Siria, la verdad negada: la guerra como proyecto, no como destino

Hoy en día, Siria aparece citada en los expedientes humanitarios como un país “que necesita reconstrucción”. ¿A la cabeza de Siria? El líder de una milicia jadista era buscado hasta ayer y se ofrecía una recompensa de 10 millones de dólares por su cabeza. Las cancillerías occidentales hablan de “transición”, de “estabilidad”, de “compromisos políticos”. Pero es una narrativa paradójica. ¿Cómo llegamos a este punto? ¿Y qué fue realmente la llamada revolución siria?
Para responder, debemos rebobinar la cinta y enfrentarnos a una verdad incómoda: la guerra en Siria no nació de un levantamiento popular espontáneo , sino de un proyecto de desestabilización sistemático, planificado y apoyado externamente. Una estrategia que utilizó la palanca del descontento real –la corrupción, el autoritarismo, las desigualdades– incluso en un contexto en el que el gobierno de Bashar al Asad ya estaba iniciando reformas significativas en la gestión del poder . En 2010, durante una visita oficial a Damasco, el entonces presidente italiano Giorgio Napolitano reconoció públicamente las señales de apertura y modernización emprendidas por el presidente sirio, destacando un clima de diálogo y cooperación internacional que se estaba fortaleciendo.
Lejos de ser inmóvil o represivo por vocación, el Estado sirio intentaba un proceso de evolución gradual . Pero todo esto fue barrido y rápidamente neutralizado. La narrativa mediática dominante tuvo cuidado de no informar sobre estos acontecimientos y prefirió proyectar la imagen de un régimen inmóvil y brutal, funcional para generar consenso para un cambio violento de gobierno. Una dinámica ya observada —con las mismas justificaciones y las mismas consecuencias— en Irak y Libia.
Una historia construida, una opinión pública manipuladaYa en los primeros meses de 2011, las imágenes de los “rebeldes” en la plaza iban acompañadas de narrativas preestablecidas. Barrios de ciudades sirias fueron reconstruidos en Qatar para alimentar la propaganda televisiva; Se fabricaron testimonios y se inflaron las cifras. El clima de opinión estuvo determinado por informes parciales y un énfasis en eventos seleccionados. De esta manera se construyó un consentimiento pasivo para una intervención indirecta destinada a derrocar al gobierno sirio.
En el silencio casi unánime de los medios de comunicación –incluidos los católicos– se perdió el sentido de la realidad. El sufrimiento del pueblo sirio fue leído según los esquemas de la geopolítica atlantista. Las fuentes alternativas fueron tildadas de “pro régimen” y quienes pedían que se escucharan las voces de las comunidades locales fueron ignorados.
Pero la realidad es obstinada: Siria no estalló en el caos por sí sola. El conflicto fue armado, financiado y entrenado por potencias externas: Estados Unidos, Reino Unido, Francia, las monarquías del Golfo. El programa “Timber Sycamore” de la CIA inyectó armas y militantes yihadistas en un territorio ya de por sí frágil. Las mediaciones fueron sistemáticamente frustradas, los canales diplomáticos saboteados y los esfuerzos de reconciliación demonizados.
Los “Libertadores” y el fin de la libertadLas milicias llamadas “ejército libre” eran culpables de crímenes atroces. Decapitaciones públicas, persecución sectaria, imposición de la ley Sharia, destrucción de infraestructura. Pero todo fue narrado como “resistencia”. Sin embargo, los que vivían en los barrios liberados huyeron en masa. Cientos de miles de sirios huyeron a zonas controladas por el gobierno, buscando protección del mismo Estado que Occidente quería derrocar.
Faltaba una pregunta básica —y sigue faltando hoy—: ¿por qué la comunidad internacional dejó morir de hambre a los sirios en nombre de su “liberación”? ¿Por qué ha impuesto sanciones que afectan a civiles, bloquean medicamentos y obstaculizan la reconstrucción? ¿Por qué legitimó a los grupos yihadistas y criminalizó a quienes intentan defender sus hogares?
El silencio actual: una complicidad que perduraEn 2025, el silencio es la nueva forma de complicidad. Los medios de comunicación ya no hablan de Siria porque hablar de ello nos obligaría a revisar diez años de mentiras . Los crímenes de las milicias apoyadas por Occidente no son noticia, como tampoco lo son los bombardeos turcos en el norte del país, ni la presencia ilegal de tropas estadounidenses en territorios productores de petróleo.
Mientras tanto, Siria sigue pagando el precio de una guerra que no eligió. Los embargos internacionales –que durante años han estrangulado la economía y afectado directamente a la población civil– sólo se han levantado parcialmente recientemente , después de que los daños causados resultaran insostenibles incluso a los ojos de la comunidad internacional. Pero el tejido social está desgarrado, los jóvenes emigran, las familias apenas sobreviven y la infraestructura sigue en gran parte destruida.
Sin embargo, la ONU ahora habla de “reconstrucción”. Pero ¿de qué reconstrucción hablamos si no partimos del reconocimiento de la verdad? ¿Qué pasaría si no admitiéramos que la guerra no fue un accidente histórico, sino un proyecto deliberado de desestabilización geopolítica, apoyado y defendido hasta el final por las grandes potencias occidentales y sus medios de comunicación ?
El papel de la prensa hoy: silencios, omisiones y nuevas complicidadesMás de una década después del inicio del conflicto, la prensa internacional -incluida la católica- ha abandonado a Siria a la sombra de la indiferencia. Cuando no distorsiona, es silencioso. Los boletines de muerte ya no son noticia, la masacre de alauitas se ha convertido en una noticia degradada e imposible de encontrar, los niños ya no se mueven a menos que sirvan a una agenda. Sin embargo, lo que le espera al país probablemente hará añorar el gobierno baazista de Assad, que al menos gobernó con sabiduría. ¿Dónde está la indignación de los editorialistas que hoy llamaban a la democracia con misiles? ¿Dónde están los informes sobre la vida de la gente común en los barrios devastados o embargados? Es como si Siria existiera sólo cuando sirve para certificar la agenda de los vencedores. La reconstrucción amañada, las concesiones económicas ligadas a la “reconciliación forzada”, el cinismo geopolítico que gobierna la partición del país, todo eso ya no tiene espacio en los medios. Ya no te molesta, porque no se puede contar sin revelar las mentiras anteriores.
El verdadero escándalo no es sólo la guerra, sino la narrativa que la acompañó y que continúa hoy, por omisión o complicidad. La manipulación de la información ha hecho posible la indiferencia moral. No hay necesidad de censura cuando simplemente no decirlo es suficiente.
vietatoparlare