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En Roma, en la maravillosa y rebelde biblioteca del yemení Aladino

En Roma, en la maravillosa y rebelde biblioteca del yemení Aladino

Aladin Hussain Al-Baraduni fundó un refugio único en Roma, donde el artista yemení se ha refugiado. Su "biblioteca ilícita" se ha convertido en un lugar de encuentro y resistencia en el barrio de Centocelle, pero ahora corre el riesgo de ser desalojada.

Dibujo de Boligan publicado en El Universal, México.

Aladin Hussain Al-Baraduni, o «Aladino», como lo llaman sus amigos del barrio romano de Centocelle, nos recibe al final de un pequeño pasillo, tras un escritorio blanco, rodeado de lienzos, libros y hojas sueltas clavadas por todas partes. Artista yemení, Aladin transmite la sensación de un hombre de experiencia, como también sugieren los vibrantes colores de sus obras, expuestas en la Bienal de Venecia de 2016 y 2022.

Cuadros que, como quien los pintó, han recorrido un largo camino antes de llegar a las paredes de la «biblioteca ilícita», que se ha convertido en el punto de encuentro de todo un barrio. «Vengo de un pequeño pueblo perdido en medio del desierto llamado Dhamar. Un lugar demasiado estrecho para albergar los sueños de un adolescente que creció con la rebelión en la sangre», confiesa Aladín, con la mirada fija en un lienzo salpicado de grabados de un azul cada vez más intenso.

El Yemen donde creció sufrió la dictadura de Ali Abdullah Saleh, el presidente asesinado en 2017 por los hutíes [una organización político-militar rebelde en el norte del país]. “Lo llamábamos 'El que baila sobre cabezas de serpiente' porque estaba dispuesto a aliarse con cualquiera, sin importar las circunstancias. En mi familia éramos disidentes, empezando por mi tío Abdullah Al-Baraduni, uno de los poetas más destacados del país [1929-1999]. Era ciego, vivía en Saná, y cuando lo visitaba, me dictaba sus poemas, que yo escribía. En su casa hablábamos de política, y entre quienes venían a verlo se encontraban personas como [los artistas italianos] Paolo Pasolini, Alberto Moravia, Italo Calvino y [el escritor alemán] Günter Grass”.

Seducido por este entorno, Aladino pronto se instaló en la capital yemení y fue allí, junto con algunos otros artistas, donde creó la A

Courrier International

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