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Oriente Medio: El comienzo de un conflicto permanente

Oriente Medio: El comienzo de un conflicto permanente

El ataque aéreo israelí contra objetivos militares y nucleares iraníes representa un punto de inflexión irreversible en la dinámica del Oriente Medio contemporáneo. No fue un episodio aislado, sino el inicio de una nueva fase estratégica en la que la lógica de la disuasión fue sustituida por la de la eliminación preventiva del enemigo. Al eliminar a miembros clave del aparato militar iraní —incluidos el comandante del CGRI, Hossein Salami, el jefe del Estado Mayor, Mohammad Bagheri, y el reconocido físico nuclear Fereydoon Abbasi Davani—, Israel ha transformado profundamente el equilibrio de poder regional.

El ambiguo papel de Estados Unidos

A pesar de las declaraciones oficiales del expresidente Trump sobre la "inadmisibilidad de la escalada", Washington no ha movido un dedo para detener a Tel Aviv. De hecho, la decisión estadounidense de no intervenir equivale a una aprobación tácita: transferir el derecho de ataque al aliado israelí, dejándole la responsabilidad política, significa legitimar la operación bajo el paraguas de la coalición occidental. De esta manera, la estrategia estadounidense parece doble: moderada en la retórica, pero cómplice en el fondo.

Una guerra que ya no se puede contener

La respuesta iraní, con el lanzamiento de unos 800 drones, no tuvo un valor militar significativo, pero fue una clara señal política: hemos entrado en una fase abierta de guerra asimétrica por poderes. Las reacciones de Estados Unidos, el Reino Unido y otros países occidentales, activamente comprometidos en neutralizar estos ataques, demuestran que el conflicto ha trascendido las fronteras nacionales. Ya no es una guerra entre estados, sino una guerra entre bloques.

Irán, sin una red de seguridad eficaz y con un arsenal estratégico debilitado, se encuentra ahora en un callejón sin salida: cualquier nuevo ataque directo podría desatar una espiral de destrucción irreversible. La bandera roja izada sobre la mezquita de Qom, símbolo tradicional de venganza, ha permanecido hasta ahora como un gesto simbólico. Teherán no sabe si reaccionar de inmediato o esperar un momento más favorable. El dilema estratégico es evidente.

Israel al mando del nuevo orden regional

La operación militar israelí ha demostrado una clara superioridad no solo a nivel operativo, sino también a nivel de inteligencia: el uso de drones lanzados desde territorio iraní demuestra un trabajo coordinado entre infiltrados locales, servicios secretos y fuerzas especiales. Según el Wall Street Journal , las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) han planeado hasta 14 días de operaciones militares continuas para completar la destrucción de la infraestructura iraní.

Mientras tanto, Netanyahu ha lanzado un ultimátum clarísimo: si Irán responde , sus refinerías de petróleo serán destruidas. Un golpe potencialmente fatal para una economía que depende en gran medida de los hidrocarburos y para la estabilidad del Estrecho de Ormuz.

El mapa del estrecho de Ormuz y la sombra rusa

Ante este escenario, la amenaza más concreta que Teherán puede ejercer es el bloqueo del Estrecho de Ormuz, por donde pasa cerca del 20% del petróleo mundial. Una acción similar a la llevada a cabo por los hutíes en el Estrecho de Bab el-Mandeb podría provocar un aumento repentino de los precios mundiales de la energía, con efectos desastrosos para las economías occidentales. Paradójicamente, dicha escalada favorecería a Rusia, que podría aumentar su influencia en el mercado petrolero a través de la "flota en la sombra".

El crepúsculo de la moderación y la tentación atómica

El ataque israelí también ha eliminado el último freno en el frente nuclear: destruir el personal y la infraestructura iraníes sin ofrecer garantías de seguridad imposibilita a Teherán continuar las negociaciones . En estas condiciones, la decisión de desarrollar armas nucleares ya no parece una eventualidad, sino una necesidad estratégica para restablecer el equilibrio.

El dilema iraní: reaccionar o sobrevivir

El régimen iraní se enfrenta ahora a una encrucijada existencial: aceptar la derrota en silencio o reaccionar arriesgándose a una escalada total. Pero el camino de la guerra asimétrica también es más arduo: Hezbolá ya se ha distanciado del conflicto directo, y la red de aliados en la que Teherán ha confiado hasta ahora se ha reducido. Su capacidad de ataque se mantiene, pero su libertad de acción está severamente limitada.

Oriente Medio ha entrado en una era de tensión militar permanente , en la que se ha roto todo equilibrio previo. El ataque israelí no ha cerrado una crisis: ha abierto una nueva, más profunda y duradera. El lenguaje de la fuerza ha sustituido al de la diplomacia. Y mientras las cancillerías siguen hablando de desescalada, sobre el terreno se prepara una guerra larga y peligrosa , con desenlaces aún impredecibles.

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