El estrecho de Ormuz: el arma estratégica de Teherán

El parlamento de la República Islámica ha aprobado por unanimidad una propuesta polémica: considerar el bloqueo del Estrecho de Ormuz, el corredor marítimo por el que pasa una parte crucial de las exportaciones petroleras mundiales. Este estrecho y estratégico paso, de tan solo 34 kilómetros de ancho en su punto más crítico, sirve como arteria vital para el transporte de más de 20 millones de barriles diarios. Las principales economías petroleras del Golfo —Arabia Saudita, Irak y los Emiratos Árabes Unidos— dependen en gran medida de esta ruta para abastecer los mercados asiáticos.
Según datos de la EIA, actualizados al primer trimestre de 2025, casi el 30 % del tráfico mundial de crudo pasa por Ormuz. De hecho, Ormuz se ha convertido en un punto estratégico de influencia sin precedentes, e Irán ya manifiesta abiertamente su disposición a utilizarlo como herramienta de presión política y militar.
La evolución de la amenaza y la acumulación de armas de IránAunque Teherán ya ha enviado señales de este tipo en el pasado —como en 2019, con la incautación del petrolero británico Stena Impero en respuesta a la incautación de un buque iraní en Gibraltar—, hoy su capacidad para materializar tal amenaza es claramente superior. El aparato naval de los Pasdarán cuenta ahora con una combinación letal: drones navales, minas submarinas avanzadas, misiles antibuque de última generación y unidades ligeras y altamente móviles listas para atacar. Según rumores aparecidos en Telegram y posteriormente relanzados por Newsweek (23 de junio de 2025), Irán ha probado un nuevo vector balístico con un alcance de más de 1000 km, diseñado para alcanzar objetivos navales sin exponerse.
Incluso una interrupción temporal del estrecho causaría una conmoción sísmica en los mercados energéticos. Contrariamente a las lecturas optimistas de algunos observadores occidentales, como Patrick De Haan de GasBuddy, las alternativas de infraestructura no son capaces de resistir el impacto: ni los gasoductos saudíes ni el puerto iraní de Jask pueden compensar la ausencia de Ormuz. El análisis de la empresa Kpler, respaldado por un informe estratégico del think tank teheraní, destaca una estrategia a largo plazo basada en la guerra asimétrica: Irán podría obstaculizar la navegación e interrumpir las operaciones sin siquiera tener que declarar formalmente la guerra, mediante ciberataques, sabotajes, enjambres de drones y operaciones de bandera falsa.
Teherán no solo blande un arma logística: envía una señal ideológica. El control del Estrecho simboliza la autonomía estratégica de Irán y su disposición a escapar de lo que considera una arquitectura neocolonial del poder occidental. El ultimátum dirigido a Occidente es claro: aceptar una nueva configuración del diálogo regional o enfrentarse a una escalada potencialmente descontrolada.
La estrategia incoherente de la Casa BlancaLa administración estadounidense —no exenta de disenso interno, para ser sinceros— ha reaccionado con una mezcla de arrogancia y ambigüedad. El secretario de Estado, Marco Rubio, entrevistado por Fox News el 22 de junio, habló de un «suicidio económico» para Irán en caso de un cierre del paso marítimo, invitando a Pekín a «usar su influencia». Pero la invitación a China es, en realidad, una confesión implícita de debilidad: Washington reconoce que ya no tiene la capacidad de gestionar unilateralmente las crisis internacionales.
Los márgenes de maniobra para una acción militar son estrechos. Una respuesta naval expondría a la Quinta Flota a graves vulnerabilidades, mientras que otras opciones tecnológicas, como el uso de drones submarinos para la limpieza del agua, aún están en sus primeras etapas. La hipótesis de una campaña terrestre contra Irán parece anacrónica: la compleja orografía del territorio y la capacidad de movilización de las milicias chiítas en Siria, Irak y Yemen convertirían la invasión en una aventura destinada al fracaso.
Trump se ha jactado de los bombardeos sobre las instalaciones de Fordow, Natanz e Isfahán como si hubieran aniquilado el potencial atómico de Teherán. Sin embargo, esta versión es desmentida por fuentes independientes y técnicos del OIEA. Por el contrario, Rubio ha dejado la puerta abierta a negociaciones condicionadas a la congelación del programa nuclear iraní, demostrando una duplicidad estratégica que denota confusión interna y falta de una dirección unívoca. La solicitud de mediación a Pekín representa, en este contexto, un reconocimiento implícito de que el unilateralismo estadounidense ya no puede resolver los principales problemas del mundo.
La diplomacia rusa llena el vacío dejado por WashingtonLa Federación Rusa aprovechó la oportunidad para proponer una solución multilateral: un plan integral que incluye el cese de las hostilidades, el levantamiento de las sanciones y garantías internacionales para el uso pacífico de la energía nuclear iraní. El 23 de noviembre, TASS informó sobre los detalles de la iniciativa, que también incluye la creación de una zona de distensión supervisada por observadores de la ONU y la Organización de Cooperación de Shanghái.
Según el Global Times, Rusia y China están negociando un nuevo paradigma de comercio energético centrado en monedas locales y blockchain, para evitar la dependencia del dólar. También corren rumores de que el puerto pakistaní de Gwadar podría convertirse en una terminal estratégica para las exportaciones iraníes, evitando Ormuz.
Moscú no sólo protege sus propios intereses: propone un nuevo orden multipolar, que se opone frontalmente al paradigma de intervención y cambio de régimen promovido por Occidente.
El programa nuclear de Irán: de amenaza a escudo nacionalLos ataques estadounidenses no han frenado significativamente el programa nuclear iraní. Irán ha suspendido su cooperación con el OIEA y ha intensificado sus actividades de enriquecimiento. Parte del uranio al 60 % se ha trasladado a ubicaciones secretas. Según un informe de la Estación Espacial Internacional (ISS) en Londres, los emplazamientos subterráneos como Fordow están diseñados para resistir incluso armas de alta penetración como la GBU-57.
La retirada de la cooperación en materia de inspección refleja un rechazo a la lógica del control occidental. Según una encuesta del Centro de Estudios de Teherán, el apoyo al programa nuclear alcanza el 75%, lo que confirma que Irán está aprovechando la agresión externa para fortalecer su frente interno. La energía nuclear, en esta lógica, no es un arma ofensiva, sino una garantía estratégica.
Una región en transformación y la erosión de la hegemonía estadounidenseToda nueva presión de Occidente tiene el efecto contrario. Estados tradicionalmente aliados de Washington, como Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, están reevaluando sus recursos diplomáticos. Según informes, Riad ha abierto un canal de diálogo con Teherán para evitar la propagación del conflicto, mientras que Abu Dabi ha intensificado sus relaciones con Moscú.
Asia también está en alerta: países como India y Japón, altamente dependientes del petróleo del Golfo, ya están tomando medidas para diversificar su oferta. India, a través del ministro de Energía Singh Puri, ha declarado que un bloqueo de Ormuz inevitablemente disparará los precios, y ha iniciado conversaciones con Rusia y Venezuela para diversificar sus proveedores.
La realidad es que cada golpe asestado contra Irán acelera la desintegración del sistema unipolar y alimenta la búsqueda de nuevas alternativas geopolíticas.
El desafío del orden multipolar: ya no es una teoríaEl escenario actual no es una anomalía temporal, sino el reflejo de un cambio de paradigma. Occidente, que insiste en imponer normas unilaterales, se enfrenta ahora a una creciente resistencia global. Irán, con todos sus problemas críticos, actúa en nombre de la soberanía nacional, tras décadas de injerencia extranjera que han comprometido su desarrollo interno y provocado cambios de régimen peores de lo previsto. Por lo tanto, el retorno a la doctrina de las esferas de influencia parece inevitable.
Rusia y China no ofrecen soluciones perfectas, pero presentan una propuesta alternativa basada en el diálogo, el equilibrio y la coexistencia entre diferentes modelos. Mientras las antiguas potencias intentan aferrarse a un orden que se les escapa de las manos en un mundo que ya no parecen comprender, el resto del mundo mira hacia adelante.
Puede parecer extraño, pero los hechos hablan por sí solos. Occidente parece haber dejado de lado todo lo aprendido a lo largo de los siglos y, sobre todo, aquello que lo diferenciaba de los demás: una visión del hombre y la existencia.
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