la violencia no solo impide avanzar; sino que también pone en riesgo la vida de aquellos que se atreven a soñar con una región en paz. “Muchas voces que piden paz hoy son objetivos militares”, denuncia.
Frente a esta realidad, su llamado es claro: “No nos dejen solos. El Catatumbo necesita protección, atención, no solo del Estado, sino del país entero. En este momento necesitamos mucha atención, mucha protección de parte de todo el país porque la guerra que estamos viviendo es muy cruel. Niños de 14, 16 años con armas. Es muy triste de ver todos los días”.
En medio de las dificultades propias del conflicto, Merly ―quien esta semana participa en el Foro Global de la Tierra y la Juventud, que se realiza en Ocaña y donde se encuentran reunidos más de 70 líderes juveniles de todo el mundo― insiste en que esta región no puede seguir relegada al olvido.

Participantes del Foro Global por la Tierra de Juventudes que realiza esta semana la FAO en Ocaña. Foto:FAO
“Hoy en día estamos en una incertidumbre muy grande sobre qué va a pasar con nosotros”, afirma. “Nosotros como jóvenes esperamos respuestas sólidas de todos los frentes. No solamente es una responsabilidad del Estado, pero sí queremos que todos se pongan en marcha por un proyecto de país”, dice.
Pese a la incertidumbre, el deseo de seguir construyendo un territorio donde haya oportunidades para todos sigue intacto entre los jóvenes de la región. Si algún día regresan las garantías mínimas de seguridad, el Catatumbo —y en particular El Tarra— estará listo para recibir a aquellos viajeros que buscan algo más que un descanso: una conexión real con la tierra, con la naturaleza, con la historia viva de una región que resiste.
“Es para ese turista que quiere desconectarse del ruido, del cemento, que quiere respirar aire puro y ver fauna que no existe en ninguna ciudad, ese turista encontrará su lugar en El Tarra”, concluye Merly.
Periodista de Medioambiente y Salud
eltiempo