Por qué los ricos (casi) nunca huyen de su país

El diario alemán "Die Zeit" desmiente el mito del gran evasor fiscal. Incluso ante la creciente presión fiscal, la gran mayoría de los multimillonarios siguen anclados en los lugares donde amasaron su fortuna. Aquí una explicación.
Donald Trump les está extendiendo la alfombra roja a los más ricos. Con su "tarjeta dorada", una visa especial de 5 millones de dólares, el presidente estadounidense promete entrada privilegiada a quienes traigan su riqueza a suelo estadounidense. En una semana, casi 70.000 personas ya se han inscrito. El objetivo: convertir a Estados Unidos en un paraíso fiscal para la élite global. Sin embargo, esta promesa de un exilio dorado es mucho menos atractiva de lo que se podría pensar.
Si bien la movilidad del capital es real, la de los multimillonarios sigue siendo muy relativa. Como señala Die Zeit En una encuesta exhaustiva, el temor a un éxodo fiscal masivo es enormemente exagerado. «Por lo tanto, es más probable que un multimillonario muera que emigre», observa el sociólogo estadounidense Cristóbal Young. Entre 2010 y 2015, solo 22 multimillonarios estadounidenses cambiaron de estado de residencia, mientras que el 7 % falleció durante el mismo período.
Incluso en países que han aumentado sus impuestos, los ricos no están huyendo en masa. En Noruega, tras la subida del impuesto sobre el patrimonio, 43 grandes contribuyentes se marcharon —es cierto que con 34 000 millones de coronas—, pero la recaudación fiscal se disparó de 18 400 millones a 28 600 millones en tres años. En Alemania, el fantasma de un impuesto sobre el patrimonio está resurgiendo con las mismas amenazas de salida. Sin embargo, los datos muestran una historia diferente: solo 16 de los 170 multimillonarios alemanes viven en el extranjero. Y quienes se han marchado —a menudo a Suiza— han heredado, en su mayoría, su patrimonio.
El arraigo local supera a los incentivos fiscales. «Estos emprendedores no se quedan en una isla caribeña. Les interesan las normas ambientales del sector automotriz o debatir la política local», resume la economista Isabel Martínez, residente en Zúrich. Un capital social arraigado —redes profesionales, influencia política, arraigo familiar— a menudo supera el atractivo de los paraísos fiscales.
En resumen, «mudarse de casa no es divertido para nadie. No es algo que la gente adinerada haga voluntariamente ni con frecuencia», afirma Cristóbal Young. Ni siquiera miembros de la alta sociedad, como Eduardo Saverin, cofundador de Facebook, quien vive exiliado en Singapur, son mayoría.
Los impuestos pueden expulsar a algunos privilegiados, pero no causan una hemorragia. Alemania sigue siendo el tercer país más rico del mundo, después de Estados Unidos y China. Y una visa dorada o la promesa de un paraíso fiscal no cambiarán mucho. Como concluye el diario alemán: «El capital puede ser móvil, pero la gente no tanto».

