El Editorial. Pretensiones Rusas

Se repite en lugar de promover la paz. En los últimos días, Vladimir Putin ha vuelto a exigir que Ucrania adopte un "estatus neutral" y reconozca los resultados de los referendos celebrados en las regiones ocupadas. Para Moscú, esto es un requisito previo para cualquier alto el fuego. Si bien el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha declarado su disposición a trabajar en este asunto a partir de marzo de 2022, el chantaje de neutralidad que esgrime el jefe de Estado ruso no puede constituir una base sólida para la estabilidad a largo plazo en la región.
Consagrada en el derecho internacional, la neutralidad implica que un país no se alinea con ningún beligerante y se mantiene al margen de los conflictos armados. Sin embargo, los límites de este principio son lo suficientemente vagos y frágiles como para no constituir un baluarte contra las violaciones de la soberanía territorial. Neutral desde 1839, Bélgica fue invadida por Alemania en 1914. Finlandia y Suecia decidieron poner fin a su neutralidad histórica uniéndose a la OTAN… tras la invasión rusa de Ucrania en febrero de 2022.
Resulta aún más difícil reconocer el mérito de Vladimir Putin, ya que exigió la neutralidad de Ucrania, afirmando en el proceso que rusos y ucranianos formaban un mismo pueblo y que, «en este sentido, toda Ucrania nos pertenece». Para el amo del Kremlin, quien tampoco descarta tomar la ciudad ucraniana de Sumy, no existe neutralidad válida en las antiguas repúblicas soviéticas una vez que han optado por emanciparse del bloque oriental.
Atrapado por la amenaza de recesión y la falta de avances significativos en el frente, Vladimir Putin aprovechó el Foro Económico de San Petersburgo para culpar una vez más a Occidente de la guerra en Ucrania, amenazando a cualquiera que "pise el pie de un soldado ruso". Esta retórica es todo menos neutral viniendo de un exoficial de la KGB, sobre todo cuando continúa.
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