Editorial. Recortes presupuestarios: François Bayrou intentará que la píldora sea más fácil de tragar.

François Bayrou vuelve a la escuela. Alérgico a las vacaciones, pasó el verano en una oficina, repasando restas. Menos créditos, menos días festivos, menos subsidios, menos de todo para ahorrar más de 40 mil millones del presupuesto estatal. Seguro que tendrá dificultades para transmitir este mensaje de austeridad a casi todo el mundo. Sobre todo porque las primeras señales de humo lanzadas en pleno verano para preparar a la opinión pública no surtieron el efecto deseado. Al contrario, el fuego está latente, y el 10 de septiembre promete un espectáculo de fuegos artificiales de descontento.
Ante el creciente descontento, el Primer Ministro recurre a su consumada diplomacia para apagar las primeras llamas. Teatralmente, exagera el cataclismo presupuestario haciéndose pasar por un hombre razonable y exigiendo los sacrificios necesarios. Algo así como un cirujano que decide practicar una amputación: al paciente seguramente le faltará una pierna, pero estará vivo. La pregunta ahora es si esta teoría del "menos malo" tendrá eco en la sociedad. Es casi seguro que no. Los días festivos polarizan la irritación y reavivan las heridas aún dolorosas de la jubilación a los 64 años. Es más, los ciudadanos están cansados de la esquizofrenia política que ve a quienes han aumentado los déficits de repente prescribir mutilaciones sociales en nombre del interés general. En resumen, François Bayrou tendrá que ser endiabladamente hábil para facilitar el ahorro a los franceses que ya no confían en la política en general y en él en particular. Si no logra convencer, el jefe de gobierno tendrá que al menos trabajar para desactivar la bomba social. Eso es todo lo que le queda si de verdad quiere hacer algo útil antes de que termine su mandato en Matignon.
Le Républicain Lorrain