Claro, la IA escribiría un ensayo de filosofía mejor que el tuyo. Pero no valdría nada.

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El filósofo Wilhelm von der Weid explica por qué los algoritmos, por muy eruditos que sean, no pueden producir un pensamiento.
Este artículo es un artículo de opinión, escrito por un autor externo al periódico y cuyo punto de vista no refleja las opiniones del personal editorial.
El bachillerato en filosofía acaba de finalizar, y no es casualidad que los dos temas de ensayo de este año cuestionen una nueva realidad, en parte moldeada por la inteligencia artificial: "¿Depende nuestro futuro de la tecnología?" y "¿Es la verdad siempre convincente?" . Esto se debe a que necesitamos mentes brillantes más que nunca, en lugar de ChatGPTs completos.
Muchos estudiantes están preocupados por su capacidad para cumplir con las expectativas del ensayo de filosofía, una prueba tan codificada como misteriosa, solemne y sin sentido. Y los candidatos se preguntan: ¿qué habría hecho ChatGPT en mi lugar? Porque la inteligencia artificial ahora no solo es capaz de escribir un ensayo de filosofía perfecto, sino también de corregirlo. ¿De qué sirve pensar por uno mismo si el robot piensa mejor, y todo, incluso él mismo?
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Una pregunta tan antigua como una filosofía con un estatus ambiguo, entre el conocimiento que simplemente debería aprenderse —al igual que los teoremas matemáticos, los acontecimientos históricos y los descubrimientos científicos— y una opinión personal con un alcance limitado. «Inútil e incierta» , como resumió irónicamente Blaise Pascal.
Pero si ChatGPT puede desarrollar automáticamente un pensamiento basado en todo el conocimiento disponible, significa que podemos tener un pensamiento correcto, sin tener que pensar por nosotros mismos. Un pensamiento universal, sin sujeto, sin sesgos, sin lagunas, resultaría, mediante los desvíos de un algoritmo totalizador, fino y estructurador, en una disertación perfecta que solo sería cuestión de copiar.
Problema resuelto.
Pero la filosofía no es solo un examen de bachillerato: es también una prueba subjetiva, que consiste en tomar conciencia de los límites del propio conocimiento, y no solo de sus límites cuantitativos, para usar la distinción kantiana. Pues por muy extenso que sea mi conocimiento, nunca alcanzará el mundo en su realidad última, la fuente de la moral, el misterio de la religión, el sentido de la vida. Ahora bien, la filosofía es precisamente la prueba de mi finitud, de mi inconsciente, de mi mortalidad, es decir, de los problemas sin solución.
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