Pontus Hultén, el sueco que inventó el Centro Pompidou

Pontus Hultén «tenía alma de artista más que de director de museo», proclamó la escultora Niki de Saint Phalle. La artista visual lo sabía mejor que nadie: su vida, al igual que la de su gran amor, Jean Tinguely, también escultor, habría sido completamente diferente si sus caminos no se hubieran cruzado con este extraordinario sueco, que revolucionó el panorama museístico del siglo ^XX . A su fallecimiento en 2006, el New York Times lo aclamó como un «incansable defensor del arte contemporáneo», recordando que había fundado nada menos que ocho museos en todo el mundo, desde Venecia (Italia) hasta Basilea (Suiza).

Sin embargo, el hombre que guió al Centro Pompidou contra viento y marea, y que luego reinó allí desde brillantes logros hasta exposiciones de culto de 1977 a 1981, sigue siendo un desconocido para muchos. Y, para quienes lo apreciaron o lo ayudaron, un director único, que inventó para París una institución sin igual. Un «Prometeo que infunde fuego en los hombres, pero que lo padece», describió su amiga Niki. Una exposición, inaugurada el 20 de junio en el Grand Palais y con una duración de más de seis meses, evoca la explosiva complicidad del trío formado por Niki de Saint Phalle, Jean Tinguely y Pontus Hultén.

Ahí está, en las fotografías de archivo, un tipo corpulento y bigotudo, afanándose, arrastrando los pies y pintando con aerosol en la obra de Hon – en katedral ( Ella – una catedral ), en el Moderna Museet de Estocolmo. Este proyecto disparatado fue concebido en 1966 por Niki de Saint Phalle: una «gran diosa pagana», una versión XXL (25 metros de largo) de sus curvilíneas Nanas que empezaban a hacerla famosa.

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