Mi noche de trabajo con el fotógrafo más legendario del rock and roll

“¡Tengo whisky más viejo que tú!”
Eso fue lo que Jim Marshall me dijo una vez en una cena, cuando tenía una noche libre de gira en San Francisco. No entendía la mecánica del tiempo entonces; ningún veinteañero lo hace. Olvídate del whisky; Jim tenía fotografías más antiguas que yo, y más tarde esa noche terminaba en su casa, rebuscando entre largos y planos cajones metálicos llenos de láminas sin enmarcar y sin firmar. Mientras le mostraba cada una que me encantaba, me contaba todo sobre ella. "Esa es una vieja copia de Kodak que ya no existe", me dijo, refiriéndose a la hermosa foto que tomó de Otis Redding en el Festival Pop de Monterey. La emulsión química que producía los colores más hermosos y vibrantes que jamás había visto en una fotografía había sido prohibida por la EPA debido a preocupaciones ambientales y de salud. Eso hizo que la obra fuera aún más rock and roll de lo que ya era; eran obras ilícitas, reliquias de los días despreocupados que habían llegado y se habían ido. Eso hizo que las deseara aún más.
Jim seguía lamentando el paso del tiempo; me contó que fotografiar a músicos se había convertido en algo que lo acorralaba. La foto de Janis Joplin que sostenía le recordaba cómo había tenido acceso ilimitado y sin vigilancia a ella. Sabía que hoy en día sería imposible sacar una foto de una cantante tumbada en un sofá con una botella de Southern Comfort en la mano. Eran los publicistas los que ahora impedían que la magia ocurriera. «Hoy en día tienes treinta minutos con un artista, y te lo quitan», dijo Jim. Sabía que no había forma de volver a hacer esas fotos. Y yo también.
Al final de la velada, había reunido una pila de fotos que le enseñé una a una mientras él anotaba los números con lápiz en una pequeña hoja de papel. Así era como Jim trabajaba. Sin director de galería ni intermediarios. Firmaba cada una delante de mí, junto al número de edición, que ya estaba escrito.
Allí estaba Cream, de pie estoicamente juntos, insinuando la tensión subyacente inherente a todos los tríos. Allí estaba John Coltrane, impreso con un proceso químico de platino, sentado, sumido en sus pensamientos, con la mano sobre la cara. La más conmovedora para mí fue otra foto de Coltrane, de pie al amanecer en el patio trasero de su casa en el estado de Nueva York. También estaba Jimi Hendrix en el Festival Pop de Monterey, apuntando a la cámara con los ojos bien abiertos, reconociendo a Jim y tocando directamente para él. Allí estaban Thelonious Monk, Miles Davis y Bill Evans. Me encantó que Jim hubiera tomado las mejores fotos de músicos de jazz, aunque estas quedaron un poco eclipsadas por su trabajo con músicos de pop y rock más famosos de la época.
Jim vino a mi concierto la noche siguiente. Sabiendo cómo el cambio de guardia había afectado su entusiasmo por la fotografía, le di el acceso que, según él, había perdido hacía tiempo. Me alegro mucho de haberlo hecho. Colgada en mi casa, junto a estas fotos clásicas que mencioné, hay una foto que me tomó en el escenario tocando la guitarra, un chico con cara de niño, más joven que el whisky de su mueble bar. La película era más nueva y el proceso de revelado un poco más plano. Pero el resto es un clásico de Jim Marshall.
Haber conocido a Jim Marshall es haber comulgado con el tipo de artista que escasea hoy en día: un hombre que llevaba su destartalada Leica a todas partes, incluso a cenar, donde la acompañaba en la mesa como su fiel compañera. Dedicó su vida a capturar la esencia de los músicos, y desde su fallecimiento, ahora me encuentro recordando la esencia de quién era: un artista singular, igual que las estrellas de rock que inmortalizó. Nunca olvidaré su peculiar arrogancia, su desagrado por las tonterías y su amor por la honestidad y la franqueza. En cada fotografía que le hacía a un ícono del rock and roll, había otra que quizás te hayas perdido: la que sostenía la cámara.

Extracto de Grateful Dead de Jim Marshall: Fotos e historias de los años de formación, 1966-1977 Por Amelia Davis y David Gans, © 2025. Publicado por Chronicle Books. Fotografías © Jim Marshall.
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