La Orquesta Sinfónica de Tjeknavori: «Una familia unida por la pasión»


El talentoso. director musical, Emmanuel Tjeknavorian, 30 años
La Orquesta Sinfónica de Milán ha dado pasos audaces, no sólo manteniendo sus ambiciones, sino superándolas a pasos agigantados. Esta temporada no es una continuación, es un ascenso. Así (tras las habituales intervenciones de figuras políticas, con una fuerte sacudida por la intervención en vídeo de Federico Freni, subsecretario del Ministerio de Economía: un político, también de la Liga Norte, que muestra un entusiasmo y una competencia musical igualmente vastos, dignos de ciencia ficción), durante la presentación de la nueva temporada, el director musical de treinta años, Emmanuel Tjeknavorian , se expresó, en mi humilde opinión, como la realidad musical más interesante y emocionante de los últimos años en Milán, pero no solo eso, como ha demostrado ampliamente en la temporada actual. Interesante porque es bueno, muy bueno, sin duda. Pero emocionante, al menos para mí, porque con él en el podio se crea una atmósfera muy particular, por muchas razones, pero entre las que destaco una, tomada de una de sus frases, porque me recuerda con fuerza algo: «Al hacer música, todos deben saber escucharse. No somos sólo un conjunto, somos una familia musical unida por un propósito y una pasión común”.
Me recuerda algo, decía: era un concepto que Claudio Abbado no se cansó de afirmar desde sus primeros ensayos como director musical de La Scala, repitiéndolo a lo largo de todas las etapas de su carrera con las numerosas orquestas con las que continuó su recorrido artístico. Escucharlos de nuevo, con la convicción y el entusiasmo de un joven tan lleno de talento, de energía, de entusiasmo, hace mucho bien al corazón y te hace comprender muchas cosas. Desarrollar al máximo la capacidad de escucharse a uno mismo, de "hacer música de cámara incluso en los organismos sinfónicos más concurridos", se traduce en nueve hermosas propuestas camerísticas tanto en el Auditorio como en el glorioso teatro Gerolamo, en las que los solistas de la orquesta formarán formaciones muy diversificadas (y por tanto escucharemos música que rara vez se escucha) dando lugar a conciertos muy estimulantes tanto para el oyente como para el intérprete, entre los que aparece en varias ocasiones el propio Tjeknavorian, quien afortunadamente no piensa renunciar a su condición de gran violinista. Además, es muy grato que la orquesta abandone el Auditorio para interactuar con territorios cada vez más amplios: será la orquesta -dirigida por Francesco Lanzillotta- con la que el Teatro Comunale di Piacenza llevará a cabo la espléndida y valiente iniciativa de poner en escena en dos semanas la llamada Trilogía Popular de Verdi, con un reparto que sería la envidia de cualquier teatro; colaborará con la Quartet Society en programas dedicados a la música de cámara y sinfónica de Schubert; Estará en Parma en intercambio con la Filarmónica Toscanini con música de Beethoven y Bruckner. La temporada cuenta con veintiséis programas: doce de ellos dirigidos por Tjeknavorian, que ha compuesto programas muy variados que incluyen los dos sublimes Réquiems de Verdi (excelentes solistas: Chiara Isotton, Szilvia Vörös, Antonio Poli, Manuel Fuentes) y de Brahms, en los que participará el coro siempre en crecimiento de Massimo Fiocchi Malaspina, llamado también a asumir la difícil tarea del potente Mesías de Händel (dirigido por Fabio Biondi). Piezas de autores y países muy diferentes: desde la Quinta Sinfonía de Mahler hasta la colosal Séptima de Bruckner; desde los contemporáneos Philip Glass y Nicola Campogrande hasta Luciano Berio; desde el clasicismo vienés de Beethoven y Brahms hasta los rusos Khachaturjan (una suite del ballet Gayane compuesta por el propio Tjeknavorian), Glinka, Stravinsky Rachmaninov, Shostakovich (la grandiosa Quinta); y también Berlioz (la Sinfonía fantástica), Liszt, Barber y Bernstein, de Falla, Tchaikovsky.
He oído quejas de que esta temporada es demasiado de "one man show": aparte del hecho de que varios directores estarán encantados de escucharnos (el joven y talentoso Diego Ceretta, el excelente Marko Letonja, Yoel Gamzou, autor de una finalización personal de la Décima de Mahler, la joven y muy exitosa directora Anna Rakitina), seguiremos paso a paso la continuación del camino de un director tan rico en estímulos para nosotros, el público, y quizás aún más para el grupo en el escenario, cuya participación diría que es palpable: muy buena, barra en el centro, etc.
Il Giorno