Dime cuál es tu tipo y te diré lo que comes.

Carne de res. Es lo que hay para cenar. Robert Mitchum, con voz áspera, instó a Estados Unidos en la icónica campaña lanzada por la Asociación Nacional de Ganaderos de Carne de Res a principios de los 90: carne de res para cenar. Figura paterna subliminal, el actor encarnaba a la perfección una masculinidad estoica heredada del western y el cine negro. Sin mostrarlo directamente, el anuncio implícitamente dio vida a la familia nuclear estadounidense y colocó la carne roja en el centro de esta arquitectura social.
Como recordatorio del orden cultural dominante heterosexual, blanco y jerárquico, esta narrativa implícita convierte la carne en una herramienta de poder no porque nutra, sino porque estructura simbólicamente las asignaciones sociales y de género. Desde esta perspectiva, comer carne equivale a representar una identidad masculina hegemónica, opuesta a la sensibilidad, la moderación o la conciencia ecológica. Este "capital viril", siempre al límite, requiere una reconstrucción constante, especialmente donde la masculinidad se examina o se pone a prueba (entornos obreros, estadios deportivos, etc.).
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