Fedez tiene libertad para usar su jet privado. Nosotros tenemos libertad para denunciar el privilegio que alimenta el negacionismo.

En el gran caos que reina hoy bajo nuestros cielos —y esto no es solo una figura retórica— sobre el tema climático , nos vemos constantemente inundados de declaraciones, análisis parciales, medias verdades y, con demasiada frecuencia, afirmaciones irresponsables. En este contexto, lo verdaderamente innecesario fue otro arrebato VIP fuera de lugar. Y, sin embargo, aquí estamos, comentando las palabras de Fedez, quien, respondiendo a las posturas expresadas por Ultima Generazione contra los aviones privados, ha decidido intervenir. Y hasta ahora, no hay nada malo en ello, salvo que ha dicho poco informado y muy engañoso.
Lo que dijo Fedez sobre los jets privadosEl quid de la cuestión es simple: Ultima Generazione (Ultima Generazione) propone, de forma provocadora pero decidida , la abolición de los aviones privados, denunciando su enorme impacto ambiental. Fedez respondió que el impacto de los aviones representa solo el 2 % de las emisiones globales y que el de los aviones privados es aún menor, por lo tanto prácticamente insignificante. No contento con esta simplificación, insistió, argumentando que los activistas están diseñados para ser un incordio y que , sin aviones privados, el mundo se quemaría de todos modos.
¿Cuales son los números reales?Ahora, detengámonos un momento. Porque si hemos llegado al punto en que, en medio de una emergencia climática global, una figura pública siente la necesidad de restarle importancia al problema en lugar de ayudar a hacerlo más comprensible, entonces tenemos un problema más grave de lo esperado. Y afecta no solo al medio ambiente, sino a la cultura pública. Primero, las cifras reales. Sí, en términos absolutos , la aviación contribuye con alrededor del 2-3% de las emisiones globales. Pero eso es solo la mitad del panorama. Cuando hablamos de jets privados, entramos en otra dimensión: la del privilegio con un impacto ambiental muy alto. Según varios estudios e informes, incluidos los de la ONG Transport & Environment , un solo jet privado puede emitir la misma cantidad de CO2 en un año que 177 automóviles. O, si lo prefieres, otra estadística impactante: cinco horas de vuelo emiten la misma cantidad de CO2 que cuatro personas comunes en todo un año.
En otras palabras, mientras se les pide a los ciudadanos que cambien de coche, reduzcan el consumo y paguen facturas más altas para invertir en energías renovables, hay un segmento de la población —pequeño pero influyente— que sigue viviendo como si el planeta fuera un bien privado y no compartido . Y si alguien se atreve a criticar estos excesos, se le acusa de ser una molestia.
Injusticia climáticaPero el problema es mucho más profundo. No se trata solo de emisiones, sino de símbolos. El jet privado es el ejemplo por excelencia de la injusticia climática. Es el vehículo que encarna vívidamente la división entre quienes tienen el poder de contaminar a voluntad y quienes pagan el precio de ese comportamiento, a menudo sin haber contribuido en absoluto a la crisis. Así que no, Fedez, no puedes descartarlo todo diciendo "el mundo ardería de todos modos". Es una forma conveniente —y peligrosa— de eludir la responsabilidad. Es el clásico "todo el mundo lo hace de todos modos", solo que en versión VIP.
Y resulta sorprendente, incluso con cierta amargura, que él, quien en el pasado se presentaba como una figura crítica, independiente y poco convencional, ahora acabe apoyando un discurso que reduce el debate climático a una molestia ideológica. Es un cambio sorprendente, sobre todo si se conserva un recuerdo fugaz de algunos de sus escritos, sus luchas, sus proclamaciones.
El clima no da descuentos a los VIPLo cierto es que el clima no espera nuestras opiniones. No perdona a las celebridades ni rehúye las controversias en redes sociales. La ciencia lo ha dicho claro durante décadas: cada fracción de grado importa . Cada tonelada de CO2 ahorrada puede marcar la diferencia. Y sí, incluso cada jet privado ahorrado es una pequeña pero significativa decisión política, cultural y social.
A quienes dicen: «Pero hay problemas mayores», respondemos: los problemas no se compensan entre sí. No es que si la aviación representa «solo» el 2% de la población mundial, podamos ignorarla. Este razonamiento, llevado al extremo, conduce a la inacción total. El cambio climático se combate con una combinación de acciones, grandes y pequeñas, simbólicas y sistémicas. Y son precisamente quienes tienen mayor visibilidad y poder quienes deberían dar buen ejemplo, no poner excusas.
En última instancia, la verdadera tragedia es esta: detrás de ciertos discursos no solo se esconde desinformación, sino una forma de subcultura mucho más peligrosa. Una subcultura que no busca comprender, que no quiere ahondar más, que prefiere reírse de quienes están comprometidos en lugar de cuestionarse a sí mismos. Una subcultura que confunde el desprecio por el activismo con la claridad crítica. Que celebra la indiferencia como si fuera libertad . Así que, quizás sea hora de decir las cosas como son: quienes hoy no quieren ver lo que está pasando con el planeta lo hacen no por ignorancia, sino por conveniencia. Quienes desacreditan a quienes luchan lo hacen no por espíritu crítico, sino por pereza o mala fe. Y quienes continúan contaminando sin siquiera intentar cambiar, simplemente han elegido que no les importe. Pero el clima, a diferencia de nosotros, no perdona a nadie. Ni a los activistas, ni a los raperos, ni a los pasajeros de primera clase.
Luce